La etapa de Selfoss a Hvolsvöllur fue como la seda.
Empezamos tarde tras rellenar nuestras alforjas con provisiones en el Bonus, el
supermercado más barato de la isla. Todo el camino fue relativamente plano y llegamos
a nuestro destino sobre las 17:00. Con buena temperatura las ideas fluyen y en
un momento teníamos nuestra tienda arreglada, y como el ave Fénix, se alzaba
orgullosa y acogedora.
El camping en el que íbamos a dormir era pequeño pero
muy tranquilo y lo más importante, tenía una caseta que pedía a gritos que la
ocuparan para compartir su calor. Nos calentamos en la caseta, repasamos
etapas, cenamos y nos acurrucamos en nuestra renacida tienda para dejar paso a
la noche.
Los alrededores de Hvolsvöllur fueron el escenario de una de las
grandes sagas de Islandia: La sangrienta saga de venganzas y desamores conocida
como Njál. Las sagas son obras
literarias que cuentan la historia de la isla con ciertos toques fantásticos.
Son tan importantes, que la historia islandesa se recoge a través de las
diversas sagas.
La siguiente etapa parecía larga, pero gracias al madrugón,
llegamos a Skógar a la hora de comer y hasta la temperatura era agradable. El
camping aquí tenía poca intimidad, ya que era invadido por hordas de
turistas, sin embargo, gozábamos de un
salón 5 estrellas, que daba a la cascada de Skógafoss, nutrida sobre todo por el
glaciar de Mýrdalsjökull, escupe sus aguas a una altura de 60 metros .
Ni reyes ni presidentes; Islandia está gobernada por la Naturaleza
y ésta muestra a su antojo lo mejor y peor de sí misma. La etapa a Vík iba a
estar marcada por su cara menos agraciada. Empezamos el día desayunando muertos
de frío. Mientras entrábamos en calor, ya en la bici, como si de una nube se
tratara, Mýrdalsjökull se quedaba a nuestro lado durante unos cuantos
kilómetros, impasible con su helada mirada. Pasamos también ante un gran
conocido, aunque no sea por su nombre, el volcán Eyjafjallajökull que dejó en
2010 incomunicada a media Europa en su efectiva acción patriótica por dar a
conocer su tierra.
Nos acercábamos a Vík y el camino se complicaba y nos lo
ponía difícil. Entonces apareció ella y se cubrió de gloria. La gobernadora de
Islandia empezó a soplar violentamente, impidiendo no solo nuestro avance, sino
que las bicis se mantuvieran en pie.
A duras penas llegamos a la playa de
Reynisfjara. Esta playa es conocida por sus formaciones de basalto en el corte
de una montaña, inundada por frailecillos, y por una oscura leyenda, que dice
que las formaciones rocosas son en realidad tres trolls que quedaron
petrificados por la luz del sol. El sol parecía haber abandonado la isla desde
la maña y nos acercamos a la playa mirando de reojo las formaciones rocosas.
Todo recelo desapareció con la visión de unas pequeñas aves cuyo vuelo
recordaba al de los murciélagos. Los frailecillos aunque desde lo alto, hacían
acto de presencia y solo empañaban la experiencia una ola de turistas que
apareció modo The Walking Dead de la
nada, cámara en mano y ocupando cada metro cuadrado como intentando
expresamente aparecer en nuestras fotos.
Nos hicimos un café para entrar en calor, sólo quedaban 10km
pero el día había sido duro. Al salir del café, la naturaleza nos recordó quién
mandaba en la región y a los vientos huracanados agregó unos bofetones de agua
que nos regaban indistintamente a las plantas y a nosotros. Entrábamos en Vík i
Mýrdal viendo su cara más bonita: ésta es la ciudad más lluviosa de Islandia y
nosotros no podíamos más que verla en su estado habitual. Dan lluvias
ininterrumpidas hasta el viernes, y la common
room del camping se ha convertido en un campo de refugiados, con caras de
indecisión y resignación ante la idea de montar la tienda bajo el agua o simplemente
ir a dormir empapado. La madre naturaleza sonríe socarrona a través de las
oscuras nubes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario