lunes, 21 de agosto de 2017

Luciérnagas bolivianas (Carretera de la Muerte-PN Madidi-La Paz)

La antigua carretera que unía La Paz con Coroico fue designada en su momento "la carretera más peligrosa del mundo"; un trayecto que se llevaba 26 vehículos por delante cada año. En 2007 se abrió una ruta más segura, por lo que la mayoría de automóviles dejaron de utilizar la antigua, macabramente premiada con el amenazador y orgulloso nombre.

Hoy día, el trayecto La Cumbre-Coroico (de 64 kilómetros y 3600 metros de desnivel) se ha convertido en escenario de un deporte extremo de atractivo turístico: la "Carretera de la Muerte". Contratando con agencias especializadas, se desciende en grupo por este antiguo tramo en mountain bike que presume de bajar junto a acantilados con caídas de hasta 800 metros.

La enorme diferencia de nivel propicia que el cambio de clima sea palpable; en menos de 5 horas cambiaríamos los forros, el viento, el frío y los paisajes de riscos rodeados de la vegetación propia de los 4700 metros, por la humedad pegajosa y calurosa de un paisaje selvático con sus correspondientes mosquitos.

El descenso merece la pena, aunque solo sea por los paisajes. Parece increíble pensar que por esta carretera circularan camiones en los dos sentidos y no es de extrañar que se produjesen tantos accidentes, pues en algunos momentos la anchura ronda los tres metros.

De todas formas, si se siguen las instrucciones del guía y se va con tranquilidad y sensatez, priorizando las vistas a la velocidad, el único inconveniente (salvable por la suspensión de la bici) es el contínuo e incómodo traqueteo creado por el irregular suelo de piedras y gravilla.

Lo cierto es que tuvimos suerte con los monitores, pues tenían todo controlado al milímetro (una de las consecuencias de que repitan el trayecto todos los días) y acabamos la ruta comiendo como reyes y celebrando nuestra supervivencia.


Pero no dejábamos el paisaje selvático atrás por mucho tiempo, pues al día siguiente, una avioneta de 19 pasajeros con la cabina de mando al descubierto, nos aterrizaba en Rurrenabaque para hacer una incursión en la selva amazónica boliviana.

Todo presagiaba que tendríamos mala suerte: nubes negras amenazaban con desahogarse sobre nosotros, lo cual impediría ver animales; sin embargo, hemos de reconocer nuestra fortuna, pues la lluvia tan solo duró el trayecto en coche desde Rurrenabaque (punto de ingreso al Parque Nacional Madidi) hasta el río Yacuma. Allí, nuestro guía Luis se presentó; entramos en el bote y nos dejamos llevar río adentro, hasta nuestro alojamiento.

Por el camino, Luis paraba el motor y señalaba con pasión todos los animales que íbamos viendo; aprendimos a adaptar nuestra vista a la fauna que se resguardaba de las miradas y poco a poco surgía confiada en primer plano.

Los caimanes fueron los menos tímidos, tomando el sol con sus fauces abiertas e impávidos como estatuas. Abundaba el caimán yacaré, pero también hizo su aparición el negro. Entre las aves, la pava serere o ave del paraíso, con sus graznidos y su cuerpo de gallina inundaba los árboles que bordeaban el río.

Las garzas, con sus prolongados picos y estilizados cuellos nos miraban de lado con desconfianza, antes de alzar el vuelo y desplegar sus enormes alas para balancear con cierta torpeza sus largas patas en retirada.

El Parque Nacional Madidi es una de las reservas con mayor biodiversidad del planeta y alberga también al roedor de mayor tamaño del mundo: el capibara; una especie de conejillo de indias gigante que se dejaba fotografiar indiferente.

Y de repente, escuchamos como el sonido de alguien que ha estado aguantando la respiración y sale del agua soplando el aire que le queda; eran los bufeos o delfines rosados que hacían su aparición con los gritos de júbilo de Luis: "Dolphin, dolphin!!". Varios nos siguieron un rato, juguetones, mientras mostraban sus lomos gris-rosáceos y parte de sus hocicos alargados a lo Pinocho.

Antes de llegar a nuestro lodge, un árbol repleto de chillidos anunciaba la presencia de los pequeños monos ardilla; unos monos diminutos que siempre van en grupo para protegerse unos a otros y esperaban hambrientos su ración de plátanos, que Luis repartía sobre nuestras cabezas para que se subiesen encima. Sus caritas ingenuas de pelaje blanco y negro y cuerpos amarillos resaltaban sobre las ramas.

Esa misma noche, tras habernos acomodado, salimos con la oscuridad a escuchar los sonidos de la selva y a admirar sus luces. Las bombillas naturales no eran solo las de las estrellas, sino las de las intermitentes luciérnagas y las de los ojos de los caimanes que al enfocarlos con las linternas devuelven una luz rojiza similar a la de los ojos de algunas fotos hechas con flash; el río estaba inundado de ellas, pues en estos momentos es cuando sacan sus cabezas, preparados para cazar.

Al día siguiente, antes de ir en busca de anacondas, el guía subió al caimán que se había alojado cual vecino en la orilla de nuestro lodge, con ayuda de una cabeza de pollo, para que pudiéramos tocarlo. Al ser un parque nacional y estar acostumbrados a la presencia humana, mientras no se hagan movimientos bruscos, resultan inofensivos. Al caimán lo habían bautizado los guías como Pedro, y tenía cicatrices de una pelea territorial entre los de su especie, lo cuál es bastante usual y cada cierto tiempo se escucha el sonido de un chapuzón seguido por los gritos de Luis: "Caiman fight!!".

Salimos a por las anacondas, pero la búsqueda fue infructuosa; eso sí, pudimos observar las garzas, águilas, y muchas otras aves que alzaban el vuelo conforme nos acercábamos; en especial el jabirú, la cigueña más grande de América, con su peculiar buche negro y rojo y su pico oscuro que parece sonreír.

Por la tarde seguimos con nuestro paseo en bote, aderezado con la guinda de nadar entre delfines ante la mirada atenta de los caimanes que afortunadamente no se acercaron. Los delfines jugueteaban de cerca y enseñaban sus aletas pero no se dejaban tocar.

Esa misma tarde, antes de volver a la cabaña, disfrutamos de la puesta de sol más anaranjada que hubiésemos visto nunca, que recordaba a las postales africanas, por las sombras chinas con las que jugaban los últimos resquicios incandescentes de luz con los árboles y los efectos del contraluz.

El último día nos fuimos a pescar pirañas para comer luego (pescando primero truchas, que funcionarían de cebo para las segundas), aunque ni Violeta ni yo pescamos ninguna de tamaño considerable (pezqueñines no, gracias); parece que se vengaban de los españoles por nuestro pasado conquistador y sólo se dejaban capturar por las irlandesas del grupo.

Dejábamos la selva boliviana atrás, ante un grupo de espátulas comunes (nombre que adquieren estas aves por la forma de sus picos), con su plumaje rosa como el de los flamencos, que buscaban comida perseverantemente casi sin levantar sus ojos albinos de la faena.

Ya en el jeep, antes de dejar del todo la selva y a su rica fauna, avistamos un perezoso que colgaba de una palmera; en diez minutos y debido a su lentitud y sosiego, solo tuvo tiempo para rascarse la barriga, mirarnos serenamente y volver a engancharse para quedarse colgado en la postura inicial.

De vuelta en La Paz, Bolivia nos despedía con sus luciérnagas artificiales, más constantes y numerosas, desde la colina de enfrente. El Estado plurinacional, y pluripaisajístico de Bolivia se había desnudado ante nosotros para enseñar los límites difusos de su realidad, sus utópicos panoramas y su riqueza natural. Sólo él sabe si algún día volveremos a pisar sus tierras...


4 comentarios:

  1. Ay Enrique....menos mal q se el final de la historia...q estáis bien.porque me he pasado la lectura conteniendo la respiración y de sorpresa en sorpresa...si el caimán ya era...fuisteis a buscar pirañas...menos mal q no salieron..jeje.
    Cuidaros porfa...os quiero ver sanos y enteros...besos.

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    1. No hay de qué preocuparse. Estamos enteritos. Pirañas sí que había pero no hacen nada. Fritas están muy buenas 😉

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  2. No me ha gustado lo del baño, y todavía menos con los cocodrilos mirando. Tampoco que lo tocaras. ¿Y si te ataca? ,
    !Tened cuidado que tenéis padres y madres a quienes cuidar!

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    1. Afortunadamente ninguna de esas cosas pasaron 😂😂😂 tranquilo que estaremos de vuelta para cuidaros. 😘

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