miércoles, 23 de agosto de 2017

Telenovelas y pinturas chinas (Zhangjiajie-Tangkou)

"Arriba está el cielo, pero en la tierra están Hanzhou y Suzhou" Refrán chino 

Dejar la ciudad de Zhangjiajie, aunque no lo supiéramos, supondría volver a vivir uno de esos días raros.
De buena mañana íbamos a la estación para comprar billetes con destino Hangzhou. Nos confiamos y en taquilla pronunciamos el nombre. El precio tan bajo que nos dijeron nos hizo sospechar que la comunicación no había sido ni fluida, ni acertada; así que volvimos a taquilla con el nombre escrito en chino. Efectivamente nuestra pronunciación todavía deja mucho que desear.
Por delante nos quedaban unas 20 horas de viaje, así que hicimos tiempo hasta la hora indicada. Cuando entramos en la estación en busca del bus (algo sencillo, si enseñas el billete), un hombre nos indicó que le siguiéramos y nos llevó a la calle, donde esperaba el bus con el motor encendido y casi lleno. Por los pelos.
El ambiente del bus es casi más caótico que el del tren. La gente escoge el asiento que le apetece aunque estén numerados, escupe en el suelo, tira las pipas a la basura pero siempre falla, ponen los pies en el asiento... Realmente todo esto lo hacen en el tren, pero quizás más comedidos por estar vigilados por el revisor. Cuando el de detrás nuestro se puso a fumar tan tranquilamente, alucinamos.
Estábamos cansados y pasamos el día entre lecturas y cabezadas. Entrada la noche el bus hizo una de sus paradas para hacer pis y/o comer, o eso creíamos, ya que cuando muertos de calor y sin encontrar la postura nos despertamos, vimos cómo faltaba la mitad de los pasajeros.

Con los pies hinchados como globos, decidimos ver qué ocurría. Nos encontrábamos en medio de la nada en una caseta llena de gente viendo una especie de novela. Imaginamos que era una parada para que el conductor descansara, así que decidimos unirnos a los chinos y ver la telenovela para matar el sueño.Volvimos al bus al amanecer y caímos roques.
En teoría aún quedaban 5 horas de viaje, cuando un hombre nos indicó que bajáramos. Estábamos en medio de la carretera, y había un chico joven con coche al que pagaron. Subimos cuatro personas detrás un poco apretujados, y recorrimos los últimos kilómetros a Hangzhou.

Ese día hicimos poco más que asomarnos al lago, ya que entre el agotamiento y la lluvia torrencial que se abalanzó sobre nosotros al empezar la visita, vimos que lo mejor era descansar y planear las siguientes etapas. Eso sí, salimos a cenar a una cadena de restaurantes locales, llamada Grandma’s kitchen que tiene a precio bajo una cocina deliciosa, incluyendo obviamente, las rarezas nacionales. Para tener mesa hay que esperar cogiendo turno poniendo el móvil. Como no tenemos móvil chino, nos plantamos delante de la recepcionista y al poco tiempo nos dio mesa.

A la mañana siguiente descansados, nos pusimos a patear la ciudad. Hangzhou es conocida por el West Lake, un lago de 8km² que la convierte en el paisaje que todo chino asocia en su mente con lo idílico, el cielo en la tierra.
Las flores de loto flotan tranquilamente, todas juntas para no perderse en la inmensidad del lago; los barquitos y barcas lo cruzaban, tranquilas pero seguras de lo que se hacen; los sauces llorones refrescan su cabellera en el agua y las montañas se alzan como telón de fondo. Una pintura china salido del lienzo y anclada en la realidad.
Viendo el calor que nos azotaba la cara y ponía a trabajar nuestras glándulas sudoríparas, envidiábamos a los sauces.

Entramos en el templo budista de Jingci, un oasis de tranquilidad en medio del bullicio turístico, ya que Hangzhou está entre los destinos chinos más populares y atrae a ingentes cantidades de visitantes que rivalizan con el loto por poblar el lago.
Nos pasamos el día paseando por la orilla del lago a excepción de una incursión fallida en busca de cualquier lugar refrescante que nos evitara comer sin acabar cocidos.

Cenamos de nuevo en el Grandma’s kitchen pero esta vez estaba lleno de gente y calculamos una espera de una hora. Pusimos un número chino al azar, por si acaso y haciéndonos los tontos, repetimos la acción del otro día, esperando pacientemente. La que daba las mesas (que era una mujer distinta), imaginó que no sabríamos o no podríamos coger número y nos coló a los 15 minutos de espera. Nos pegamos un banquete de ánguila, tofu picante, loto con miel y vieiras entre otros.

Dejar atrás Hangzhou para ir a Huangshan obviamente no iba a estar exento de desventuras, aunque esta vez no fuera por culpa de nuestra mala pronunciación. Google nos indicaba en el mapa, no sólo la estación del oeste, sino qué bus coger, dónde hacerlo y dónde bajar. Allá que fuimos confiando en “El que todo lo sabe” hasta que perdimos la fe tras dar una vuelta a la manzana y no encontrar nada parecido a una estación. Preguntamos a la gente, pero ninguno parecía entender nuestras preguntas. Desesperados, desayunamos, pensando que al final nos tocaría tirar de taxi aunque fuese más caro. Afortunadamente aprender ciertas palabras en el idioma del país es una ventaja, y con el estómago lleno, buscamos en una parada de bus la unión de palabras oeste, bus y estación y…¡Bingo!
Compramos billetes y esperamos la salida del bus.
Un trayecto de cinco horas, hoy por hoy, se nos pasa volando y llegar a Tangkou fue sencillo; pero Google nos tenía otra preparada con la ubicación del hostel.
La mujer del bus nos había preguntado dónde dormíamos y al bajar en Tangkou, viendo la dirección que tomábamos nos insistía en ir en el sentido contrario. Como no nos entendíamos muy bien y pensábamos que nos indicaba un restaurante, hicimos caso omiso. Al ver esto, la mujer me pegó en el brazo como una madre que te quiere remarcar que no seas cabezón, y volvió a marcar el sentido contrario. Al fin le hicimos caso. Buena elección.
Aún así, llegamos al hostel de pura suerte, pues entramos a preguntar por la dirección, ya que el nombre del lugar estaba en chino únicamente.

Ya instalados pasamos el día haciendo los preparativos para subir a la montaña al día siguiente. Pero eso amigos es otra historia...

4 comentarios:

  1. Veo las horas q pasáis en bus o tren y.....puf me canso...jeje ya no puedo seguiros....pero parece q sobrevivis sin problemas.
    Cuidaros. Os quedará ya poco por ver no? Disfrutar. Besos.

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    1. Queda muuucho por ver! China es enorme pero a nosotros nos queda poco para volver

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  2. Es todo precioso, pero...viendo el tiempo que pasáis en el bus o el tren, como dicen en casa de abuelita Rosario "perdono el beso por los coscorrones"
    Yo también me he cansado pensando en esas horas muertas. Besos

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