martes, 27 de agosto de 2013

Ciudades de novela y ciudades prohibidas (Hoi An-Hue)

14 horas de tren después, llegamos a Danang, nos peleamos con los taxis por intentar evitar la estafa y conseguimos llegar por fin a Hoi An. Ya nos encontrábamos en el centro de Vietnam. Durante las horas de tren había acabado de leer "El amor en los tiempos del cólera" y como por arte de magia me encontraba en esta ciudad que parecía ser el escenario en el que transcurre la novela. 

Hoi An es una ciudad tranquila, casi sin motos. La atraviesa un pequeño río y casitas coloniales de color amarillo pastel de una sola planta o dos como máximo. Las casas ocupan los dos lados del río formando el casco antiguo. En todo el casco suena una banda sonora con música occidental ambiental que da un toque irreal a Hoi An. Quizás por eso esperaba ver por algun lado un barco de vapor con la bandera amarilla izada. 

Paseamos por la ciudad, disfrutando de una buena comida y del mercado. Hacía dos días había sido el festival de la luna llena, y en dos días más sería el Festival de la fraternización entre Japón y Vietnam, pero no sabemos por qué, en el escenario preparado para esta última celebración, ya había actuaciones. Un grupo de vietnamitas cantaba, bailaba y tocaba canciones prácticamente sin respiro. Entre pausa y pausa los únicos que aplaudíamos eramos los occidentales. No llegamos a ver ni un aplauso vietnamita; no sé si porque les parecía muy cutre y no merecian los aplausos o por ser algo cultural. Una vez se puso el sol, paseamos sin rumbo fijo y fuimos a parar a un barrio no turístico, donde un grupo de locales, de edades comprendidas entre los 5 y 60 años, disfrutaban de una cena entre amigos y familiares al ritmo de buena música tecno a toda pastilla. Sorprendente.

Atraidos por el poco dinero que valía la cerveza, nos sentamos en un local al lado del río a descansar un rato. Acabamos cenando allí y en qué mala hora; las raciones eran tan pequeñas como los platos de cocina experimental pero la calidad no se acercaba ni de lejos a esta. Así que las cervezas nos salieron baratas, a cambio de la cena. 

Al día siguiente nos levantamos pronto para ir a la ciudad de Hue, antigua capital imperial. Habíamos reservado el ticket de bus en el hostel y obviamente esperábamos un bus con más turistas a parte de nosotros pero no nos esperábamos lo que nos íbamos a encontrar. Como si fuéramos personas VIP, nos encontrábamos en un bus en el que sólo el conductor hablaba la lengua local. Además de él no había ni un vietnamita a la vista dentro del autocar. No tenemos nada en contra de que haya gente que prefiera viajar con todo tripo de lujos o con tours con todo incluido, pero estando sólo 8 días en el país, personalmente preferiamos viajar mezclándonos lo más posible con la gente nativa para así podernos empapar un poco de su cultura. Esta vez no pudo ser, así que viajamos a Hue rodeados de occidentales.

Una vez en Hue, hubo un grupo de gente que llevaba mochila y quería dirigirse como nosotros al río. Nadie sabía muy bien dónde nos encontrábamos ya que el autobús no había parado en la estación de buses, como hubiese sido lógico. Así que como si de un episodio de Pekin Express se tratase, allí estábamos todos, por parejas o por trios, Lonely Planet en mano, intentando llegar al río.

Una vez situados, compramos el billete de tren para ir a Hanoi esa misma tarde y un poco a contrareloj, fuimos a visitar la Ciudad Imperial, en la que se encuentra también la Ciudad Prohibida o también llamada Ciudad Púrpura, a la que sólo podían acceder los emperadores de la época, sus familiares y su séquito. A pesar de lo que pueda parecer por su nombre, la ciudad imperial no tiene más de 200 años y quién lo diría, porque excepto algunas parates de esta inmensa ciudad amurallada, se encunentra todo bastante en ruinas.

Tres horas después de haber pisado el suelo de la ciudad de Hue, ya estábamos despidiéndonos de ella, a bordo del tren, en dirección al Norte del país. 

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