jueves, 22 de agosto de 2013

No hay dos sin tres (Bangkok)


Cambio de país y qué cambio. Nada más subir al Skytrain camino al hostel, una oleada de aire acondicionado bien fuerte nos empañó las gafas. Era una buena metáfora para expresar el shock cultural que nos produjo. Habíamos cruzado la frontera y parecía un nuevo continente. Gente a la moda, rascacielos, discotecas, centros comerciales...Bienvenidos a Bangkok.
Llegamos al Hostel aún flipando por el cambio de cultura, y fue lo que faltaba para dejarnos con la boca abierta. Estábamos ante el mejor hostel en el que hayamos estado nunca. El primer día lo dedicamos a descansar, que nos hacía falta, y el segundo paseamos por la parte más turística de la ciudad.

En la orilla este del río Chao Phraya se alza el templo Wat Arun, pero en la Oeste es donde se concentran la mayoría de lugares que piden foto a gritos. Lo más destacable son el Wat Po (Un templo budista enorme que alberga la mayor colección de budas de toda Tailandia y el Buda recostado mas grande del país), el Grand Palace (Antigua residencia de los reyes) y el Wat Phra Kaew (un templo dentro del recinto del Grand Palace que se regocija de tener el Buda Esmeralda, aunque realmente es de Jade). Estos tres lugares merecen una visita a fondo y un álbum de fotos sólo para ellos. Por desgracia ese día teníamos la cámara estropeada y nos tuvimos que contentar con fotografiar estas maravillas con nuestros ojos.
Por indicación de MaríSebastián que vivió en la ciudad, fuimos en busca del mercado vintage, que sólo abría los domingos. Pero el tiempo se alió con los imprevistos, y cuando llegamos al barrio era demasiado tarde como para ponerse a buscar, así que nos contentamos con visitar el mercado más grande de Tailandia (Chatuchak). No fue una mala solución

El tercer y último día en Bangkok, apareció el tercer mosquetero Guille, para unirse a la aventura.
Siete años después, nos encontrábamos de nuevo con la mochila sobre nuestros hombros. Y la aventura empezó a tope, como cuando viajamos juntos. En un día hicimos un recorrido bastante aceptable por la ciudad y resucitamos a nuestra cámara,  que volvió a ser feliz cazando instantes y congelándolos hasta la eternidad.

Intentamos ir al hotel Sirocco, quizá el hotel mas conocido de la ciudad, que aparece en la parte final de la secuela de Resacón en Las Vegas. Y digo intentamos, porque nos dijeron que había un código de etiqueta que exigía ir en pantalones largos y zapatillas. Nosotros íbamos en chanclas y nos quedamos con las ganas.

Cenamos en Chinatown, sumergidos en sus luces de neón, puestos callejeros y letras chinas por todos lados. A pesar de que al llegar el ambiente estaba decayendo por la hora que era, no se podía decir que la gente de por allí estuviese durmiendo. Cenamos pato y sopa a la rica aleta de tiburón  enfrentándonos a unos precios de europeos más que tailandeses. Aunque claro, pedimos exquisiteces.

Antes de volver a intentar subir al Sirocco, nos "relajamos" en una sesión de masaje tailandés de 2 horas. Nos relajamos entre comillas, porque en este tipo de masajes no es tarea fácil, ya que detrás del aspecto inocente de las tailandesas que dan los masajes, se esconden corpulentas mujeres que estiran todo tu cuerpo, en algunos casos hasta el dolor. Eso sí, se acaba con una buena tacita de té caliente riquísimo y un masaje facial en el que gracias a Dios, no utilizan las fuerza de la que antes habían hecho alarde.

De camino al Sirocco, tomamos un aperitivo tailandés: Gusanos, grillos y langostas. Y a pesar de su aspecto asqueroso, es un "plato" que nos acabó gustando. En especial las langostas, que era lo que más asco nos daba por su tamaño y parecido con el bicho original.

Para cerrar la noche, conquistamos la terraza del Sirocco. Curiosamente lo único que había cambiado en nuestra vestimenta eran las zapatillas. No íbamos bien vestidos, no íbamos elegantes, pero el código de etiqueta lo cumplíamos: pantalones largos y zapatillas. Un código un tanto extraño. 
Disfrutamos de unos cocktails a precios tan desorbitados como la altura del hotel. Las vistas que ofrecía sobre la gran urbe, ni que decir queda que eran espectaculares. Y desde allí, en silencio, nos enfondamos en nuestros pensamientos y disfrutamos hasta bien entrada la noche, de nuestra última jornada de excesos occidentales. Al día siguiente empezaba el recorrido por el tercer país, Vietnam, y como nos conocemos sabíamos que a partir de entonces, nuestro código de etiqueta estaría marcado por la mochila y el presupuesto diario se acercaría al precio de las copas que bebíamos lentamente. Mientras Bangkok bajo nuestros pies, fluía a su ritmo, al igual que el Chao Phraya.



1 comentario:

  1. Qué envidia... Tailandia, Vietnam... son los países asiáticos que mas me apetecen visitar. Y al leeros, mas aun. Qué todo os vaya bien chicos.

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