sábado, 17 de agosto de 2013

La conquista de los templos perdidos (Bagan)


Del 13 al 15, estuvimos en la Región de Bagan. Esta ciudad, que parece ser rivaliza con Angkor en espectacularidad, fue visitada por el mismísimo Marco Polo, y al igual que nosotros quedó maravillado. Bagan es una región a orillas del rió Ayeyarwady, rociada de unos 4000 templos, pagodas y estupas que formaron parte de varios reinados.

Llegamos a Bagan sufriendo el frío polar característico de los "night buses", y la ciudad nos arropó con su calor y una noche bien entrada a las 4 de la madrugada. Al recoger las mochilas, nos juntamos con un tinerfeño que habíamos conocido unas horas antes durante el trayecto y que iba a probar suerte en el mismo hostel que nosotros.

La suerte se hizo de rogar un rato y decidimos que mientras no tuviésemos habitación, la mejor opción era ir a ver amanecer, subidos a uno de los tantos templos anónimos que habitan la región, con nuestro nuevo compañero Fernando.
El primer día de los tres que hemos pasado aquí, fuimos  a visitar el Monte Popa. Este monte es conocido por albergar un templo budista en su cima y regalar magníficas vistas, pero lo más interesante que ofrece, es ser testigo de la guerra por el poder entre humanos y monos e incluso la guerra civil entre los diferentes clanes de monos. Una guerra a gran escala entre simios.
Visitarlo se presentaba tarea fácil, ya que nos unimos a un grupo de "chinos" (que resultaron ser vietnamitas), una catalana y dos escocesas para que saliera bien de precio el transporte. Pero por una extraña razón, el conductor a mitad camino, frenó y exigió más dinero a los que nos habíamos unido (los europeos) al grupo inicial. Nunca nos había pasado que acordado un precio, se cambiase de repente. Se ve que gente sin palabra hay en todos lados.

Así que dejamos a nuestros vietnamitas y nos tuvimos que buscar la vida para ir al monte de los monos.
Algunos dicen que la suerte no se encuentra, se busca. Nosotros después de preguntar a unos cuantos birmanos conseguimos una pick-up por menos precio y mucho más rápida que el bus que nos había abandonado.
Los europeos desterrados, vimos con una mezcla de curiosidad, miedo y divertimento cómo los monos se atacaban entre clanes, amenazaban o atacaban a los turistas, robaban a los birmanos que tenían puestos, eran atacados por birmanos con tirachinas que velaban por la "seguridad" de los humanos...una serie de mini batallas, que se libraban conforme íbamos ascendiendo a lo alto del monte. Las vistas desde arriba eran diametralmente opuestas: El templo y el paisaje llamaban a la calma y la contemplación.
Al bajar del templo, un mono al que me quedé mirando me enseñó los dientes y me amenazó como señalándome con la mano. Por suerte, un grito lo despistó: una de las escocesas estaba siendo atacada por otro mono, que la perseguía y sólo paró en el intento cuando una mujer birmana, alzó un palo y se abalanzó contra él. Era inevitable contener la risa.

Esa misma tarde y los dos días restantes, nos lanzamos a la conquista de templos sin tregua alguna, desde que salía el sol hasta que se ponía.

Nuestros barcos de conquistadores eran unas bicicletas ruinosas que apenas aguantaban un día sin presentar algún que otro pinchazo; nuestras armas, un mapa muy poco claro que invitaba a perderse, y al que hicimos caso en algún momento, llegando a aparecer en lugares inexplicables y en aldeas donde mientras unos niños ejercían de pastores, otros se divertían haciendo volar el cachirulo al atardecer; nuestros aliados de conquista, los lugareños que nos enseñaban sitios secretos para ver el templo con una perspectiva mejor, o que nos abrían en alguna ocasión templos cerrados, para que disfrutáramos como verdaderos exploradores, del silencio y abandono que sufrían o mejor dicho, gozaban, algunos templos.
Vimos todos los budas habidos y por haber (ya que normalmente hay unos 4 budas como mínimo por templo); escuchamos a los murciélagos quejándose por ser molestados, y como a los templos se entra descalzo, sentimos su presencia en alguna ocasión; evitamos chafar el cadáver de un escorpión del tamaño de un puño que era devorado por las hormigas; sudamos el esfuerzo que requiere descubrir los templos a pleno sol; conocimos cada día un poco más a nuestro compañero canario, que resulta ser amigo de unos familiares nuestros ¿Quién dijo que el mundo no era pequeño?; atravesamos una feria birmana en New Bagan (la pequeña ciudad que ha surgido de las cenizas de Bagan y que crece a su sombra) con carrusel de coches y motos de juguete amarrados con cuerdas a una estructura giratoria, una noria impulsada por la gravedad, puestos de snacks aceitosos, venta de objetos varios y Tómbolas. En resumen, nos empapamos de esta magnífica región.

El último día disfrutamos de un amanecer espectacular, solos los tres en lo alto de una estupa. Vimos cómo el sol despertaba y deslumbraba a la luna irrespetuoso con sus rayos. Coloreaba el cielo y poco a poco vestía de naranja a cientos de templos que poco a poco despertaban, algunos a regañadientes, y asomaban la cabeza conforme avanzaba la luz susurrando que era hora de ponerse en pie.
En la famosa "golden hour", había tantos templos, que parecía que las estrellas deslumbradas por la intensa luz, habían decidido echarse una siesta y cambiar el cielo por la tierra.
El atardecer no fue tan generoso y el cielo, para vengarse del sol, se recubrió de nubes, para despedirnos como nos había recibido, con un oscura noche, y en un bus como dormitorio.

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