miércoles, 14 de junio de 2023

Ella es... (San Francisco)

Una niebla avanza lenta por la bahía. Poco a poco se va apoderando de todo lo que encuentra a su paso, llevándolo al mundo de las tinieblas y humedeciéndolo todo. Como cada mañana, la niebla también invisibiliza el Golden Gate, Alcatraz y otros edificios. Como un truco de ilusionismo, las diferentes caras de la urbe desaparecen al ojo humano.

Pero no os dejéis engañar; la niebla, no es más que otra de las mil caras de esta fantástica ciudad. La gente conoce el fenómeno de la niebla como “June gloom” pero al igual que llega, suele desaparecer, cuando el sol domina el firmamento.

Conocimos a San Francisco una tarde de junio y estuvimos con ella durante 3 días. Yo ya la conocí unos cuantos años atrás. Pero el tiempo pasa por todos; también por las grandes ciudades. Durante los días que la rondamos, fuimos entendiendo poco a poco sus múltiples personalidades.

Ella tiene genio y carácter, se entrevé en la isla de Alcatraz, conocida por su prisión de máxima seguridad. La isla sólo tuvo esta función durante 29 años, pero la fama que se fraguó forma parte del imaginario, de películas sobre grandes fugas, y de grandes historias que viajan de boca en boca para hacerse eternas. 

La isla también fue clave en el movimiento de protesta de los nativos americanos y deja espacio, además, para la reflexión del sistema carcelario, preguntándose si sería más rentable intentar rehabilitar a las personas, en lugar de enfocarse únicamente en el lado punitivo.

A ella le gusta la naturaleza. En el Pier 29, vimos como permitía a los leones marinos hacerse suyo el muelle, sin pagar más alquiler, que el soportar ser el centro de atención de los turistas que merodean el lugar.

No dejemos el mar todavía, sigamos navegando, y dirijámonos al Norte. El faro de Point Reyes se esfuerza por evitar el naufragio de los que se aventuran a surcar cerca de sus aguas. 

Mirar hacia el océano infinito con este en calma a pesar del cielo gris, acaricia el alma y despierta la imaginación; pero lo mejor es que al girar la mirada a la costa, ésta parece intentar imitar la magnitud del océano que la acaricia y se extiende por kilómetros perdiéndose a la vista.

Ella también tiene su lado oscuro. Nos lo enseñó sin previo aviso mientras paseábamos junto a ella, por el barrio de Tenderloin. Este barrio céntrico y pegado al ayuntamiento, está gobernado por hileras de tiendas de campaña, aceras sin limpiar, olor a orín y algunos muertos vivientes que caminan sin rumbo fijo durante el día. A uno le hace plantearse que se está haciendo mal en California, ya que el problema viene de familia, como habréis ido leyendo en otras entradas del blog.

Ella es rebelde y subversiva y en el sur, en los barrios de Castro y Misión levanta la voz ante las injusticias. Doce años atrás nos habíamos quedado a dormir Enrique y yo por estas calles. Todavía hoy, guardan un lado oscuro, lleno de pobreza. Sin embargo, por debajo, o mejor dicho por encima, los colores visten las calles, a través de pintadas que reclaman cambios, decorando edificios, como el edificio de la mujer, en pie de guerra desde inicios de los 80 por la consecución de la igualdad. Los colores también cubren algunos callejones y dan vía libre a la libertad de expresión del pueblo llano a través de pintadas más o menos artísticas. La música y la vitalidad, se siente en español y los negocios son colonizados por el mundo latino.

Ella es progresista y lo pudimos admirar al pasar por la “Grace Cathedral”, con sus escaleras decoradas con la bandera arco iris celebrando el mes del Orgullo; anunciando mensajes de “All are welcome” o “God loves everyone”. Nos llenó de esperanza ver una iglesia centrada en el amor más allá de las fronteras moralistas que algunos se empeñan en trazar.

Ella es exótica y lo muestra orgullosa en Chinatown, donde uno se teletransporta al otro lado del mundo a través de sus olores, sus sabores, sus negocios y cómo no, del idioma. El Chinatown de New York, parece Port Aventura si la comparamos.

Ella es europea y se respira en el ambiente: en Little Italy, en los cafés estilo parisino, en el poder andar por las calles y en un estilo de vida, que recuerda al viejo mundo. A medio caballo entre el viejo y el nuevo mundo, está su transporte público más conocido: el funicular. Sí señoras y señores, no es un ferrocarril. La gran diferencia reside en cómo se mueve: no lo hace a través del movimiento generado por el vehículo, si no que es arrastrado por unos cables subterráneos que lo dirigen y lo llevan a su destino.

Ella es atractiva, se observa al recorrer por sus calles draconianas, en especial las del noroeste. Subiendo y bajando la colina como una montaña rusa. En ellas, sacan pecho las casitas típicas de madera y diferentes colores; coquetas y elegantes, desafían a las leyes de la física y se mantienen rectas ante las cuestas más empinadas. Viendo la vida pasar con la cabeza ladeada. El reflejo de sus ventanas parece lanzarte guiños mientras te susurra “Vente a vivir en mi”. Y como un tobogán, bajan las calles en un vaivén que acaba en la bahía.

Ella tiene muchas caras, y tras tres días aprendimos a amarla como es; aceptándola en su complejidad con sus luces y sombras ¿Acaso no consiste en eso el amor?



3 comentarios:

  1. Que bonito... me gusta mucho.salgo del trabajo y estoy exhausta...no me da para poner nada más. Cuidaros y disfrutar

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  2. Bueno, en San Francisco no hay vino o que? Precioso relato.

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  3. Perdon perdón, que creo recordar que el "san francisco" no lleva alcohol

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