Entrábamos a Shanghai con el traqueteo del tren y el
tamborileo de la lluvia percutiendo sobre el vagón. El reloj de arena ya había
comenzado la cuenta atrás para volver a España y teníamos menos de 48 horas
en la ciudad, así que tras instalarnos en el hostel, nos fuimos directos al
Bund a disfrutar bajo un cielo sorprendentemente despejado para haber llovido.
Pasear por el Bund es burlarse del tiempo. En el oeste están los edificios
antiguos, de las épocas coloniales, que seguro vivieron tiempos mejores.Al Este
sin embargo, al otro lado del río se alza el futuro imponente y prometedor, con
los rascacielos del distrito de Pudong.
La Oriental Pearl Tower reclamando
protagonismo con sus llamativos colores entre morados y rosas metálicos. La Shanghai
Tower sacando el cuello entre todos los edificios con sus 632 metros de altura y el World
Financial Center con 492 metros
pero presumiendo de tener la medalla de
plata como la más alta de la ciudad y la de bronce en el mirador más alto del
mundo.
Hicimos este viaje en el tiempo, sintiéndonos en medio de un
bucle temporal que no sólo nos transportaba del futuro al pasado, sino de
occidente a oriente en una mezcla perfecta y con alma propia. Al contrario que
Hong Kong, Shanghai alardeaba de un pasado colonial que se palpaba en varios
edificios.
Llegamos tarde al museo (a las 16:00 es la última entrada al edificio)
así que decidimos regresar al futuro pasando por el turístico túnel que va bajo
el río. Esta atracción que más bien parecía el tren de la bruja sicodélico, no
merecía la pena, más que para ejercitar los músculos faciales, subir las cejas
y mirar a otro lado. No se acercaba ni de lejos al Delorean de McFly.
Salíamos del túnel con el sol ya descansando y las luces de
los edificios gritando a voces que admiraras su belleza, recordando que las
fotos son gratis.
Para llegar al Shanghai World Trade Center nos paseamos un poco, caminando entre los edificios por una calle peatonal que se alzaba sobre el tráfico para facilitar la vida tanto
a los peatones como a los vehículos.
El ascensor futurista del SWTC, que juega con las luces, para dar un aspecto más cool, sube
los 480 metros
en un minuto aproximadamente. A continuación se coge otro ascensor hasta el
piso 100 a 474 metros .
Ante nosotros, yacía
la ciudad, animada a pesar de la noche y entre nosotros jugaban las nubes, que
sin embargo, eran más benevolentes que en Huangshan.
Cosas del destino, el edificio celebraba los 30 años de
“Dónde está Wally” y el edificio acogía una exhibición. Pudimos buscarlo entre la gente desde lo alto, y con su
ayuda.
Bajaríamos a tierra al día siguiente y volveríamos al
pasado, al visitar los parques Ming de Yuyuan, que se hallan rodeados por unas
calles estrechas que parecen sacadas de una película china de época.
Si bien es cierto que la cantidad de turistas, dificulta la
tranquilidad de estos jardines, sus diferentes zonas, con fuentes, piedras
decorativas que parecen volcánicas en su diseño, y puentes zigzagueantes para
evitarlos malos espíritus, mantiene intacta su belleza con el paso de los
años.
Comimos por los bazares y nos paseamos un rato, escuchando
el lejano eco del murmullo de mercaderes, el relinche de caballos, y el
tintineo de las armaduras del ejercito Ming que guardaba el viento para quien
estuviera atento a mirar hacia atrás.
Cerramos la visita, en el Museo de Shanghai, lleno de
cerámica, bronces, monedas, sellos, pinturas... A pesar de ser interesante,
cierra tan pronto, que sólo pudimos hacernos una idea general para acabar este
Regreso al Pasado.
Suzhou es una ciudad a una horita de Shanghai, así que hicimos
noche para verla al día siguiente, antes de volver a Beijing. Es conocida como la Venecia china, pero si algún día lo
fue, ha perdido su encanto. No es una ciudad fea ni mucho menos, pero como algunos edificios del Bund, parece haber vivido tiempos mejores.
Su mayor atractivo son sus parques. por lo que comenzamos por
uno de ellos: El parque del administrador humilde. Del mismo estilo que Yuyuan
pero más masificados, amplios y en nuestro caso soleado. aunque no se puede negar su belleza, no
nos gustó tanto como el de Shanghai.
Nos refrescamos en el museo y nos lanzamos a la calle en busca de esos aires venecianos, entre
canales. Quizás fue el calor, quizás las aguas de color chocolate o quizás la
ciudad había envejecido y con ella su encanto. Sea como fuere, parecía haber perdido el alma de lo que fue.
El calor bochornoso hacía difícil la visita y ni las Pagodas gemelas de estilo hindú, consiguieron
levantarnos el ánimo, que se había secado al sol, por lo que dejamos para el último día
el tesoro de Suzhou.
No es lo más conocido, ni lo más turístico, pero quizás por
ello, Pan Men Park nos robó el corazón. Fuimos ya con las mochilas, para acudir
directamente a la estación en el que sería nuestro último viaje sleeper. Los turistas
escaseaban y aunque el sol volvía a pegar fuerte, las pagodas, el lago y sentir
la paz de la tranquilidad, nos embelesó y fuimos a la estación, encantados de
haber pasado por Suzhou.
El último tren nos llevaba de vuelta a Beijing y de
camino aprovechamos para viajar nosotros también con nuestros eBooks.
Que viaje más estupendo....pero volver ya....jeje..las fotos super chulassss y vosotros muy guapos los dos. Tengo ya ganas de saber q mañana pisáis ya "la mostrar terra" jeje...cosas de abuela.
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