miércoles, 28 de agosto de 2013

La bahía del dragón (Halong-Hanoi-Tam Coc-Hanoi)

Tras otras 14 horas de viaje para saltar en tren desde el centro hasta el norte del país, y tras reírnos de la curiosidad vietnamita al encontrarnos al revisor en uno de nuestros asientos "leyendo" uno de los diarios (aprovechando una escapada nuestra al baño) llegamos a la capital de Vietnam (Hanoi), pero antes de visitarla nuestros pasos se dirigieron hacia la bahía de Halong, uno de los sitios con más encanto del país. 

Como lo que más encanto tiene suele estar menos accesible, tuvimos que hacer un viaje de cuatro horas para llegar al puerto. Pronto pudimos comprobar que el guía tenía muy poca idea de cuál era nuestro barco, así que tal como descubrió hacia dónde tenía que llevarnos, su comportamiento comenzó a ser completamente eufórico; sin exagerar; a la media hora estaba subido como un mono al punto más alto de la cubierta, riéndose a carcajada limpia y pidiendo fotos.
El recorrido a la bahía fue espectacular y lo hicimos junto con una pareja de japoneses que estaban estudiando en Vietnam (uno de los cuales se sacó la licencia para conducir elefantes en Laos) y una pareja "de bien" formada por una argentina y un italiano que alucinaban con la poca previsión que había en un viaje contratado.

El nombre de Halong, según nos dijo el guía con su inglés-vietnamita significa dragón que desciende del cielo, así que las islas son las curvaturas del dragón que salen intermitentemente desde las profundidades del agua para ser contempladas por los que se acercan a ellas.



La primera parada fue al islote más cercano del puerto, que además de parecer sacado de Lost o de Jurassic Park, contenía en su interior una cueva llena de estalactitas que bien podía ser las entrañas de este verde dragón iluminadas de todos los colores imaginables.


Pero la joya en el recorrido fue la media hora que pudimos disfrutar a nuestro aire, escogiendo con un kayak el recorrido preferido. No dio más que para dar la vuelta a una de las islas, pero poder navegar a tu aire sin rumbo fijo y sin estar rodeado de barcos ha sido una de las experiencias más chulas del viaje.

Por la noche, paseando por el casco antiguo de Hanoi, el menú de la cena estuvo compuesto por platos de anguilas fritas y ranas. El ambiente nocturno en el barrio es increíble y a pesar de que no pudimos salir de fiesta porque a la mañana siguiente tocaba madrugar, pudimos empaparnos del bullicio de Hanoi disfrutando de una bia hoi (la cerveza de barril que une a los vietnamitas y extranjeros en sus bares) sentados en la calle en los taburetes vietnamitas, que parecen hechos para niños de cinco años.

El día siguiente nos llevó hasta Tam Coc, un pueblecillo cuyo río serpentea en medio de una cordillera de montañas tan verdes e impresionantes como las de Halong, pero menos conocido que la bahía. El paseo en barca es mucho más tranquilo y se hace en una barquita remada con los pies (sí, sí, con los pies) que te lleva cruzando tres cuevas. Una pasada.

Por la noche, de vuelta a Hanoi y antes de coger un tren hacia el norte, cenamos en un puesto callejero una de las carnes que se consideran más suculentas: la de perro. La verdad sea dicha, si no se tiene en cuenta los prejuicios culturales, la carne estaba buenísima. Tras las experiencias culinarias de los últimos días nos subimos de nuevo a un tren que nos llevó hasta el último destino juntos: Sapa. 



1 comentario:

  1. Uf lo de la carne de perro es muuuuy fuerte.
    La bahía de Halong im pre sio nantemente bonita bonita.
    Muchos besos aprovechar los últimos dias por aquí estamos esperando con muchas ganas de veros.
    Besos

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