sábado, 29 de junio de 2024

Asuntos pendientes (Badlands NP - Mount Rushmore - Denver)

El Travelers Inn Motel de Missoula se halla cerrado permanentemente. No era así la noche del 2 de septiembre de 2011 cuando Mike, un hombre de barba perfilada, facciones germánicas y un tatuaje de los Rolling en el brazo, cambió el rumbo de nuestro roadtrip por USA: “Si sólo os queda una semana de carretera hacer cada día memorable, pero no quiero convenceros, haced lo que creáis conveniente”. Su comentario nos hizo pensar y decidimos prescindir de la visita a Mount Rushmore.

La noche del 25 de junio de 2024, me encontraba de pie ante la “Avenue of flags”  mirando de frente las caras graníticas de los presidentes al fondo y me emocionaba al haber cumplido al fin, con los asuntos pendientes. 


Para llegar aquí tuvimos que recorrer casi 500 millas, traducido en 7 horas y media de carretera desde nuestra área de descanso en Grand Teton NP. Mediante la aplicación HipCamp habíamos dado con un camping a dos horas de Badlands y a 30 minutos de Mount Rushmore: el Bear Den Cabins. Regentado por Tammy, que es la propietaria del terreno, que colinda con su casa. Es una de esas mujeres con un corazón enorme que se preocupa por hacerte sentir en casa. Servicial, atenta y muy cariñosa, consiguió que nuestra estancia cerca del pueblo Hermosa en South Dakota, fuera excepcional.

El martes empezamos el día acercándonos a Badlands NP. Este parque, fruto de la erosión del agua, está lleno de formaciones de piedra arenisca, arcilla o caliza entre otras. El paisaje en algunos de sus puntos parece marciano. Además, estás formaciones se encuentran rodeadas por extensas praderas que aportan un toque de color a tanta desolación.

Hicimos dos rutas. La primera era el Medicine Root Trail, en el que nos adentramos en la pradera y pasamos cerca de cañones y formaciones que parecían castillos de arena construidos por algún gigante aburrido de tanto desierto. Mientras caminamos éramos castigados por un sol envidioso de no ser él el protagonista.


La segunda ruta, fue Notch trail, mucho más popular. En esta, se accede a lo alto de uno de los anteriormente citados castillos de arena, para recrearse con unas panorámicas del lado este del parque.

El resto de la tarde, recorrimos la carretera que atraviesa el parque nacional, haciendo paradas en los miradores y disfrutando del orden que posen las formaciones, que muestran con líneas perfectamente horizontales, que la entropía no siempre gana la batalla en la naturaleza.

También nos divertimos observando a los curiosos perros de las praderas, que se ponían en pie, oteando el horizonte y atentos a cualquier movimiento para poner tierra de por medio y esconderse en alguna de las entradas a sus ciudades subterráneas. Mientras, al fondo, los bisontes pastaban mansos y poderosos, aportando misticismo a la postal.

Volvimos al camping, nos duchamos, y fuimos hacia Mount Rushmore, para asistir al show nocturno que se celebra cada noche. 
Mirando las caras de los presidentes esculpidas en la montaña, les susurré que había vuelto para cumplir mi promesa de visitarlos algún día. George Washington, Thomas Jefferson, Tehodore Roosevelt y Abraham Lincoln, me miraban apáticos, presos en su cárcel de granito, que les otorgaba la inmortalidad. Sin embargo, sentí un guiño casi imperceptible, que agradecía la promesa cumplida.

El espectáculo nocturno era un cántico al espíritu americano, con los presidentes de espectadores en la oscuridad, la bandera iluminada y un ranger de maestro de ceremonias, que dio un discurso patriótico. A continuación, se dio paso a un documental en el que cualquier imagen de poder y libertad que se le venga a la cabeza al lector sobre la gran nación estadounidense, fue incluida y proyectada. Acabó la proyección, se cantó el himno, se iluminaron las caras de los presidentes y se recogió la bandera solemnemente. De este último acto se encargaron los veteranos y servidores a la patria allí presentes, agradeciendo con una gran ovación su sacrificio. No recuerdo qué soñé esa noche pero no me extrañaría que incluyese águilas, bisontes o a la estatua de la libertad de fiesta con los presidentes.

Al día siguiente, condujimos hasta Golden Gate Canyon, en Colorado, ya que el jueves teníamos entradas para el concierto de Blink-182. Así es, este viaje está lleno de déjà vus y guiños al pasado. Hace 13 años los vimos en Seattle y ahora nos tocaba Denver.

Pasamos toda la mañana del jueves, en el Museo de Arte de Denver. Las cinco horas se nos pasaron volando, las exposiciones “Biophilia” y “Seriously, sit down” nos encantaron. 

En la primera, se analizaba cómo la naturaleza y el hombre están relacionados y cómo a través del arte, se puede acercar esta conexión: planos de edificios que pretendían imitar diseños vegetales, ciudades que aspiraban a mimetizarse con bosques, cubertería con formas de plantas, lámparas que florecían, sillones inspirados en hortensias…You name it! Naturaleza al poder.

En la segunda exposición, se exploraba la importancia de un objeto tan infravalorado per tan necesario: las sillas. Se trataba de un recorrido interactivo que invitaba a sentarse en diferentes asientos con formas y materiales muy variados.

El resto del museo tampoco tenía desperdicio y rebosaba de obras de todo tipo: desde cuadros impresionistas hasta obras de arte moderno; desde objetos de la cultura europea a la nativo-americana, pasando por el hinduismo o el budismo.

Con el apetito lastrando nuestros estómagos, caminamos hasta el Central Market, recordando que muchas de las grandes ciudades de USA no son muy amables con el caminante y que evocan en cada cruce, la crudeza de su sistema. Un sistema que lleva a sus ciudadanos a tocar el cielo con las manos llenas de billetes, pero los baja al infierno en cualquier momento, como den un paso en falso.

Nos dio tiempo de visitar Black Shirt Brewery, una de las tantas cervecerías de la ciudad; y mientras hacíamos una pequeña cata de cervezas, intentábamos adivinar las preguntas del Trivial al que estaban jugando en vivo. Sin darnos cuenta se nos hizo la hora del concierto, así que nos pusimos en camino hacia el Ball Arena. Justo antes de aparcar, fuimos recibidos por los cuernos en alto de un fan, que nos daba la bienvenida sacando la lengua.

El ambiente rezumaba rock y los teloneros “Pierce the veil” se encargaron de llenar de gritos el recinto y hacer vibrar nuestros oídos con los acordes distorsionados. Daban las 21 de la noche, cuando el trío de California salió a escena, haciendo enloquecer al público y subir los decibelios a límites comparables a una mascletá. Tom, Mark y Travis dieron un gran espectáculo en el que no faltaron luces, explosiones de fuego, chistes malos y confeti con forma de espermatozoides. 


La canción “I miss you” me teletransportó a Seattle en 2011 y casi sentí como me abrazaba y cantaba junto a Enrique. Cerraron un buen concierto, algo corto desgraciadamente, con la nueva canción “One more time”; un cántico a vivir la vida asegurándose de decir a las personas que estimamos que las queremos, sin esperar a que sea demasiado tarde. No creo que sea casualidad que la canción acabe con la frase “I miss you”.

(24 de junio a 27 de junio)

No hay comentarios:

Publicar un comentario