jueves, 1 de junio de 2023

Meiuqèr (Austin-Big Bend-Davis Mountains State Park)

Epílogo.

El inicio de este viaje comienza en Austin, tras el primer año como profesores visitantes superado. Y empieza por el final, con varias despedidas trepidantes, al más puro estilo Jack Bahuer de la serie 24; como dirían en La terreta, a modo de terratrèmol. Todo comienza con una cuenta atrás de tres días: el día 1 (jueves), tuvimos nuestro último día de cole con los niños, lleno de momentos agridulces. Nuestra primera tutoría como maestros en Becker Elementary, llegaba a su fin. El día 2 era el último día en la escuela y teníamos que vaciar toda el aula, dejándola estéril y desnuda, a barbecho preparándola para el curso que viene. Por la tarde noche, nos tocó despedirnos de nuestros queridos compañeros españoles, que zanjaban su aventura como profesores visitantes y como buena despedida española, se alargó hasta altas horas de la noche. El tercer día, nos tocó resucitar, despegar los ojos llenos de legañas y ponernos manos a la obra con la mudanza. Era nuestro último día en el Ranch. Nos pasamos el día haciendo cajas, transportándolas al storage (un búnker blanco inmaculado, lleno de persianas cerradas, gobernadas por un silencio terrorífico que sólo era acallado por la explosión de los focos de luces que se encendían al detectar nuestro paso). Llenamos nuestro habitáculo de recuerdos y muebles, que llenarán nuestra nueva casa cuando volvamos de viaje. Ya con la mudanza hecha, somos homeless hasta dentro de un mes, así que pasamos la noche acogidos por nuestro compañero Mr. Pascual. Una vez más, alargamos la hora de cerrar los ojos y despedir el día.

 

Capítulo 1. Inicio del viaje.

Para acabar este inicio apoteósico, nos quedan unas últimas gestiones, antes de salir definitivamente de Austin sobre las 15:00 del domingo 28 de mayo.

 

Preludio

¡Qué vergüenza! Con tanto trasiego, todavía no he presentado a nuestro personaje principal: es un Dodge Journey rojo de 7 plazas, que nos ofrecieron por el mismo precio que un coche de 5 plazas. Quizás no sea el coche más pintón, pero él será el encargado de recorrer todas las millas que nos quedan por delante y también hará las veces de casa en más de una ocasión.

 

Capítulo 2. Una noche más en vela.

Poco habíamos avanzado con tantas cabos por atar antes de echarnos a la carretera, y la primera noche, fuimos a parar un motel de esos que más que ofrecer descanso, ofrecen largas horas de sobresaltos nocturnos por ruidos extraños. Y es que el motel podía haber sido fácilmente el escenario de una adaptación de Stephen King.

 

Capítulo 3. Everything’s BIG.

Nuestro segundo día en la carretera, nos llevaría hasta el Big Bend National Park. Un parque nacional que, como todo en Texas, es ENORME. Aquí se conjugan la montaña, los cañones, el río y el desierto, en un paisaje ecléctico, interminable y dominado por un cielo despejado y un sol tirano. Llegamos por la tarde y decidimos explorar la parte este. Llegamos a un mirador desde el que se observaba el Río Grande, que hace frontera con México. Era surrealista pensar que un país como Estados Unidos, tenía una frontera a priori tan accesible y apacible. Al otro lado del río, una familia disfrutaba de la brisa en la orilla. En este lado del río se vendían artesanías sin nadie presente para asegurar la honestidad del comprador.

Por la noche, el Dodge se convirtió en casa, aparcados en un camping en medio del desierto y velados por una noche estrellada.

 

Capítulo 4. Deep in the heart of Texas.

El martes, amanecimos temprano con la idea de huir del calor insoportable de mediodía y nos dirigimos al Chisos Basin Visitor Center, para iniciar desde ahí una ruta de unos 20km que rodeaba las montañas circundantes (el South Rim). El inicio de la ruta aconsejaba de cómo actuar ante el avistamiento de un oso negro o un puma. Si la cafeína no había hecho efecto, las advertencias fueron suficientes para abrir nuestras pupilas de par en par. Vimos varios animales, pero ninguno letal: conejos, ciervos, ranas, un colibrí… La ruta, muy mal señalizada, nos perdió en más de una ocasión, pero también nos regaló unas vistas del Parque espectaculares. En medio del éxtasis panorámico, aparece un hombre como Dios lo trajo al mundo, ataviado con mochila. Nuestras caras, junto con las de otra pareja que estaba por ahí, escribieron un poema que hizo eco entre las montañas. Tardamos unos 7 horas en recorrer la ruta, y este personaje estrambótico que antes nos había enseñado sus vergüenzas, se volvió a cruzar por el camino como por arte de magia, esta vez, con su mochila y un bañador. A día de hoy, seguimos dando explicación a este fenómeno paranormal.

Pasamos la tarde en un bar de Terlingua, un pueblo fantasma que ha sabido vender su marca para sobrevivir. El bar en cuestión (Starlight Theater), parecía el setting de Abierto hasta el amanecer y era el antiguo teatro. Nos alimentó y nos hidrató con unas margaritas, que no fueron suficientes, para adormilarnos y superar la calurosa segunda noche en el Dodge.

 

Prólogo. Atardeceres.

El miércoles volvió a ser un día lleno de acontecimientos vertiginosos; Nos despertamos antes que el sol, para poder hacer una última ruta, antes de abandonar el Big Bend. La ruta en cuestión, Mule Ear’s Trail recorría 4 millas de desierto adentrándose hasta un manantial, que sólo dejaba entrever su presencia de agua por estar rodeado de vegetación. Por el camino, tuvimos la suerte de cruzarnos con dos Correcaminos, unas aves rapidísimas que como imaginaréis, inspiraron al personaje de los dibujos animados. Por suerte, el Coyote, no andaba al acecho.

Tras la caminata, subimos al coche para recorrer unas 100 millas hasta Alpine y sacarnos el carnet de conducir texano, después de dos largas horas de papeleos. Por último, quemamos un poco más de gasolina para llegar hasta Davis Mountains State Park, en Fort Davis; donde descansaremos, o eso esperamos, esta noche.

Empezábamos el blog al revés, por el final, y ahora toca acabar por el inicio.

Escribo estas líneas desde un mirador, con un sol de atardecer en lo alto de la montaña. Doce años después vuelvo a recorrer USA en roadtrip, con mi otra alma gemela. Casi todo es diferente: la ciudad, el coche, mi acompañante, yo mismo. Pero hay algo que no ha cambiado; el sol, espectador imperecedero, que moja de naranja, nuestros rostros una vez más, dando inicio a un nuevo viaje persiguiendo atardeceres.

2 comentarios:

  1. No dejes de escribir.. porfi..asi yo viajo, paso um poco de miedo y a por la siguiente entrada. Besos y abrazos para los dos.

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