lunes, 29 de agosto de 2016

Outside is in (Hjalli-Reykjavík)

Sólo 50km nos separaban de la meta final de nuestro Tour d’Island. Y los primeros 15km fueron todo un reto. Seguimos una carretera que parecía haber sido bombardeada y con nuestras bicis jugamos al buscaminas, intentando evitar caer en los baches. Una vez superada esta prueba, nos sentimos pilotos de aviones, pues las ruedas devoraban el firme asfalto y avanzaban zumbando a toda velocidad. Nos encontrábamos recorriendo los mismos kilómetros que nos habían iniciado en este viaje. Los que nos habían hecho sufrir la primera etapa nos parecían ahora pan comido. Para entrar a Reykjavík sin embargo, decidimos ahorrarnos nuestra primera hazaña y cambiar los 5km de autopista, por un carril bici que había que ir buscando como si de un GR de montaña se tratase.

Llegamos victoriosos a la capital que nos acogía, cómo no nublada, pero nadie estaba esperándonos en el podium ni con el ramo de flores para celebrar nuestros 800km. Aparcadas las bicis de manera definitiva, aprovechamos para descansar y reponer fuerzas en el camping, que a pesar de estar superpoblado y tener un aire de hostel internacional, tiene unas instalaciones increíbles.

Nos hemos hecho asiduos a la piscina contígua de Laugardalslaug. Hemos redescubierto las calles de la ciudad, vuelto a pasear por el lago Tjörnin, que hacía de espejo donde se miraban coquetos el Ráðhús (ayuntamiento), y algunas casas privilegiadas. Hemos descubierto el excepcional Museo Nacional que cuenta la historia de la Isla de manera interactiva y muy completa.

En la faloteca lucen orgullosos, sumergidos en formol, los penes de todas las especies animales que se encuentran en Islandia, excepto uno. Este curioso museo es fruto del duro trabajo de recolección de un profesor fascinado por los órganos de reproducción masculinos. Los hay de todos los tamaños y colores, desde la inmensidad del cachalote hasta la nimiedad (con todos mis respetos) que porta el ratón. No contento con tanto pene, la colección incluye juguetes, reproducciones, fotos, arte... todos ellos dedicados a tan estimado aparato reproductor masculino. El único pene que no se puede ver todavía, es el del Homo Sapiens Sapiens, y digo todavía porque ya hay varias cartas de posibles donantes. 


Hemos visitado también la iglesia que corona la ciudad, con su altura de más de 70 metros y su posición en lo alto de una colina. Su arquitecto, en un arrebato Gaudiano quiso imitar la naturaleza islandesa y a sus columnas de basalto y de ahí que sea escalonada. Esta iglesia luterana impacta desde fuera y contrasta con su humilde interior, sólo adornado por un enorme órgano.
Delante de ella, dándole la espalda, se haya una estatua del primer hombre que pisó Ámerica. No señores, no es el famoso Colón, es Leífur Eríksson, el primer europeo en descubrir las Américas. Este vikingo las bautizó, sin embargo con el nombre de Vinlandia.

Como todo final de temporada que se precie, nuestro viaje también nos reservaba un par de cameos de gente que había formado parte de esta experiencia. Vimos más de una cara conocida y agradecimos con especial ilusión cruzarnos con Guille, compañero de aventuras en Seyðisfjörður, y con el americano de sonrisa a lo John Wayne.

El último día con las compras ya hechas, nos despedimos de la ciudad e hicimos cola para no perdernos una delicia culinaria islandesa: El ¡hot dog! El plato más asequible a los bolsillos. Acabamos con broche de oro nuestra estancia en la isla, yendo a la Blue Lagoon para ver atardecer.

De camino se atraviesa un paisaje lunar cubierto por una alfombra de musgo pálido, que invita a soñar despierto. Islandia tiene algo de mágico. No sé si son sus paisajes, si es la luz ártica arrojada sobre ellos, si son los seres ocultos que lo habitan o el Snæfellsjökull que los vigila a todos y se asoma a lo lejos, recordándonos que está cargado de una energía especial. El caso es que hay un aura mágica característica.

Marinamos nuestros cuerpos en el agua azul claro de la Blue Lagoon, abarrotada de turistas, que expulsa su aliento de 38º al cielo helado recubriéndolo todo de humo. Esta laguna, se nutre de las aguas sobrantes de la central de energía geotérmica de Svartsengi. Su color se debe a unas algas que en ella viven y al sílice que abunda y se deposita en el fondo. Ambos sirven a los turistas para maquillarse de zombies aplicándose una máscara facial. No ha sido la piscina que más nos ha gustado, ya que no ofrece opciones de diferentes temperaturas, pero no se puede negar que su color y sus alrededores, la hacen excepcional. Tanto es así que está entre las 25 maravillas del mundo.

Atardecimos a remojo y a las 22h nos fuimos camino al aeropuerto. El bus se adentraba una vez más en el páramo lunar, esta vez cubierto por la negrura de una noche que 30 días después, permitía al sol descansar un poco más de tiempo. El viaje llegaba a su fin y ahora  tocaba reposar los recuerdos, porque cuando se vive tan rápido, no se puede degustar el poso que es lo que da sabor a la infusión. Decimos adiós a un país en el que no hemos necesitado más billete que nuestra tarjeta de crédito y donde hay tanta seguridad que ni siquiera las cajas de bicis que trajimos, habían sido retiradas de su dormitorio durante un mes. Hemos vivido el país de la mejor manera posible: desde fuera, disfrutando y sufriendo el tiempo, saboreando a la gobernadora, la madre naturaleza, que te hace sentir tan pequeño y especial a la vez.

El aeropuerto se acercaba y viendo más cerca el calor del hogar, me vino a la cabeza un anuncio islandés que había visto unos días antes:

“Don’t mind the weather. Discover. Experience. Don’t stay inside. Inside is out. Outside is in.”


2 comentarios:

  1. Guau que delicia leeros...buen viaje y....a reposar un poco tanta aventura. Besos.

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  2. Que sana envidia de viaje que os habéis pegado. Mi aplauso por lo ecológico y físico del mismo, y excelentes tus crónicas! Que experiencia mas chula! De regalo te voy a meter placajes a diestro y siniestro, ya sabes que en el rugby somos muy humildes y compañeros, pero eso no quita que te demos la bienvenida al mas puro estilo vikingo! Jajajaja

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