sábado, 5 de agosto de 2017

Lost in translation, o máster en mímica para sobrevivir en China (Chengdu-Leshan)

Con diferencia lo que más está costando en este viaje es la comunicación. No sólo porque no nos entendamos en nuestros idiomas, sino porque a veces, ni la expresión corporal es suficiente.

Nuestra primera noche en bus comenzaba el día 30 destino a Chengdu, con un hombre dándonos bolsitas por si vomitábamos. Por suerte el viaje fue tranquilo y sobre las 6 de la mañana bajábamos del bus abordados por chinos queriéndonos subir a su taxi. Haciendo caso omiso intentamos orientarnos en vano: No había ningún cartel que no hablase chino y hacerse entender con los locales era casi imposible. Así que tuvimos que ceder y subimos a un taxi que como podréis imaginar, no hablaba otra cosa que no fuera que chino. Nos pedía de inicio 30 yuanes (unos 4 euros) pero al negarnos, acepto poner el taxímetro. Imaginad todo esto como en una película de Chaplin, al piano suena “The Entertainer” y nosotros y el taxista gesticulamos mucho acompañándolo de sonidos incomprensibles. Tal que así fue en la realidad. Al llegar al hostel empenzó a hablarnos en chino y hacer ruidos raros mientras se reía; viendo la cuenta final (13 yuanes) dedujimos que tenía que ver con que no hubiésemos aceptado pagar los 30 iniciales.

Dejamos las mochilas, desayunamos y nos fuimos al Centro de investigación y cría de osos panda. La suerte nos sonrío y conseguimos llegar por nuestra cuenta subiendo a un bus que iba gratis. Supimos que habíamos llegado cuando vimos a una cantidad importante de vendedores con toda clase de artilugios basados en este carismático animal. Este centro es el más grande del mundo y aloja a pandas rojos y osos panda con el objetivo de que se reproduzcan.

Volvía a llover y los osos se escondían. El tiempo cambió una hora más tarde y el sol exigió protagonismo por ser su estación del año, pero los pandas prefieren el frío así que se quedaron en el interior. Aún así pudimos ver pandas rojos, que parecen un mix entre oso panda y zorro. 

Antes de abandonar el centro, visitamos la enfermería donde pudimos ver a dos bebés panda. Las crías de panda son 100 veces más pequeñas que la estatura en edad adulta por lo que parecen ratas, pero todo el mundo se rinde a sus encantos y cada movimiento producía admiración entre los espectadores. 

Ya de vuelta a la ciudad nos perdimos por sus calles que inexplicablemente cambiaban de nombre a cada rato como si de las escaleras de Hogwarts se tratara. Nos sentamos en un restaurante agotados para recibir una carta 100% chino.

Con los estómagos llenos volvimos a perdernos en las calles camaleónicas de Chengdu y ni los mapas que teníamos ni los locales se aclaraban. Cuatro horas después volvíamos al hotel sin haber visto ningún punto de interés, pero con la sensación de haber respirado el ambiente de la ciudad.

Al día siguiente no había transporte a nuestro siguiente destino, porque los chinos viajan mucho o porque son muchos y los pocos que viajan son nombrosos. Al caso es lo mismo, improvisar viajando a estas alturas del año, se hace tarea difícil. Así que alargamos la estancia un día y lo pasamos en Leshan.

En esta ciudad donde confluyen dos ríos, un monje decidió construir un buda enorme de unos 70 metros de altura para que calmase la bravura de las aguas. Viendo lo mansas que son hoy en día estas aguas parece que el buda de 1200 años de antigüedad consiguió su cometido. Las malas lenguas quitan mérito al coloso y explican que los restos de su creación son los que hicieron que las aguas se tranquilizaran. La visita la verdad es que nos hizo sentir muy pequeños al pasar por su cabeza con unas orejas de 7 metros.

Nos tocó hacer cola para bajar por las escarpadas y estrechas escaleras a los pies para empequeñecernos aún más, y sufrimos el choque cultural del concepto “estar la cola”, porque aquí la cola no es más que un método para evitar avalanchas y no para respetar el turno de llegada. 

Si hay un hueco y cabe un chino, chino que se mete sin la más mínima vergüenza. A este echo, se le sumó el ir esquivando paraguas, porque para el que no lo sepa, aquí el paraguas se usa casi más como protector solar que de lluvia. Aprovechamos estos momentos para trabajar la paciencia y nos ahorramos tener que gesticular o hacer aspavientos. A los pies del buda nos costó poco trabajo.

Para acabar el día de vuelta en Chengdu, paseamos en búsqueda y captura de un restaurante con buena pinta para ir a dormir como buenos pandas y el destino nos hizo entrar en un restaurante especializado en Hot pots que vienen a ser como fondues enormes con un caldo lleno de guindillas, en la que sumergen de todo para sacarlo bien picante. Nos costó un cuarto de hora hacernos entender, pues el camarero por no decir, no decía ni “Hello” en inglés. Ni los gestos ni señalar palabras en chino parecía funcionar. Vuelve a sonar “The Entertainer” y mientras gesticulamos y nos echamos las manos a la cara, Aparece uno en escena moviendo la boca exgaredamente y a continuación el título en pantalla negra “¿Hay alguien en la sala que hable inglés?” y allí estaba nuestro salvador, muy vergonzoso él, para que nos aclarásemos.

Al fin, conseguimos cenar con nuestro Hot pot acompañados por patatas, huevos, carne de ternera, y tripas e intestino de cerdo. Todo un manjar que ayudó a que nuestras fosas nasales se liberarán, nuestras glándulas sudoríparas se pusieran a trabajar y nuestros paladares viajaran con nosotros por este país donde el mandarín o la mímica son fundamentales para sobrevivir.

Para los que os iniciáis en este máster sabed que para decir “no” se realiza un gesto de saludo como el que hacemos a los niños. Abstenedse de sonreír en ese instante. Para la numeración, el signo surfer del “buen rollo” es un seis y la cruz como si alejásemos a Satanás, sirve para el diez. No olvidar nunca que si la comunicación se hace costosa, lo mejor es armarse de paciencia y de una buena sonrisa.

2 comentarios:

  1. Jajaja....menuda odisea Pablo!! Bueno aunque sea picante...veo q os alimentas. Besos guapo.

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  2. Nos alimentamos no te preocupes. Lo duro del picante no es cuando lo comes, es cuando vas al baño. Jajaja

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