martes, 25 de junio de 2024

En un área de descanso (Grand Teton National Park)

En un área de descanso, los rayos del sol calientan muy lentamente el Chrysler aparcado. En su interior, Bea y yo somos despertados por la alarma que nos insta a ponernos en marcha a las 6 de la mañana. 

El día anterior llegábamos a Grand Teton NP por la tarde, con la escena del atasco provocado por el grizzlie acompañado por sus tres oseznos. Antes de convertir el coche en nuestra cama, nos pasamos por el centro de visitantes para decidir qué rutas recorreríamos. El ranger nos aconsejó una caminata por el Jenny Lake, que pasaba por las Hidden Falls, el mirador Inspiration Point y se adentraba en el Cascade Canyon. El ranger se pone serio y añade: “Vale la pena llegar antes de las 7 porque el aparcamiento se llena y luego os será casi imposible acceder”

Y aquí nos tenéis, madrugando para poder hacer la primera excursión. Así que apaguemos la alarma y pongámonos en marcha. Con la visión reciente del grizzlie y los carteles que te preguntaban si estabas preparado para un ataque, volvíamos a caminar alerta, hablando fuerte, dando palmas y con nuestro viejo amigo el spray que sigue sin ser estrenado, y que así siga.

Bordeamos Jenny Lake, y el camino cruza el bosque frondoso asomándose al lago, todavía adormilado, y manteniendo sus aguas en una calma absoluta.

En una hora llegamos al mirador Inspiration Point, que ofrece unas panorámicas impresionantes. El lago parece un espejo en el que se mira el sol y se pavonean los árboles y las montañas colindantes. Una marmota pone la banda sonora, pegando gritos al aire de manera intermitente junto a su cría.

Nos adentramos unas millas en el Cascade Canyon. Las montañas, dominadas por el Grand Teton, nos miran imponentes mientras nosotros caminamos pasito a pasito hasta que nos encontramos en medio del camino con un enorme alce, que se alimenta sin importarle impedir a los excursionistas el paso. 

Pronto nos juntamos varios, disfrutando de ver de cerca al animal e indecisos por cómo proceder. Estos animales cuando sienten que su espacio es invadido arremeten sin previo aviso. En Alaska incluso los ponían por delante de los osos en la escala de peligrosidad por lo imprevisibles que son. Al ver cómo algunos de nuestros compañeros de aventura seguían adelante sin ser atacados, nos decidimos por continuar el camino.

El paisaje era precioso, decorado por un arroyo que serpenteaba a lo largo del cañón como si de una alfombra se tratara. Se nos hizo la hora de volver, así que dimos media vuelta para volver al lago, pasando por las Hidden Falls. Estas cascadas parecen literalmente escondidas ya que, aunque se las escucha, no se pueden ver casi hasta el final, cuando el camino da un giro para presentarlas abruptamente como si quisiera añadir un ¡Tachán!

Unos 30 minutos más tarde, una pareja con la que nos cruzamos, nos avisaban de la presencia de un oso en el camino. Con las alarmas encendidas, nos encontramos con un osezno grizzlie que comía apaciblemente. No nos detuvimos mucho tiempo por si mamá oso estaba cerca, pero nos sentimos afortunados por haber visto un alce y un oso de cerca y haber salido airosos.

Por la tarde, nos dimos un baño en el lago Jackson. Sus aguas frías, parecían templadas por las panorámicas de miedo que ofrecían las montañas nevadas.  Nos secamos al sol, disfrutando de nuestro “momento playa” y dejando secar lo vivido.

La alarma al día siguiente se despertó temprana a la misma hora, para permitirnos hacer una nueva ruta. Consistía en rodear el lago Phelps y adentrarse en el Death Canyon. 

La ruta esta vez parecía no cansarse de subir, acercándonos a las montañas. En un momento del ascenso con muy poca visibilidad, un animal nos pegó un susto de muerte al romper una rama. Esperamos un momento prudente, haciendo más ruido que nunca. Al girar la curva, el encargado de haber infartado nuestros corazones, ya se había ido. Sin pretenderlo y sin ser conscientes, nos vengamos de la naturaleza, asustando a una pobre marmota que casi cae redonda al ser sorprendida por dos caminantes ruidosos. 

Íbamos acompañados en gran parte del camino por un río bravo que por momentos parecía creerse cascada y aumentaba su velocidad. Aunque nosotros sabíamos que la bravura acabaría alimentando al calmado lago Phelps, al final del camino. El final del nuestro desembocaba la altura de una cabaña tan fotogénica como solitaria. Así que volvimos sobre nuestros pasos, esta vez descendiendo y recibiendo el desempate final de la naturaleza cuando un ciervo escondido, decidió moverse a nuestro paso, permitiédonos ver una piel marrón que obviamente confundimos con otro animal. Tras cuatro horas de caminata, volvíamos al coche.

Decidimos visitar un par de lugares de interés en nuestra carretera de vuelta, En el primero, en Menors Ferry Historic District, nos quedamos prendados con la sensibilidad del constructor de la “Chapel of the Transfiguration”

¿Cómo acercar a Dios en un lugar cerrado si toda su obra se encuentra en el exterior? ¿Es posible decorar un retablo cuya belleza se equipare a la propia naturaleza? La gran idea se hacía presente en un sencillo ventanal con vistas al exterior, así que celebramos la genialidad del arquitecto en silencio antes de volver a la carretera.

Paramos en Mormon Row, un abandonado asentamiento de mormones, presidido por un deteriorado granero que era agraciado por el horizonte montañoso. Un par de miradores después, estábamos de nuevo en el lago Jackson, con la intención de repetir baño con vistas privilegiadas. Dicho y hecho.

Acabamos la jornada, disfrutando de una pizza que nos supo a gloria antes de volver una vez más a nuestro aparcamiento gratuito. Grand Teton nos había regalado mucho más de lo que esperábamos y era momento de dejarlo reposar todo a la luz de las estrellas.

La luna gobierna el cielo, empeñada por luchar contra la oscuridad una noche más. En el interior de un Chrysler, los sueños se sientan al volante y se llevan de viaje a dos valencianos que se sienten dichosos, aparcados en un área de descanso.      

(22 de junio a 23 de junio)

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