domingo, 16 de junio de 2024

Menú del día (Portland-Willamette Valley-Walla Walla)

Dejamos Alaska atrás y nos embarcamos en nuestra nueva aventura para recorrer el noroeste de los EEUU. Lo hacemos esta vez con una furgoneta, viviremos como festivaleros comiendo sandwiches y durmiendo en esterillas pero beberemos sólo los mejores vinos. 

El coche en cuestión es una Chrysler Pacifica con asientos reclinables que se esconden para dar paso a un suelo relativamente liso demasiado tentador como para pagar por un hotel de mala muerte. La primera noche batallamos en la oscuridad para descubrir el funcionamiento pero salimos airosos. 

Hagamos una breve pausa. Quizás esta sea la entrada que más días comprende de todo el blog. Así que para evitar hacer una lista de descripciones poco atractiva o demasiado densa, ordenaré los sucesos por temáticas y con el permiso del lector iré repasando las vivencias de estos días sin seguir necesariamente, el orden cronológico; convirtiendo en platos lo vivido para que sea más sabroso y apetecible de digerir. Sin más dilaciones, daré paso a leer el menú del día: de entrante tenemos sopa Pho de Portland, de plato principal, pollo reducido en salsa Willamette Valley, de segundo tenemos una Cheeseburger con música en directo y de postre coulant de Walla Walla. Todo está acompañado con mucho vino, así que comencemos antes de no ser capaces de acabar ¡Qué aproveche!

Empezamos con la sopa Pho de Portland. En honor a la verdad reconoceremos que sólo le dedicamos unas tres o cuatro horas, pero la primera impresión se acercó más a la sopa Pho que a una receta Wow. Chinatown nos acoge con una cantidad importante de sin techo que van vagando por sus calles algo abandonadas. Parece que el servicio de recogida de basura no es muy consistente visitando esta parte de la ciudad.

Los jardines chinos son, sin embargo, un oasis de calma y limpieza. Irónicamente sirguen su obsesión por el Ying y el Yang sin casi proponérselo. Hicimos una visita guiada para llenarnos de paz y cultura china antes de volver a las calles invadidas por la crudeza del capitalismo. Nos alejamos de Chinatown y recorremos los márgenes del río Willamette mientras caminamos por el parque Tom McCall. 

Nos ha entrado apetito así que comemos en un vietnamita muy económico apodado Luc Lac. Por alguna razón no nos decantamos por la sopa. Bajando la comida nos acercamos a la plaza Pioneer Corthouse antes de dar por concluida la visita a la ciudad. 

¿Se han quedado con hambre? No se preocupen que pasamos al plato principal. Para ello dedicaremos dos días reduciendo bien el vino en su salsa Willamette Valley. En esta región vinícola, se idean y dan forma, obras de arte líquidas provenientes de la naturaleza. Las viñas son las musas, los vignerons los escultores y los que las bebemos somos simples interpretadores del resultado.

Dedicando dos días a este museo interactivo, visitamos 6 bodegas centradas en su mayoría en las uvas Chardonnay y Pinot Noir, esta última, reina indiscutible del valle. Dos de las visitas las pudimos hacer gracias a la mamá de uno de mis alumnos. Haciéndonos pasar por “los Harrys”, conseguimos dos catas gratis en Archery Summit y Roco Winery. Sin suplantación de identidad, visitamos también Lingua Franca, Beaux Frères, Bethel Heights, Cristom Vineyards y Eyre Vineyards. 

Mención especial a las vistas panorámicas desde la bodega de Bethel Heights donde la camarera nos dio buenos consejos tanto de bodegas a visitar como de rutas de montaña que recorrer. En cuanto a los vinos, destacar los de Lingua Franca, de una complejidad e intensidad como ningún otro. Sin ambargo, como no quiero aburrir a nadie con eno-poemas que interesan sólo a unos pocos, pasaremos a degustar nuestro segundo plato.

La hamburguesa, la comeremos en Portland con música en directo de Motion City Soundtrack; una banda de rock que me ha acompañado desde la adolescencia. No es muy conocida pero ha conseguido hacerme vibrar con sus letras a lo largo de los años y sus canciones han pasado a formar parte de la banda sonora de mi vida. Esta es la cuarta vez que los veo en directo. La primera se remonta al 2011 cuando un joven Pablo, asiste a un concierto en North Carolina. Rebobinemos un año antes, si se fijan en ese que camina por la calle usando unos iPods, podremos ver a mi yo del pasado. Está escuchando las canciones del mencionado grupo y está motivándose para enfrentarse al TOEFL, examen que lo permitirá vivir un año en Wilmington, como estudiante de la UNCW, y eventualmente, asistir a uno de sus conciertos. Volviendo al presente entenderemos que fuese especial bailar, saltar y dejarse la voz al ritmo de “Everything is alright”. Bea en la distancia veía como su marido era engullido por los colosales cuerpos americanos en medio de un pogo. Salí airoso, muy sudado y feliz, habiendo sido teletransportado a diferentes momentos de mi vida.

Sin comerlo, pero sí bebiéndolo, hemos llegado al postre: Walla Walla es otra región vinícola que se encuentra más al este, dividida por los Estados de Washington y Oregon. Le dedicamos dos días y visitamos otras seis bodegas. Esta vez sin hacernos pasar por nadie y vaciando los bolsillos para poder catar oro líquido.

Esta AVA (American Viticulture Area) parece estar escondida detrás de colinas interminables de trigo vestidas de verde y amarillo. Si el fondo de pantalla de Windows no fue inspirado en estas colinas, deberían denunciarlo por plagio. Las Pinots y Chardonnays, son sustituidas aquí por una variedad más amplia: Viognier, Semillon, Garnacha, Syrah, Merlot y mucha Cabernet Sauvignon. Visitamos las bodegas Grosgrain Vineyards, Abeja, K Vintners, L’Ecole Nº41, Figgins y Force Majeure. Destacar la recepción que tuvimos en Abeja, en la que nos endiñaron una generosa copa de Chardonnay nada más llegar, como si de una boda se tratara. Por el camino, nuestro camarero nos hizo una breve introducción de la bodega. El carismático trabajador, un americano muy simpático que había sido profe de inglés en Galicia y se esforzaba en vano por hablarnos en español, llenaba el ambiente con su estruendosa risa que parecía la del malo de James Bond pero carecía de malicia. La Cabernet que nos sirvió era muy perfumada y el lugar con vistas a un jardín de flores que parecía más bien la paleta de un pintor, nos dejó encantados. 

También merece ser recalcada la visita a K Vintners. Su enólogo y propietario, Charles Smith, es una antigua estrella del rock y el ambiente rezuma Rock and Roll. La librería de vinos está custodiada por dos motos y ambientada con clásicos guitarreros. Para no desentonar, te sirven los vinos de pie uno tras otro como si tuvieran el pretexto de que nadie salga sobrio del lugar. Si se me permite un último apunte vinícola por si algún curioso se encuentra leyendo estás líneas, las Syrah de la bodega Force Majeure también nos dejaron sorprendidos por sus aromas perfumados, su profundidad y su mineralidad.

Con este último trago quizás sea el momento de reposar la comida y dar por finalizado el menú. El café lo dejamos para mañana que nos esperan 7 horas de carretera para plantarnos a las puertas del Glacier NP. Con tantas botellas de vino, mejor escondo la cuenta; a esta invito yo.

(9 de junio a 15 de junio)

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