Llegamos en vuelo a Bangkok,
donde hicimos escala de un día para bajar al sur de Tailandia. La parada más
cercana a la guest house nos dejaba a
20 minutos andando; por el camino decidimos parar en una oficina de turismo
para preguntar cómo llegar a Koh Tao desde Surat Thani (donde aterrizaría el
avión). Una mujer nos recibió con una sonrisa y nos invitó a sentarnos. Ya
habíamos buscado opciones antes, así que cuando la vimos teclear en google nuestra duda (Ferries from Surat Thani to Koh Tao),
supimos que no sería de gran ayuda. Empezó a decirnos que Koh Tao era precioso
y no dejaba de señalar Ko Samui en un mapa renombrándola a lo indio y
afirmando: “Koh Tao; Koh Tao”. Luego nos preguntó procedencia; Violeta le dijo
“Spain”; se quedó pensativa, frunció el ceño y preguntó “Sapén?”; Violeta
repitió “Spain”; la mujer negó con la cabeza sonriente y afirmó repetidamente
“Sapén, Sapén”. Pues eso, Sapén. Nos inundó a folletos, cargándonos de consejos
para visitar el país y trató de convencernos para que cogiésemos un bus hasta
el alojamiento; es cierto que nos quedaba un rato, pero 15 minutos a lo sumo;
lo que pasa es que en Tailandia, cada vez que hemos preguntado distancias nos
han contestado con un “Ooooooh, so faaaa” (reconvertid la cuarta nota musical
en un far). Llegamos a la casa con 15
folletos encima y planificamos el día para seguir conociendo la capital.
Empezamos por el Sri Mariamman,
un templo de estilo tamil, con sus torres llenas de coloridos ninots hinduistas.
Para llegar hasta esa zona quisimos probar con el autobús. Parecía que nos
hubiésemos montado en una discoteca, pues con la música a todo volumen, el
cobrador se iba al final del pasillo y a ritmo de rock se pegaba sus bailes
mientras reíamos con su reflejo en las puertas abiertas del bus, sin girar la cabeza para que no advirtiese que
tenía público; cuando el rock se hacía balada, el turno era del conductor, que
se desvivía cantando como cuando uno conduce solo. El trayecto se hizo breve.
Caminamos hasta el Parque Lumphini,
un oasis de calma verde que no parecía cuadrar bien en medio del caos, los
pitidos y el humo de Bangkok. En este recinto cerrado residen varanos (unos reptiles
gigantes que campan a sus anchas sin necesidad de esconderse).
Seguimos el paseo por el parque,
fijando especial atención en tratar de encontrar a estos lagartos, hasta que
llegamos a una calzada donde resonaba la música techno y una mujer guiaba con pasos de aerobic al grupo que tenía
delante. El grupo estaba compuesto tanto por lugareños como por extranjeros,
todos intentando seguir el mismo ritmo con cuestionable resultado.
El atardecer nos encontró
visitando los santuarios de Erawan y de Lingam; el primero se construyó para
acabar con las desdichas que se sucedieron durante la construcción del hotel
del mismo nombre; el segundo, para honrar a una diosa que concede fertilidad,
por lo que está rodeado de ofrendas de falos de madera. Tras cenar en Sukhumvit, volvimos
en autobús, coincidiendo con nuestro anterior conductor y su gogó, que nos
dedicó una sonrisa al reconocernos.
La mañana siguiente llegamos a
Surat Thani para empezar el recorrido hacia el sur desde Koh Tao; pero iríamos
en el night boat y había que hacer
tiempo porque íbamos cargados; nos fuimos a una heladería y probamos el helado
de durian, una fruta asiática que
desprende un olor tan intenso que en muchos lugares prohíben la entrada al
local con ella; el sabor era fuerte y diferente, pero más suave de lo que
amenazaba. Cenamos en el night market
que había instalado al lado del puerto y zarpamos rumbo a la isla tortuga (que
es la traducción de Koh Tao) en un barco con colchones completamente pegados
unos a otros, tipo campamento.
Koh Tao nos recibía amaneciendo,
pero no así su gente, o al menos la recepción de nuestra casa, que nos hizo
esperar una hora sentados fuera; en la isla las cosas se toman con calma. Ese
mismo día quisimos empezar de playa en playa, haciendo snorkel; y es que, como
mucha gente dice, aunque la isla tenga su encanto, el verdadero tesoro está
bajo la superficie, donde “La tortuga” hace gala de todo su esplendor.
Hicimos tres playas diarias
disfrutando de la fauna marina; tan abundante, gracias a la cercanía del
arrecife donde se despliega un universo de matices multicolores e infinitas
tonalidades: erizos, pepinos de mar, viejas florida, lábridos luna, almejas
gigante mostrando sus labios pintados de fosforescente que se retraían tímidas
al acercarnos, peces loro, peces estandarte de aleta larga con sus tupés blancos
a lo John Travolta, peces anémona jugando al escondite entre los tentáculos de
su hospedador, agujones cocodrilo nadando a ras de la superficie, peces
lagarto, peces mariposa, píntanos curiosos destacando con su dorso amarillo, gusanos
árbol de navidad de diferentes colores que se ocultaban cobardes cuando querías
verlos de cerca… y hasta pequeños tiburones de arrecife; la fauna era
inagotable.
Lo agotador era llegar a las
playas caminando, porque aunque no distaban mucho unas de otras sobre la costa,
el camino por el interior era empinadísimo; tenías que subir prácticamente a lo
más alto para luego bajar de golpe; es tan abrupto, que se recomienda no
alquilar moto si no se es experto, pues si a la inclinación del sendero le
sumas gravilla y carreteras con tramos de arena, las caídas están aseguradas;
tanto es así que no parábamos de ver heridos y vendados. Y es que el recuerdo
de la isla te lo llevas en el cuerpo; si no es por la moto es por el coral, que
en más de una ocasión te sorprende, cortante, con un rasguño en la mano o una
raspadura en la planta del pie.
El buceo más espectacular fue el
de Tanote Bay; y el atardecer, el de Sai Nuan, solos, sentados en una roca
frente al mar. El sol, ayudado por las nubes, hizo su truco diario de la
desaparición.
Estuvimos tres días en Koh Tao,
desde donde planificamos la próxima hoja de ruta; así que el último día cargamos
las mochilas sobre los hombros y zarpamos rumbo a Krabi, base para visitar las
islas Phi Phi. La Tortuga seguía con la cabeza escondida, guardando su tesoro,
celosa, mientras nos alejábamos de su costa.
Koh Taoos gustará más que Phi Phi. Haced un bautismo de buceo! Hay algunos sitios q t dejan sin el padi
ResponderEliminar