domingo, 13 de agosto de 2017

Siguiendo la corriente (Guilin-Yangshuo)


Guilin tenía algo que la diferenciaba de otras ciudades; desde el primer momento nos dimos cuenta. Había policía controlando el tráfico y semáforos que se respetaban, mucha vegetación, formaciones kársticas y un río que como una apacible serpiente, reptaba por la ciudad. Siempre he pensado que las ciudades con río tienen algo especial.
Llegar a Guilin desde la estación sin embargo, nos costó lo suyo, ya que tuvimos que ignorar a unos chinos que negaban la existencia de bus urbano destino a la ciudad y se ofrecían a hacerlo ellos mismos por un módico precio diez veces mayor que el del bus.

El primer día exploramos la ciudad empezando desde la colina de la trompa de elefante. En esta colina (cómo no kárstica, que es la denominación de origen geológica de la provincia de Guanxi) cuenta la leyenda, que un elefante cansado se separó del convoy imperial. El emperador enfadado, lo mató clavándole un puñal por negarse a volver al convoy. 
Cosas de leyendas, el elefante quedó petrificado en el lugar y se convirtió en la colina más famosa de la ciudad. Desde su lomo se puede disfrutar de unas vistas maravillosas y rodeándolo se puede apreciar como se refresca en el río este animal gigante de 100 metros de altura.

Dimos un paseo perseguidos por un sol de justicia que insistía en hacernos de guía por los siguientes puntos de interés. Las Pagodas gemelas del sol y la luna nos invitaban a pasar de él y hacer un parón reponiendo fuerzas. Eso es lo que hicimos, aventurándonos en la cocina nacional y sus extraños sabores.
Cerramos la tarde yendo al palacio del príncipe, que es más antiguo que la ciudad prohibida pero sus remodelaciones han tenido el mismo efecto que los liftings en los famosos: No sólo enmascaran su edad, sino que les dan un toque artificial.
A pesar de ello, el pico de la belleza solitaria, que se imponía sobre el palacio presidiéndolo desde lo alto, bien valía la pena. Y acabamos el día a vista de pájaro.




El segundo día, abrumados por el misterioso origen del arroz tres delicias, fuimos de excursión a los bancales de arroz de la columna del dragón en la aldea de Dazhai.

Tras una dura subida que algunos turistas optaban por hacer en funicular, llegamos a la cabeza del dragón y nos quedamos con la boca abierta viendo sus escamas que serpenteaban colina abajo. El dragón chino se compone de una cabeza de camello, con melena de león, cuernos de alce, patas de tigre y garras de halcón, cuerpo de serpiente, escamas de carpa y algún animal más que forma parte de este collage.
Bajamos acariciando sus escamas verdes que rozaban el fluorescente, seguros de que brillaban de noche iluminando la zona. Comimos arroz al llegar abajo, pero ni rastro del arroz tres delicias.Eso sí, curioso era un rato: Era arroz cocinado dentro de una caña de bambú y su consistencia era similar al del arroz al horno.
Cenamos con chinos (Parece bastante obvio, pero esta vez con “cenamos” quiero decir que interactuamos más allá del compartir un espacio común), ya que en el albergue montaban una barbacoa, y pudimos ver como cambian los conceptos de una cultura a otra. Por barbacoa, entendamos aquí, una plancha eléctrica en la que cocinan todo tipo de productos, desde la carne y los ajos tiernos, a tofu, pulpo y otras cosas difíciles de nombrar. De postre, fruta con mayonesa. Les encanta mezclar sabores ¿De ahí quizás el origen del dichoso arroz? Conocimos en esta cena a Black, un chico de Shanghai que como nosotros sedejaría llevar por la corriente del Li, con destino Yangshuo.

Al día siguiente pues, navegamos un buen trecho del río. Durante la excursión, Black nos acercó un poquito más a la cultura con sus explicaciones, y es que no se callaba ni debajo del agua. A pesar de que a ratos desesperaba, nos daba mucha información interesante del país. Disfrutamos del trayecto (intentando ignorar el ruido del motor y las numerosas barcas de bambú que se apelotonaban cual chinos en la cola) y de las formaciones kársticas que asomaban orgullosas por el camino.

En este río utilizan cormoranes como ayudantes de pesca, o más bien podríamos calificar a los cormoranes como pescadores y los humanos como amaestradores. Además de esta ayuda, como es muy fotogénico ver a los cormoranes en el palo y sin escaparse, se los encasquetan a los turístas para cobrar unos cuantos yuanes.
Al llegar a Yangshuo, comimos con nuestro nuevo amigo y otros extranjeros de los que se había hecho amigo. Caminamos al hostel, o bien podríamos decir que nos fuimos de excursión a este (por lo lejos que estaba), con nuestro fiel escudero Black, que se decía preocupado y no le importaba andar junto a nosotros.

Acabamos el día paseando por West Street, que es la calle más concurrida.
Aquí tuvimos uno de esos momentos surrealistas que ofrece China: Un grupo de niños y niñas que acababan el campamento con sus monitores, nos empezaron a pedir que les firmáramos la camiseta y nos hiciéramos fotos con ellos. No exagero cuando digo que nos pasamos cinco minutos entre autógrafos y fotos. Sin que se nos subiera el famoseo a la cabeza, volvimos al hostel alucinando por lo que acabábamos de vivir.
El segundo día en Yangshuo, alquilamos unas bicis por unos cinco euros los dos e inspeccionamos la zona, recordando nuestro viaje a Islandia en bici del año pasado y anhelando su temperatura.

Embadurnados en sudor, pedaleamos siguiendo una carretera bordeada por puestecitos de mil cosas diferentes (restaurantes, cuevas, puestos de flores, de escalada, de paseos a caballo, tiro con arco…) que bebían del turismo para calmar la sed.
Siguiendo a ratos el río y perdiéndolo en ocasiones, transcurría nuestro camino. Subimos a lo alto de la colina de la luna, con vistas panorámicas de la zona. 

Por la tarde nos perdimos cómo no, buscando un puente de 600 años de antigüedad. Empezó a llover y las nubes ducharon nuestro sudor con agua celestial. El puente a pesar de seguir fiel a sí mismo, había perdido toda su gracia por culpa de la fiebre del dinero y el río era inundado por una cantidad ingente de barcas de bambú, que lo secaban (al menos a la vista) con su atasco de sombrillas, que protegían de la lluvia a los turistas. Mirábamos entristecidos y mojados la escena, sorprendidos de hasta qué punto habían sido prostituidos tanto el río como el puente.

La lluvia amainó y cambiamos el río fluvial por un río de gente que rellenaba la calle peatonal de la curiosa West Street. Camino al hostel, nos dejamos llevar por la corriente. 

 

4 comentarios:

  1. Que bonito Pablo. Impresionante todo.
    Me levanto y tercera actividad:abrir vuestro blog para ver si uno de los dos ha escrito...jeje...estoy super enganchada y viajo de China a Perú o Bolivia o al revés en un "plis plas"...emocionante. y sin moverme de mi casa..claro no es ni parecido...pero...me adentro en los países con vuestros relatos como si leyera una novela...y no una cualquiera si no un "betseller" mínimo o un premio importante.
    Besos a los dos.

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  2. Jajajaja. Es una alegría que leyendo el blog podáis viajar un poquito con nosotros. Seguiremos esforzándonos no solo por contar las anécdotas sino por haceros viajar. Un beso desde la Conchinchina!

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  3. Y tan conchin..China...anda q no estáis lejos...jeje. al yayo le tengo q explicar una y mil veces por donde andáis...y le hago con gestos y a derecha y a izquierda tu hermano...y solo dice: están más lejos q villatoya..

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  4. Ya en casa, y con wifi, me he leído de corrido todas las entradas de Asia y de Sudamérica. En La Palma las leía mamá con su móvil y si mirábamos ambos las fotos, a veces se perdía la página. Están muy bien escritas las entradas de ambos. Como dice mamá, deberíais participar en algún concurso sobre relatos de viajes.
    Es una pena que no llevarais una APP para traducir de español a chino y viceversa. Hubiera sido más enriquecedor y práctico para vosotros. Besos a los dos. Cuidaos!

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