El noveno día amanecíamos en
Chiang Rai en lo que era el mejor alojamiento hasta la fecha: un hotel con
precio de hostal, cortesía de llevar un solo año en funcionamiento. Madrugamos,
como de costumbre, para llegar a Mae Salong, un pueblo a unos 70 km, conocido
principalmente por dos motivos: uno histórico y el otro comercial.
Esta localidad cerca de la
frontera con Myanmar y Laos dio refugio al KMT cuando huía de los comunistas
chinos, y fue además la zona que llegó a controlar el comercio del opio mundial;
hoy recibe su fama por los tés.
La
primera escala para llegar en transporte local era Ban Pasang y de allí coger
un sŏrng·tăa·ou (una
furgoneta tipo pick-up con dos banquetas en la parte de atrás para pasajeros;
es decir, un taxi compartido) a 60 bahts por persona si se llenaba; el problema
era que sólo estábamos nosotros y para pagar el precio mencionado debíamos esperar
que viniese más gente. Avistamos restaurante y llenamos la espera con nuestro
desayuno favorito: pad thai.
A
mitad plato apareció una italiana que viajaba sola; las perspectivas de que
fuéramos más no eran prometedoras… Cuando
acabamos de comer, el conductor se acercó y nos hizo contraoferta: pagábamos
cada uno 150 (4 euros) y salíamos ya. Eran las 11h y no parecía que fuese a
venir nadie más, así que aceptamos.
A los diez minutos el sŏrng·tăa·ou subía
por carreteras empinadísimas y llenas de curvas que superaba contra todo
pronóstico, acercándonos a las alturas, bordeadas por las serpentinas
plantaciones de té que se disponen como setos recortados en forma de dragones
paralelos que entran y salen de la colina al mismo tiempo.
El único lugar que visitar es un templo al que se accede subiendo 718 peldaños,
superados los cuales pudimos comprobar con las caras saladas que estaba en
reformas, cubierto de andamios.
El
principal atractivo de Mae Salong aparte de su influencia china (visible en los
templos, en los farolillos rojos colgados de los techos, en los carteles,
incluso en la gente) es el paisaje de montaña y su olor a naturaleza, a aire
limpio; bueno, eso y el té, que degustamos sentados tranquilamente antes de
volver, pues amenazaba con llover.
En
Ban Pasang, justo antes de bajarnos de nuevo, queríamos hacernos una foto con
el conductor; un hombre entrañable que no hablaba ni entendía inglés con el que
nos comunicábamos por gestos y en el que se notaba la ascendencia norteña en su
color más oscuro de piel; pero subió un nuevo cliente y tuvo que partir.
Chiang Rai se encuentra a 13 km
entre el cielo y el infierno; y es que dos de los must-see antagónicos son el Wat
Rong Khun y el Baan Dum Museum, que distan 13 km de la ciudad, uno por el sur y
otro por el norte. Ya era tarde para el horario tailandés, así que decidimos
visitar únicamente el Baan Dum Museum que nos pillaba de paso. Se trata de un museo-recinto
al aire libre con casas que siguen la estructura de un wat, pero decoradas con motivos satánicos: huesos y esqueletos de
animales, habitaciones con sillas hechas de cuernos y pieles, dispuestas
alrededor de un cocodrilo disecado… todo muy dantesco. Es una pena que no
pudiésemos haberlo disfrutado más, pues llegamos a diez minutos de que cerrasen.
Ya en Chiang Rai, cosas que pasan
en los viajes, nos encontramos en la estación de buses con el conductor que nos
había dejado en Ban Pasang; como no sabía inglés y para manifestar que nos
había reconocido nos señaló riendo y dijo “¡Mae Salong!”. Contentos y riendo
con él por el reencuentro, pudimos por fin hacernos la foto.
Acabamos el día con una deliciosa
cena callejera con vistas privilegiadas a la Clock tower.
A la mañana siguiente, antes de
salir hacia Chiang Khong (puerta de entrada a Laos) teníamos que visitar el Wat
Rong Khun o Templo Banco; un templo que comenzó en 1997 y sigue en construcción,
hecho casi por completo con cal y espejos blancos para que reluzcan a modo de
espejismo.
Se accede al templo por un puente sobre un lago rodeado de manos,
calaveras y motivos infernales, para luego pasar por la boca de un demonio pintado
en la pared interior y salir renovado al encontrarse con Buda.
Este wat tiene entre sus curiosidades mezclar en sus paredes interiores a
Buda (frente a la entrada) y a un demonio en cuyos ojos se reflejan Bush y Bin
Laden y al que acompañan en los alrededores desde Harry Potter, los Minions y personajes
de Avatar, Matrix o Star Wars, hasta Michael Jackson, Superman o una imagen del
avión estrellándose contra las Torres Gemelas. El artista explica que la pintura
pone en evidencia que nuestra cultura toma héroes ficticios y actualmente
necesitamos héroes y ejemplos de verdad, como Buda. La idea está chula, pero la
mezcla resultaba un poco kitsch…
A las 15:30 salimos hacia Chiang
Khong, y 2 horas y media después nos estábamos dando un baño en la piscina del
hostal que sorprendentemente más barato nos ha salido. Para acabar el día, nos
duchamos y fuimos a cenar a la ciudad. Dimos con un restaurante con música
inglesa donde alguien le daba mucha importancia al físico, pues en una de las
mesas había pesas y en la entrada tenían dos botes de proteínas; lo que no
esperábamos es que fueran de una mujer de unos 50 años, que debía ser la dueña,
y que con sonrisa tímida se acercó a nosotros para preguntarnos si podíamos
corregirle una frase en inglés para subir a su Instagram; frase que quedó de la
siguiente manera: “Working out next to the Mekhong river. It was nice weather!”.
Sin perder la sonrisa juntó sus manos frente a la cara y repitió varias veces
las “gracias” tailandesas ladeando la cabeza: kop khun khrap.
Seguimos tu blog y disfrutamos de los colores olores y lugares que tan bien nos transmites.
ResponderEliminarQué bien escribes¡. A Violeta la veo Feliz.
Cuidaros mucho. Besos para Violeta y para ti.
Mamá