sábado, 10 de junio de 2023

Dancing with the stars (Los Ángeles-Santa Rita Hills-Hearst San Simeon State Park)

Las estrellas sobre nuestras cabezas llevaban toda la noche de fiesta hasta que abrimos los ojos junto con el sol y decidieron continuar bailando en otro lugar del mundo. El lunes amanecíamos de nuevo en el Dodge. Los Ángeles nos esperaba junto con sus atascos y venía bien ser madrugadores. Como no queríamos dedicar mucho más de lo imprescindible en L.A. empezamos por la playa. Visitamos primero el barrio de Venice, llamado así por la presencia de canales que recuerdan a la ciudad italiana. Lejos del glamour que habíamos visto en las series, se respiraba un ambiente decadente. 

A tan solo dos calles del paseo, los indigentes parecían reclamar su derecho a un techo cerca de la playa, acampando y haciendo suyo, el Parking Público. El conocido Pier de Santa Mónica parecía un lugar más acogedor, con sus atracciones y tiendas, que nos hacían interpretar en nuestra cabeza, mil películas diferentes de las que no recordamos sus títulos.

Tras la playa, perseguimos las estrellas terrestres, y nos dirigimos a Hollywood. Nuestros ojos fijaban la vista en las inumerables baldosas estrelladas del suelo e iban a la caza de los nombres de actores, actrices, directores, guionistas y demás personajes del mundo de la farándula. También nos pasamos por el Dolby Theater, sede de los Oscar año tras año. y cómo no, dedicamos un tiempo a comparar nuestras manos y pies con los famosos en el Chinese Theater, lleno de baldosas dedicadas con las huellas de los más célebres. 

Subimos al observatorio Griffith, para seguir con nuestra caza de estrellas, esta vez mirando al cielo. Desafortunadamente estaba cerrado, pero aún así, merecía la pena la visita. Es en este lugar donde James Dean se paseó en "Rebelde sin causa" entre muchas otras escenas del imaginario Holliwodiense. Las vistas de la ciudad también hablaban por sí solas, dominadas por el conocido letrero con el nombre del barrio. El mismo que unos ilumniados quisieron emular en Cullera.

El martes era un día tranquilo en el que queríamos descubrir la región de Santa Barbara County a través del vino. Empezamos por la bodega Tyler en Santa Rita Hills, una denominación dentro del condado de Santa Barbara. Nos atendió un trabajador que nos dijo que no se hacían catas al público pero que como veníamos de muy lejos, podía hacer una excepción. "Pero sólo 30 minutos que lueo tengo una visita privada". Nos contó toda la historia de la bodega y los viñedos en un entorno privilegiado. Nos dio a catar tres vinos, que estaban riquísimos, se habían pasado unos minutos de lo prometido, por lo que preguntamos el precio para no robarle más tiempo. El trabajador quitándole importancia, se negó a cobrarnos y dijo que sólo nos había regalado un momento y hecho una cata muy informal. Por este tipo de personas, bodegas y proyectos, son por los que el mundo del vino me asombra cada día. He visitado bodegas de fama internacional que están lideradas por gente humilde, apasionada y muy accesible.

También fuimos a dos bodegas más, aunque en estas sí se hacían catas oficiales. En la primera, Liquid Room, estuvimos catando al lado de un personaje de esos con vocación de estrella. En un momento acaparó toda la atención del lugar. Era gracioso y dicharachero, pero al rato cargó de incomodidad el ambiente. Cuando se fue, se llevó con él una manta invisible de pesadez en el aire y sólo se respiraba alivio y calma. Disfrutamos de la compañía de la trabajadora neozelandesa, que también estaba más relajada. Era motera y enamorada de los roadtrips, así que nos dió más de un consejo. Los vinos eran el personaje secundario, pero hacían un trabajo excepcional manteniendo toda la escena. Aunque todos los vinos estaban buenos, La Chardonnay estaba espectacular. Acabamos las catas visitando Au bon climat, la bodega que puso en el mapa a Santa Barbara County. Esta fue la más fría de las tres y quizás por ello, la que menos duró. La lluvia caprichosa, decidió que nuestro día llegaba a su fin y nos quedamos sin visitar la ciudad de Santa Barbara. Volvimos al coche, para convertirlo una vez más, en nuestra cama.

El miércoles pasamos la mañana en la carretera, haciendo un alto en el camino en San Luis Obispo y visitando la misión. Las misiones en California abarcan unos 1000 kilómtros a lo largo de la costa y suelen ser iglesias humildes de la época colonial. Si el símbolo en Santiago de Compostela son las vieiras, aquí son campanas, que recorren la carretera, anunciando el "Camino Real" conectando las 21 misiones. 

El coche todavía nos descubriría dos lugares mágicos antes de acabar el día. El primero fue el Hearst Castle. Este castillo, rompecabezas ecléctico de las diferentes épocas y estilos del viejo mundo, rezuma derroche y buen gusto a partes iguales. Para que os hagáis una idea, aquí se puede encontrar una piscina inspirada en el mundo romano, rodeada de columnas corintias. Seguimos subiendo las escaleras para tomarnos con una fuente con esculturas egipcias y un poco más allá, un edificio que recuerda a una catedral europea. Bienvenidos al Hearst Castle. 

William Randolph Hearst, era un hijo único rico, que se embarcó en su sueño de construir un castillo para la eternidad en medio de una colina. Quería que le recordara a los viajes que hacía de pequeño con sus padres (ya fallecidos) y a los días de camping. Obviamente, entendían el camping de un manera muy diferente y glamurosa que la nuestra. El caso es que la construcción de su sueño le duró unos 28 años. Julia Morgan, primera mujer en entrar en la Escuela de Bellas Artes de París, fue la encargada de materializar este sueño y de soportar los continuos cambios de idea durante la construcción, de Hearst. 


Una vez conseguido, lejos de enclaustrarse en su palacio, lo compartió con las estrellas del momento: políticos, actores, actrices,  modelos...decía que de qué servía conseguir algo si no se podía compartir con los demás. Razón no le faltaba.


Por último, compartimos un rato de nuestra vida, con los elefantes marinos. Ellos, dormían, se tiraban arena, montaban escándolo o se peleaban. Nosotros, disfrutábamos del espectáculo de estos curiosos animales y les dábamos compañía (como si a ellos les importara). Caía la noche un día más como tantos otros. El techo del Dodge, nos impedía ver de nuevo a las estrellas con su movimiento nocturno lento pero contínuo. Poco a poco nos quedamos dormidos, nuestros brazos y piernas comenzaron su baile de espasmos. Quizás para acompañar a las estrellas en su fiesta nocturna ¿Quién sabe? Algunos dicen que estás hecho de estrellas. 


3 comentarios:

  1. Desde luego el relato es tan descriptivo que algunas veces resulta inquietante, a mi mete en el viaje, se ve que disfrutais. Seguir así y buscar otro "hotel", que ya me duelen los riñones solo de pensar dormir en el coche. Besos.

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  2. Que chulo todo.. pero dogo como el tío...porfa coger ya un hotel y descansar bien.. ese cuerpo os tiene q durar muchos años y hay q cuidarlo
    Mola mucho todo..disfrutar. bea está muy guapa en la foto
    . Un abrazo

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  3. ¡Qué alegría que podáis viajar con nosotros! Tranquilos tíos que la próxima entrada la pasamos entera en hostales ;)

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