Islandia está habitada por seres humanos, animales, y por los seres ocultos.
Dejamos atrás nuestra escuela para viajar hacia el Oeste y a
unos 20km, paramos a tomar algo. Casualidades del destino, fuimos a parar al
hotel-restaurante de un contacto que nos habían pasado; casualidades del destino, éste estaba precisamente en Valencia por unos días.
Continuamos nuestro
camino atravesando las montañas hasta llegar a Grundarfjörður, un pueblecito
cobijado a la sombra del Kirkjufell, la montaña más fotogénica de la isla.
La bici de Mireia había dado problemas y ya asentados, fui a
ver si encontraba la tienda de bicis marcada por el mapa. En la oficina de
turismo pregunté si había alguna tienda y me dijeron que lo más parecido era un
hombre que arreglaba bicis. Me dejaron llamar en vano, pues estaba
trabajando y no podía ver la bici hasta 3 días más tarde. La mujer no se dio
por vencida y empezó a llamar a gente de uno y otro pueblo hasta dar con uno.
Me dijo que tardaría unos 30 minutos y como había oído hablar de la puntualidad
islandesa, me puse cómodo.
Más de media hora después, apareció un chico joven
que se puso a saludar a las de la oficina, cogió un café y se me acercó. Miró
todo un poco y detectó el problema: una de las piezas de la cadena estaba
demasiado dura y no pasaba bien. Al final con las manos llenas de grasa,
pareció conseguir resolverlo. Le ofrecí invitarlo a algo, pero se negó.
Afortunadamente aún queda gente que no pone un precio a todo.
Para acabar la tarde como Dios manda, nos
calentamos en la piscina del pueblo con fantásticas vistas a las montañas
heladas, sólo nubladas por el vaho del agua que abandonaba el calor para unirse al aire .
Al día siguiente la cadena volvió a dar problemas y esta vez
fui yo el que se pintó las manos de negro. A falta de aceite, arreglamos el
problema con vaselina. Hacía un día estupendo y si Islandia es bonita de por sí,
al sol reluce como un piedra preciosa. Llegamos a Ólafsvík y no pudimos
resistir la tentación de visitar la Sundlaug. Nos relajamos, tomamos el sol y
continuamos el viaje hasta Hellisandur. Si los anteriores eran pueblos, este
era una urbanización de cara al mar con poco más que una gasolinera y un
camping, en medio de un campo de lava. De instalaciones no hablamos, pero gozábamos
de naturaleza pura.
Amanecimos con unas nubes sumidas en la tristeza y vestidas de luto, pero las ignoramos y nos dirigimos a la punta más Oeste de la península.
Öndverðarnes, es conocida por dos cosas: ser un buen punto de avistamiento
de ballenas y albergar un pozo mágico del que se podía sacar agua bendita y en
ocasiones cerveza. Ni lo uno ni lo otro, pero lo cierto es que disfrutamos del
almuerzo mirando al infinito, deseosos de ver algo que asomara en el horizonte.
Llegar y salir de este lugar nos
costó lo suyo, ya que la carretera muy lejos de estar asfaltada tenía tantos
baches que a uno le entraba el hipo. Durante varios kilómetros pudimos tocar la
luna, pues el paisaje solo se diferenciaba de uno lunar, en las
alfombras de musgo que recubrían las rocas. A lo lejos se escondía el Snæfellsjökull,
el volcán de “Viaje al centro de la tierra”, y en un lugar tan mágico uno
sentía la presencia de Julio Verne.
La última parada fue la playa de Djúpalóssandur, la cual nos
costó encontrar lo suyo, y consiguió nublarnos como el día. En esta playa hay
una iglesia élfica pero como las ballenas y la cerveza del pozo, no pudimos ver
ni la iglesia ni a sus miembros.
Aquí se hayan, eso sí a la vista, cuatro
piedras que servían de examen a pasar por los aspirantes a pescadores si
querían entrar en el gremio. La playa además es el cementerio de un barco
inglés que naufragó en 1948 y sus restos de óxido cubren la arena negra como si
de una fosa común se tratase.
Al final el cielo rompió a llorar, aunque fuese sin ganas y
llegamos un poco húmedos a Arnastapi donde fuimos recibidos por un ave de muy
mal humor que amenazaba con atacar para proteger a su polluelo que descansaba
al lado del camino.
Esa noche fuimos a dormir rodeados de elfos y de un susurro
que traía el viento:
que la sombra del Scartaris acaricia,
antes de las calendas de julio, audaz viajero,
y llegarás al centro de la Tierra, como he llegado yo.”
nunca subestimes el poder de la vaselina...te puede salvar de mas de un apuro
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