Guilin tenía algo que la diferenciaba de otras ciudades;
desde el primer momento nos dimos cuenta. Había policía controlando el tráfico
y semáforos que se respetaban, mucha vegetación, formaciones kársticas y un río
que como una apacible serpiente, reptaba por la ciudad. Siempre he pensado que
las ciudades con río tienen algo especial.
Llegar a Guilin desde la estación sin embargo, nos costó lo
suyo, ya que tuvimos que ignorar a unos chinos que negaban la existencia de bus
urbano destino a la ciudad y se ofrecían a hacerlo ellos mismos por un módico
precio diez veces mayor que el del bus.
El primer día exploramos la ciudad empezando desde la colina
de la trompa de elefante. En esta colina (cómo no kárstica, que es la
denominación de origen geológica de la provincia de Guanxi) cuenta la leyenda, que
un elefante cansado se separó del convoy imperial. El emperador enfadado, lo
mató clavándole un puñal por negarse a volver al convoy.
Cosas
de leyendas, el elefante quedó petrificado en el lugar y se convirtió en la colina más famosa de la ciudad.
Desde su lomo se puede disfrutar de unas vistas maravillosas y rodeándolo se
puede apreciar como se refresca en el río este animal gigante de 100 metros de altura.
Dimos un paseo perseguidos por un sol de justicia que
insistía en hacernos de guía por los siguientes puntos de interés. Las Pagodas
gemelas del sol y la luna nos invitaban a pasar de él y hacer un parón
reponiendo fuerzas. Eso es lo que hicimos, aventurándonos en la cocina nacional
y sus extraños sabores.
Cerramos la tarde yendo al palacio del príncipe, que es más
antiguo que la ciudad prohibida pero sus remodelaciones han tenido el mismo
efecto que los liftings en los famosos: No sólo enmascaran su edad, sino que
les dan un toque artificial.
A pesar de ello, el pico de la belleza solitaria, que
se imponía sobre el palacio presidiéndolo desde lo alto, bien valía la pena. Y
acabamos el día a vista de pájaro.
El segundo día, abrumados por el misterioso origen del arroz
tres delicias, fuimos de excursión a los bancales de arroz de la columna del
dragón en la aldea de Dazhai.
Tras una dura subida que algunos turistas optaban por hacer
en funicular, llegamos a la cabeza del dragón y nos quedamos con la boca
abierta viendo sus escamas que serpenteaban colina abajo. El dragón chino se compone de una cabeza de camello,
con melena de león, cuernos de alce, patas de tigre y garras de halcón, cuerpo
de serpiente, escamas de carpa y algún animal más que forma parte de este
collage.
Bajamos acariciando sus escamas verdes que rozaban el
fluorescente, seguros de que brillaban de noche iluminando la zona. Comimos
arroz al llegar abajo, pero ni rastro del arroz tres delicias.Eso sí, curioso era un rato: Era arroz cocinado dentro de una caña de bambú y su consistencia era similar al del arroz al horno.
Cenamos con chinos (Parece bastante obvio, pero esta vez con
“cenamos” quiero decir que interactuamos más allá del compartir un espacio común), ya
que en el albergue montaban una barbacoa, y pudimos ver como cambian los
conceptos de una cultura a otra. Por barbacoa, entendamos aquí, una plancha eléctrica
en la que cocinan todo tipo de productos, desde la carne y los ajos tiernos, a
tofu, pulpo y otras cosas difíciles de nombrar. De postre, fruta con mayonesa.
Les encanta mezclar sabores ¿De ahí quizás el origen del dichoso arroz? Conocimos en esta cena a Black, un chico de Shanghai que como nosotros sedejaría llevar por la corriente del Li, con destino Yangshuo.
Al día siguiente pues, navegamos un buen trecho del río. Durante la excursión, Black nos acercó un poquito más a la cultura con
sus explicaciones, y es que no se callaba ni debajo del agua. A pesar de que a ratos desesperaba, nos daba mucha información interesante del país. Disfrutamos del trayecto (intentando ignorar el ruido del
motor y las numerosas barcas de bambú que se apelotonaban cual chinos en la
cola) y de las formaciones kársticas que asomaban orgullosas por el camino.
Al llegar a Yangshuo, comimos con nuestro nuevo amigo y
otros extranjeros de los que se había hecho amigo. Caminamos al hostel, o bien podríamos decir que nos fuimos
de excursión a este (por lo lejos que estaba), con nuestro fiel escudero Black, que se decía preocupado y no le importaba andar junto a nosotros.
Acabamos el día paseando por West Street, que es la calle más
concurrida.
Aquí tuvimos uno de esos momentos surrealistas que ofrece China: Un grupo
de niños y niñas que acababan el campamento con sus monitores, nos empezaron a
pedir que les firmáramos la camiseta y nos hiciéramos fotos con ellos. No
exagero cuando digo que nos pasamos cinco minutos entre autógrafos y fotos. Sin que se nos subiera el famoseo a la cabeza, volvimos al hostel alucinando por lo que acabábamos de vivir.
El segundo día en Yangshuo, alquilamos unas bicis por unos cinco euros los dos e inspeccionamos la zona, recordando nuestro viaje a Islandia en
bici del año pasado y anhelando su temperatura.
Siguiendo a
ratos el río y perdiéndolo en ocasiones, transcurría nuestro camino. Subimos a
lo alto de la colina de la luna, con vistas panorámicas de la zona.
Por la
tarde nos perdimos cómo no, buscando un puente de 600 años de antigüedad.
Empezó a llover y las nubes ducharon nuestro sudor con agua celestial. El
puente a pesar de seguir fiel a sí mismo, había perdido toda su gracia por
culpa de la fiebre del dinero y el río era inundado por una cantidad ingente de
barcas de bambú, que lo secaban (al menos a la vista) con su atasco de
sombrillas, que protegían de la lluvia a los turistas. Mirábamos entristecidos y
mojados la escena, sorprendidos de hasta qué punto habían sido prostituidos
tanto el río como el puente.
La lluvia amainó y cambiamos el río fluvial por un río de
gente que rellenaba la calle peatonal de la curiosa West Street. Camino al
hostel, nos dejamos llevar por la corriente.
Que bonito Pablo. Impresionante todo.
ResponderEliminarMe levanto y tercera actividad:abrir vuestro blog para ver si uno de los dos ha escrito...jeje...estoy super enganchada y viajo de China a Perú o Bolivia o al revés en un "plis plas"...emocionante. y sin moverme de mi casa..claro no es ni parecido...pero...me adentro en los países con vuestros relatos como si leyera una novela...y no una cualquiera si no un "betseller" mínimo o un premio importante.
Besos a los dos.
Jajajaja. Es una alegría que leyendo el blog podáis viajar un poquito con nosotros. Seguiremos esforzándonos no solo por contar las anécdotas sino por haceros viajar. Un beso desde la Conchinchina!
ResponderEliminarY tan conchin..China...anda q no estáis lejos...jeje. al yayo le tengo q explicar una y mil veces por donde andáis...y le hago con gestos y a derecha y a izquierda tu hermano...y solo dice: están más lejos q villatoya..
ResponderEliminarYa en casa, y con wifi, me he leído de corrido todas las entradas de Asia y de Sudamérica. En La Palma las leía mamá con su móvil y si mirábamos ambos las fotos, a veces se perdía la página. Están muy bien escritas las entradas de ambos. Como dice mamá, deberíais participar en algún concurso sobre relatos de viajes.
ResponderEliminarEs una pena que no llevarais una APP para traducir de español a chino y viceversa. Hubiera sido más enriquecedor y práctico para vosotros. Besos a los dos. Cuidaos!