lunes, 26 de junio de 2023

Las cicatrices de la tierra (Grand Canyon NP)

Las cicatrices son marcas que se nos quedan en el cuerpo de manera permanente, historias tatuadas en la piel que hablan de nuestro poder de adaptación y aprendizaje. Son recuerdos dolorosos que definen quiénes somos. También la tierra tiene sus cicatrices.

El lunes 19, llegamos al Grand Canyon National Park después de una larga jornada de carretera y dedicamos la tarde a comprar previsiones, descansar y brindar con un espumoso, dando “gracias por los días que vendrán” desde el corazón del South Rim. Para que nos entendamos, los 446 kilómetros de largo que recorre el Parque Nacional, están divididos en dos grandes mitades: El North Rim y el South Rim.

Teníamos la suerte de haber conseguido plaza en el camping Mather Campground, para la primera y tercera noche, pero nos faltaba la segunda; así que el segundo día, nos tocó madrugar para conseguir una plaza “first come, first serve”. A las 6:30 de la mañana, ya  estábamos una pareja de moteros y nosotros haciendo cola. Para cuando abrieron la oficina, el número de madrugadores esperando conseguir una de las 15 plazas, se había multiplicado exponelcialmente.

Con el triunfo en el bolsillo, nos fuimos en autobús hacia el oeste para recorrer el "Hermit Trail", adentrándonos en las entrañas del cañón. Encontrar lugar donde dormir, nos había obligado a empezar a caminar con el sol implacable sobre nuestras cabezas. La bajada fue sencilla, aunque prometía ser un reto volver sobre nuestros pasos por el gran desnivel. Siguiendo el camino serpenteante, el cañón ofrecía intermitentes vistas de primera que hacían olvidar lo que vendría más adelante. 

El destino de nuestra caminata era "Dripping Springs", un pequeño manantial sin mucha más gracia que la refrescante sombra y un goteo perenne de agua que daba vida a la vegetación alrededor, contrastando con el paisaje desértico. El poder del agua sacaba pecho dando vida gota a gota.

Tras descansar un rato, comenzamos la vuelta y la verdad es que se nos complicó bastante. Cuando quedaba una milla aproximadamente, pero todavía todo el desnivel por desandar, a Bea se le apagaron las luces. Por suerte las nubes y un árbol mostraron su benevolencia, permitiendo la existencia de sombras para que pudiéramos reposar y coger fuerzas, hasta retomar el camino cuesta arriba hasta el final.

Nos tomamos el resto del día con calma, reponiendo energías, agua y nutrientes. Aunque también hubo tiempo para recorrer el “Trail of time”; un camino de unas 3 millas que muestra, de manera didáctica el paso del tiempo. Cada metro recorrido, representa 1 millón de años de historia geológica con muestras de rocas de dicha edad. Una colección petrificada de historias silenciosas.

El tercer día, nos levantamos a las 4:30, para evitar al máximo el punitivo sol y ser capaces de bañarnos en el Colorado, que se esconde a una milla de profundidad, bravo y tentador. Esta ruta se desaconseja realizar en una sola jornada por la dureza de la misma; la combinación de desnivel acumulado junto con los kilómetros recorridos, aseguran una larga caminata. Doce años atrás, Enrique y yo realizamos la hazaña por el "Bright Angel Trail". 

Esta vez, decidimos seguir el "South Kaibab Trail" y medir nuestras fuerzas. A mitad bajada, el sol todavía estaba perezoso, y nosotros teníamos energía, agua y provisiones suficientes como para soñar con el espejismo que se hacía real río abajo. Así que continuamos bajando hasta llegar al Colorado. 

Durante la bajada, nos dimos cuenta que la mejor opción sería atacar la subida por el Bright Angel para ganar algo de sombra durante el recorrido, así que cruzamos el Colorado, conquistando los dos puentes que conectan el camino y sobrevuelan el río impasibles a la fiereza de su corriente.  

Almorzamos, nos bañamos, hidratamos nuestra ropa y sobre las 10 de la mañana comenzábamos la ascensión. La decisión que habíamos tomado demostraba ser todo un acierto, cada vez que cruzábamos por puntos de agua o penumbra intermitente donde poder refrescarnos y llenar nuestros pulmones de humedad. El sol justiciero, sin embargo, no nos abandonó en todo el camino complicando cada paso. Tras recorrer 26 kilómetros, acumular más de 1400 metros de desnivel y caminar durante 8 horas y media, nos colgamos la medalla de campeones y alimentamos nuestros cuerpos y nuestro orgullo, mirando al Gran Cañón y dando una palmadita a nuestras mundanas piernas, a las que tantas veces infravaloramos su poder.

Para completar el día, después de quitarnos todo el polvo de los huesos con una refrescante ducha, fuimos a despedirnos del Parque Nacional admirando la puesta de sol. Encontramos un hueco en primera fila, lejos del bullicio y nos regalamos una botella fresquita de rosado mientras nos bebíamos poco a poco el atardecer, mirando al río, invisible en lo más hondo del cañón.

El Gran Cañón impresiona por su monumental presencia. El agua, el viento y el tiempo han ido agrietando la tierra. Cuesta mucho explicar con palabras algo tan grandioso. El Cañón del Colorado es una verdadera obra de arte en 3D, con anchura, altura y profundidad, que además, huele a historia, huele a Jurásico. Es un testigo mudo de la historia de la humanidad y todas y cada una de sus cicatrices, al igual que las nuestras, lo definen y hacen tan bello.

1 comentario:

  1. Madre mía Pablo si con todo me quedo con la boca abierta o con rl corazón encogido o a punto de dar un grito..después de lo maravilloso de esta excursión..impresionante no mucho más.vero al final con copa de vino..de cristal..me alucina. Ya os digo yo q si toda esa ascensión...paso oor el puente q seguro se mueve...etc..soy
    incapaz..menos aún llevar las copas de cristal...creo q rn una de las millones de pájaros q me habrían dado las habría roto de rabia..con perdón de los destrozos.. habría recogido los cristales y seguro me habría cortado..jaja..esa soy yo..venga en poco nos vemos.

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