El primer día en Yellowstone lo dedicamos a inspeccionar el cañón que comparte el nombre con el parque. Recorrimos el North Rim dirigiendo nuestros pasos hacia el oeste primero, hasta Inspiration Point; atravesando un frondoso bosque y pidiendo un día más a los osos que nos permitieran recorrer sus caminos sin tener que hacer uso del spray. Intermitentemente, el recorrido se asomaba al cañón, decorado de roca amarilla y rosa que acunaba al río, bravo en su paso por esta parte del parque. Como el avispado lector podrá deducir, el río comparte nombre con el cañón y el parque.
Al llegar al mirador Inspiration Point, libre de osos, dimos media vuelta para dirigirnos al este hacia el mirador Brink of Upper Falls. Por el camino, una marmota que tomaba el sol se nos quedó mirando curiosa mientras nosotros como locos, le sacábamos fotos sin permiso.
Ya casi estábamos llegando al final, cuando unas mujeres nos avisaron de la presencia de dos osos que estaban cerca de la gente. Con el corazón acelerado, pero en calma por la presencia de más gente, seguimos adelante haciendo un poco más de ruido. Efectivamente, dos oso negros estaban alimentándose tranquilamente, rodeados de gente en la distancia, ignorando a los paparazzis. Disfrutamos del espectáculo como niños, viendo por fin a estos animales que tanto nos han acompañado durante el viaje.
Empapados de alegría por sentirnos tan conectados con la naturaleza (no éramos conscientes de que esto sólo era una pequeña degustación de lo que llegaría), decidimos subir el Mount Washburn de 3115 metros.
La ascensión no es nada complicada; durante todo el trayecto se sube por una carretera forestal que llega hasta la cima. El paisaje es radicalmente diferente aquí, tratándose de un paisaje más alpino vestido de flores blancas, amarillas y unas diminutas de color azul preciosas.
La nieve hace acto de presencia conforme se aproxima el final del trayecto, allá donde las nubes se confunden con la lluvia helada. Las panorámicas son
envolventes durante toda la ascensión, pero en la cima da la sensación de que
mires donde mires, puedes comerte el horizonte y atragantarte de montañas
nevadas.
Parecía que el día no podía dar más de sí después de 20 kilómetros caminando, pero tuvimos una última buena decisión al recorrer la nacional 212 hasta la salida Noreste del parque. Tanto a la ida como a la vuelta nos empachamos de naturaleza en estado puro gracias a la biodiversidad que ofrece el Lamar Valley.
Este valle tiene de todo para formar parte de una postal: rodeado por altas montañas, y habitado por praderas y todo tipo de animales. En los arroyos las manadas de bisontes parecen pastar masticando los segundos para digerirlos bien con una calma absoluta.
Se podía observar a varias crías siendo amamantadas, y de vez en cuando, se levantan columnas de humo cuando uno de estos enormes mamíferos decidía retozarse y se dejaba caer en la tierra levantando las cuatro patas como si perdiera la vida. Estos animales, transmitían a la perfección la cultura americana del poder y la libertad.
Sólo por ver estas mansas criaturas valía la pena acercarse a esta parte de Yellowstone, pero además de los bisontes pudimos disfrutar de avistar también ciervos, antílopes, alces, un coyote que se escondía entre la maleza y además… ¡Un oso grizzlie! Estos osos enormes se escondieron de nosotros en Alaska y aquí estaba uno, comiendo tranquilamente, mientras lo fotografiábamos desde la seguridad de nuestro coche. Parecía que teníamos que tocar a las puertas de casa del oso Yogui para poder verlos. Digerimos el día que habíamos disfrutado con una cena en el coche y nos fuimos a dormir con la sonrisa puesta.
El día siguiente lo dedicamos a visitar una cara completamente diferente del parque, pero igual de importante: los géiseres y las fuentes de aguas termales. Bajando la carretera, paramos primero en Fountain Paint Pots, que siguiendo un agradable recorrido de madera, camina sobre varios geyseres y fuentes.
La siguiente parada fue el Midway Geyser Basin, que acoge entre otros fenómenos geotérmicos, al enorme Excelsior Geyser, que calienta el ambiente con su vaho permanente o la estrella del rock: el Grand Prismatic Spring. Este enorme cuerpo de agua caliente, parece expulsar humo azul y naranja gracias al reflejo de sus colores en el vapor de agua, que sube al cielo con la ilusión de ser nube cuando sea mayor.
Al visitar el Grand Prismatic Spring desde el mirador de arriba, se puede observar su belleza mucho más claramente. Como si de un pavo real se tratara, despliega un abanico de colores que cuesta creer que no forme parte de la ciencia ficción.
Para acabar la
visita, fuimos al Old Faithful. Un geyser cuyas erupciones se prevén con
bastante exactitud y son anunciadas en el Centro de Visitantes. Cuando llegamos
la erupción estaba anunciada en 50 minutos, por lo que tuvimos tiempo de ver
las exposiciones sobre geología y una película sobre la importancia de la
simbiosis entre los pájaros Cascanueces y los pinos de corteza blanca (los
árboles de los que se alimentan).
Tuvimos que
esperar más de 15 minutos para que el Old Faithful se decidiese a entrar en
erupción o como decía una frase en el Centro de Visitantes, para que nos dejara
ver el alma del interior del centro de la tierra.
La erupción llegó tarde, pero inundó el cielo con un torrente de agua que se elevó bien alto, siendo acompañado por un coro de “Oohses” generalizado. Tras más de 3 minutos de espectáculo natural, dejamos atrás Yellowstone, colmados de su naturaleza. La siguiente parada era el Grand Teton NP, que nos recibió con un atasco producido por un oso grizzlie, que caminaba junto a sus tres oseznos, pero eso queridos lectores, forma parte de otro capítulo que todavía está por escribirse.
(19 de junio a
21 de junio)
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