No es un chiste no, es una escena común de la Chumking
Mansion, pero primero lleguemos a Hong Kong porque aún estamos en nuestra
querida Hard Sleeper (litera dura) rumbo a Shenszhen, una ciudad fronteriza con
Hong Kong.
Por si alguien se ha perdido, Hong Kong es una región
administrativa independiente de China, por ello hay que cruzar la frontera. Y
como podréis ver más adelante, esta frontera no es únicamente una separación
física.
Pues bien, una vez bajamos del tren tuvimos que recorrer
pasillos, escaleras mecánicas y más pasillos para conseguir salir de China y poder
entrar en Hong Kong.
Cambiamos yuanes por dólares de Hong Kong y nos fuimos en
busca del hostel. Al salir del metro nos sentíamos en “otro país”: El claxon de
los coches se escondía tímido como con miedo a molestar, la mascarilla en la
boca y nariz parecía la nueva moda, los mogotes de Yangshuo eran remplazados por gigantes de hierro y éramos abordados por piratas de diferentes
nacionalidades que nos ofrecían alojamiento, trajes a medida o relojes ¡en
inglés!
Lo más desconcertante fue entrar en la Chumking Mansion,
donde estaba nuestro hostel. A este conjunto de edificios se accede por una
laberíntica galería con puestos de comidas del mundo, relojes, cambio de divisas…
añadid lo que se os ocurra; el crisol de nacionalidades es tan variado, que
parece que hubieran ido sacando las bolas de la lotería con las nacionalidades,
y tal cual leían la bola, plantaban esa persona en tan peculiar galería.
Comunica bloques de unos 10 pisos como mínimo, que albergan
a dos o tres hostels por piso. Baratos todos, pero los que vimos, a cada cual
más cutre y cochambroso. El blanco había desaparecido de la gama de colores
colonizado por el amarillo o el marrón. Teníamos reserva en un hostel y nos
recibió un africano, que nos puso en contacto con un chino. Este vino a
cambiarnos de bloque y hostel para acabar en uno regentado por una india.
Se hace cola en el ascensor ya que son muy lentos y
precarios. Mientras esperas en la cola te entretienes viendo la cámara del
interior de los ascensores que suben y bajan. Cómo decía antes se juntan tantas
nacionalidades, que subir en ascensor parece un chiste.
Después de instalarnos, decidimos dar un paseo por Kowloon
que es el sur de la península. Salir de la Chumking Mansion al mundo exterior,
fue un contraste: rascacielos que se alzaban imponentes, coches de lujo que ni
siquiera conocíamos, tiendas de todas las marcas caras con el aire
acondicionado al máximo… Hong Kong, Hong
Kong.
Después de comer unos deliciosos dim sum (son como unas
empanadillas de masa blanda y jugosas por dentro), paseamos por el Star Garden,
que dedica a los célebres chinos, su paseo de la fama particular.
Nos quedamos sin ver el Museo de Historia al confundirlo con
el de Ciencias, que estaba al lado. Pero nos contentamos jugando y
experimentando en este museo interactivo, junto con los niños que iban de
exposición en exposición tocándolo todo como si de hormigas buscando el camino
se tratase.
Al caer el día, fuimos al Victoria Harbour para ir tomando posición para ver el
espectáculo de luces y música. Ya era de noche y enfrente nuestro, los rascacielos
de la isla de Hong Kong, se vestían de gala con sus trajes de luces, orgullosos
de su presencia.
Empezaba el espectáculo y a los 5 minutos, imitando al
claxón de los coches, la megafonía quedó muda y nos tocó ver el insipido
espectáculo sin música ni voz.
Para olvidarnos del chafón fuimos a Temple Street, conocida
por su mercado nocturno, que como Chumkig Mansion tiene de todo, excepto el mix
de nacionalidades: karaokes, adivinos, ropa, accesorios para el móvil, cuadros…
Al día siguiente cogíamos el mítico Star Ferry rumbo a la
isla.
Hong Kong, Hong Kong
recordaba un poco a la gran manzana. Eso sí en cuanto a relieve del terreno gana
de goleada, es por eso que abundan las escaleras mecánicas en medio de la calle
para evitar a sus transeúntes, sudar demasiado. Comenzamos en la tranquilidad
del templo de Man Mo, que fue clave en el pasado de la isla cuando convivían
colonos británicos y lugareños, separados por la “frontera” de Aberdeen Street.
No pudimos resistir volver a comer dim sum para olvidarnos
del calor que abrasaba las calles.
Hicimos la digestión dando un largo paseo
por el Hong Kong Park, con sus lagos, cascadas, un aviario y 8 Hectáreas , que en definitiva
dan para mucho; y acabamos el paseo poniéndonos en cola para subir al Victoria
Peak.
Esta montaña de unos 500 metros , vigila Hong Kong desde
lo alto, de día y de noche sin descanso. Los visitantes le podemos hacer
compañía durante un buen rato; después de hacer una cola que ni las del Dragon
Khan, para subir en el funicular.
Subimos al icónico funicular, tras dos horas de espera, y
vimos como no era un mero transporte, sino que hacía las veces de show: sube en
un ángulo tan acentuado que la gente que va de pie, se tiene que agarrar.
Permitidme la exageración, pero a tramos se confundía con un ascensor de lo
vertical que se ponía. Obviamente los gritos de asombro y las risas, algunas
nerviosas, hacían de música ambiente
Arriba las vistas eran espectaculares. Hong Kong, Hong Kong.
La isla no dormía y parecía reviscolar después del día tan
caluroso que habíamos sufrido, como si se hubiese puesto aftersun, echado la
siesta y ya estuviera preparada para la fiesta. La gente se amontonaba y era
difícil hacer fotos sin sacar a otras personas. El silencio que reinaba desde
las alturas de aquel mirador, solo era roto por el sonido de las cámaras
empeñadas en inmortalizar esa postal nocturna.
Entrada la noche volvíamos a hacer cola para volver a
Kowloon, revivir los chistes de de ascensor y descansar.
Un escritor dijo de esta isla:”Es un espejismo de Manhatan
emergiendo del mar de China”
(El apoteosis final de la canción de Frank Sinatra cierra estas líneas)
It´s up to you Hong Kong, Hong Kooooong!.
Guau que maravilla...genial. me ha encantado. Besos.
ResponderEliminarGracias tía! Prepárate que dejamos la ciudad en la próxima entrada!
EliminarMuy real y ajustada a lo que vivimos mamá y yo en Hong Kong. Besos.
ResponderEliminar...pero en un hotel, no en un hostel
ResponderEliminarGracias papá, la próxima vez ya sabéis dónde alojaros!La Chunking Mansion vale la pena,jajaja
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