jueves, 22 de junio de 2023

Una serie de catastróficas desdichas (Death Valley NP-Las Vegas-Zion NP)

A pesar de no ser esta la historia de los tres huérfanos de la familia Baudelaire, sí es cierto que relata una serie de catástroficas desdichas ocurridas en nuestro camino por el suroeste estadounidense. A diferencia de la serie de libros de Lemony Snicket, sin embargo, estas desventuras sí tienen un final feliz.

Acompañádnos en nuestro viaje a través de California mientras despertamos en un camping con unas vistas de ensueño. El coche está aparcado mirando a un lago que refleja las montañas nevadas y la temperatura es menor de 10 grados centígrados, pero no tiritéis, en una hora será multiplicada por cuatro. Mientras desempañamos el cristal, cubierto por los vahos producidos por nuestros sueños, asoma el primer infortunio: aparece un nuevo personaje, al inicio tímido, materializándose como una grieta en el parabrisas. Ahora sólo es de unos pocos centímetros pero como todos con el paso del tiempo crecerá y al final de esta entrada, será todo un adulto y será nuestro compañero en lo que queda de viaje. Con la aparición agrietando nuestro Dodge, pegamos un salto en el tiempo y cambiamos de escenario. 

Las ruedas del coche giran frenéticas y recorren el desierto, desafiando a las altas temperaturas mientras la carrocería nos protege con el aire acondicionado aislándonos en una burbuja. El calor del desierto parece impedir la señal de los móviles y no permite que escuchemos música. Es entonces, cuando ocurre; un estrépito monstruoso estalla sobre nuestras cabezas erizándonos la piel. Al momento, un caza aparece y se aleja, maniobrando muy cerca del suelo. Nuestras mentes rezan porque no se estrelle delante nuestro, cuando un segundo rugido nos para el corazón. En un abrir y cerrar de ojos, aparece y desaparece un segundo caza. El desierto se queda en silencio y nosotros con el pulso congelado, no atrevemos a romperlo. Sin embargo, fruto de la adrenalina o de la emoción, un grito se escapa sin permiso de mi boca.

Ya estamos cerca del último destino en California: Death Valley. Detrás de unas elevadas montañas, vemos el desolador y desértico "Panamint Valley", antesala de "Death Valley". Antes de llegar, una nueva cordillera reta de nuevo al coche, a través de pendientes que nos protegen del famoso Valle de la Muerte. Las temperaturas abajo, llegan a ser de las más elevadas del mundo; de ahí su mortuario nombre. 

El Dodge empieza a adentrarse en este Parque Nacional, recorriendo una carretera que parece infinita. La alianza entre la fuerte pendiente y el asfalto lleno de baches, convierten el camino en una montaña rusa permanente; un vaivén que produce vuelcos en el estómago hasta llegar a las entrañas del valle.


Durante el día dedicamos tiempo a explorar Death Valley, visitamos las dunas, que parecen traídas del lejano Oriente y depositadas en medio del valle; nos adentramos en el Gold Canyon soportando los 43 grados centígrados que marca el termómetro; recorremos la "Artist Drive", protegidos por el vehículo y admirando la paleta de colores que tiene la tierra para los que se aventuraban a pasar por ahí plantando cara a la deshidratación; caminamos por la cuenca Badwater, el punto más profundo, a 86 metros por debajo del nivel del mar; donde un camino de sal llega hasta el río Amargosa que aparece y desaparece de manera fantasmagórica. 

A lo largo de todo este recorrido, alimentada por los cambios de temperatura entre el exterior y el interior, nuestra amiga la grieta va creciendo a pasos agigantados y entre tanto, la noche se nos echa encima y viene acompañada de una tormenta que por suerte, parece quedarse de turismo en el valle mientras nos alejamos respirando tranquilos, ilusos de nosotros.

Estamos bajo la carpa en la que dormimos esta noche; un viento atronador amenaza con llevársela de paseo mientras dentro encontramos cuatro ojos abiertos de búho. Sí, somos nosotros incapaces de dormir entre el sonido ensordecedor del viento, la sesión de flashes continua e incansable de los rayos que rasgan el cielo y amenazan con destruir el planeta. Buenas noches.

Abrimos un ojo, la tormenta ha pasado y estamos a salvo en los futones de la carpa. Ahora son unos sonido guturales los que rompen con la calma. Me aventuro a apostar por jabalíes, pero unos rebuznos parecen indicar que se trata de algún tipo de équido. Sea como fuere, los Jinetes de la Muerte parecen haber dejado libres a sus animales para que pasten en la oscuridad de la noche.  


El calor del nuevo día derrite todas las pesadillas y seres del averno. Estamos vivos, y queremos celebrarlo huyendo rápidamente antes de que sea demasiado tarde. Aún así, nos queda subir a 1600 metros sobre el nivel del mar para verlo todo con perspectiva desde el mirador "Dante´s view". Las vistas como imaginaréis, son escalofriantemente impresionantes.




Nuestro siguiente destino está en Nevada y no es otro que Las Vegas. La ciudad de las luces de neón, de la fiesta, el derroche, el pecado y el lujo, sólo tiene una divisa. El pasaporte que aumentará la diversión es diversamente proporcional al agujero que se creará en tu bolsillo conforme se quemen los dólares. Como queríamos mantener vivo nuestro presupuesto, la ciudad nos regaló poco más que un escaparate tras el que ver y no tocar. No obstante, para no ser unos aburridos y decepcionaros, aludiremos a la conocida expresión "Lo que pasa en Las Vegas...", mientras el Dodge le da la espalda al famoso cartel "Welcome to Fabulous Las Vegas".  


En busca de nuevos horizontes, cruzamos al estado de Utah. Damos una vuelta más larga para recorrer los pasos del pasado y volver a conducir por la Route 66 recordando que lo importante no siempre es el destino. Con la añoranza superada y las notas de Rock and Roll acompañándonos, nos ponemos en ruta camino a Zion National Park. 


En esta reserva natural, el Cañón Zion ha esculpido en piedra roja, que parece arcilla, altos y fotogénicos acantilados. Una flota de autocares conecta frecuentemente los senderos para facilitar las excursiones. Los autobuses, de dos vagones, presentan el Parque Nacional a través de grabaciones, mientras lo atraviesan, al más puro estilo Jurassic Park.   




Como sabéis por el título de la entrada, la suerte no parece caminar junto a nosotros estos días y una de las rutas más conocidas está cerrada por inundaciones. Nos inclinamos por hacer la caminata de unos dos horas a las "Emerald pools". En este trail, se llega a unas piscinas naturales, que aunque no tienen mucho interés, gozan de unas vistas del Parque que valen la pena. Al final del camino, cómo no, la fortuna nos tenía preparado una sorpresa y nos obligó a tomar una decisión: volver por el mismo camino o atravesar el río. Descalzos y arremangados tomamos la determinación de seguir el camino del agua. 

El último día en Zion, madrugamos con la ilusión de tocar el cielo. Fuimos recorriendo el "Angels landing trail" sin parar de subir hasta llegar a unos 1700 metros. El nombre de la caminata se debe a que un pastor metodista dijo que únicamente los ángeles podían aterrizar al final de este camino. 




A tan sólo media milla para acabar, tuvimos que parar, ya que se requiere permiso, y dejar que nuestra imaginación subiera a lo más alto de la cima. Nos contentamos con las vistas desde el mirador Scout, desde las que el sol mañanero revestía las montañas rojas de un naranja esperanzador que auguraba el inicio de un nuevo día y con suerte, el final de una serie de catastróficas desdichas    

   

2 comentarios:

  1. Uf antes de empezar a leer..ya estaba asustada..menudas aventuras!!! Yo habría chillado a la primera...jaja..memos mal q todo bien.. cuidaros mucho. Un súper abrazo fuerte.

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  2. Death vallel, Death vallel, lo repito para que no se me olvide que no iré jamás.
    Relato estremecedor, incluida la exhibición aérea, hasta el intermedio de Las Vegas.
    Después cambia, la montaña es vida, la montaña, verde, agua, eso sí me gusta, menudo viaje nos estamos pegando. Gracias por compartir
    A propósito arreglar la grieta.
    Besos

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