sábado, 10 de agosto de 2013

El precio del dinero (Yangon)


Primer día en Myanmar y el olfato ya reconoce los olores penetrantes de su prima hermana la India con la que está pegada por el este; olores mezcla de especias, suciedad, calles embarradas de lodo negro, mercados al aire libre y de la humedad sofocante monzónica que se pega a la piel como en una sauna. Los cables eléctricos vuelven a dominar el cielo y los perros vagabundeando con la cabeza gacha, el suelo.



Desde el momento que empezamos a tratar de pagar nos encontramos con los surrealistas problemas del dólar. Los birmanos no aceptan dólares anteriores a los impresos en 2006 (en los billetes de 100 se diferencian por ser los de cabeza pequeña) ni rallados o manchados. Nadie sabe bien por qué, pero hablando con una pareja de turistas que conocimos camino a Kyaiktiyo (el segundo día) nos dijeron que habían leído en un blog que la razón es que llegaron a utilizarse billetes falsos tan bien hechos que que nadie se fía ya de que sean verdaderos los antiguos. ¡Ni los bancos! Lo surrealista es que además los billetes inferiores a 100$ se cambian a por un valor monetario menor de kyats (la moneda birmana). Entendimos todo esto cuando tratamos de cambiar dólares y tuvimos que conformarnos con cambiarlos en el mercado negro a un hombre que hacía sus negocios justo en frente de la tienda de intercambio oficial.

Lo más destacado de Yangon fue la visita a la Shwedagon Pagoda. La lluvia es intermitente pero cala cuando viene, y buscando el camino hacia la pagoda empezó a llover. Decididos a coger un taxi para llegar allí, un birmano nos dijo que cogiendo el bus 45 llegaríamos. El problema siguiente era interpretar los números birmanos. Imposible. 
Los buses pasaban, la lluvia no paraba y nuestra pronunciación de "Shwedagon Pagoda" no parecía ser la correcta porque nadie nos entendía. Decididos a tirar de estereotipos preguntamos a un monje que también esperaba en la parada y nos indicó el bus correcto. Así que allá fuimos, en un minibus urbano enlatado de birmanos de pie y con un suelo hecho de tablas de madera que dejaban entrever el suelo de la carretera. Es gracioso reconocer en las caras de los birmanos la misma curiosidad que uno cree tener en sus ojos cuando trata de entender el país y de empaparse de su cultura.


Vimos anochecer en el lugar más emblemático de Yangon, una pagoda (templo budista) cuya stupa (monumento cónico budista) mide 40 metros y está construida con oro. Una pasada. Allí acabamos el día; hablando con un monje muy pintoresco con ganas de practicar su inglés, que nos invitó a ir con él al día siguiente a sus clases. De hecho sacó su tablet y llamó por Skype a su profesor para que hablásemos con él. ¿Será que en Birmania también está de moda pedir a los monjes el B1? Quién sabe. Lo cierto es que fue el broche del primer choque cultural con el país que nos albergará durante los próximos diez días.







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