Tras el parón forzado por culpa de la pandemia, nos ponemos las mochilas de nuevo, esta vez con mascarilla y volvemos a la carga para relatar en esta ocasión, las aventuras y desventuras de una luna de miel en las antípodas.
Todo empieza apenas 24 horas después de la boda. Como es normal, con tan poco tiempo de asimilación y tras 28 horas de viaje, la promesa de un día lleno de turismo era poco realista. El cansancio nos pasó factura y la siesta se alargó involuntariamente hasta que se asomó la noche.
Con ganas de cenar y conocer algo la ciudad, nos acercamos a la bahía para ver la imponente Opera House de Sydney y el Harbour Bridge. Estos edificios, al igual que la Pedroche o Ramón García, anuncian inmutables la llegada de un año nuevo, llenando el aire de fuegos artificiales, varias horas antes de que en España nos llenemos la boca de uvas.
Mientras nos hacíamos fotos, unos ruidos estridentes llamaron
nuestra atención. Alucinamos al ver como unos murciélagos del tamaño de
gaviotas, iban y venían de un árbol a otro alborotando la iluminaria de las
farolas y llenando de sombras el suelo de la ciudad mientras su primo Batman
sonreía orgulloso. La fauna de Australia nos daba la bienvenida, recordándonos
con sus diferencias, que habíamos cambiado de continente y hemisferio. Era
martes, pero la gente parecía tan confundida por el Jet Lag como nosotros y
llenaban los bares completamente peripuestos como si de un sábado se tratara.
Nosotros sin embargo, decidimos arrancar la página del calendario entregándonos
al sueño.
Nuestro último día en la ciudad, antes de comenzar el road trip,
continuó siendo como pasear bajo la ducha de casa. El paraguas parecía una simple
decoración sin funcionalidad alguna y en ocasiones, era motivo de burla por
parte del viento que se empeñaba en demostrar que todos los paraguas son
reversibles.
Seguramente el lector nuevo de este blog, se asombrará cuando
lea que nos costó lo suyo encontrar la caravana, ya que ha dado por supuesto
que todo en este viaje estaba planeado y atado. Los que nos siguen desde hace
años puede que no se lleven la misma impresión. Sea como fuere, empapados de
agua y para qué engañarnos, calados un poco de la desesperación del que busca, habiendo
recorrido la ciudad y desgastado el teléfono gratuito de llamadas nacionales, conseguimos
al fin, nuestra preciada casa ambulante y nos lanzamos a la carretera.
Aparcamos detrás de una gasolinera y nos entregamos a los espeluznantes
susurros de la carretera, al sueño intermitente y al dar vueltas en la cama
esperando con los brazos abiertos y la esperanza insomne, la visita de Oniria.
Te echaba de menos.0.y pensé a al estar tan lejos...lo más lejos q podemos estar, no te quedaban fuerzas para escribir. Eres total mi.querodl pablito. Disfrutar a tope.se q llegasteis bien por tu padre...y seguro q va a ser un súper fantástico viaje. Cuidaros mucho y descansar también.
ResponderEliminarHola pareja, me alegra viajar con vosotros,jeje, con la descriptiva narración de Pablo me parece estar viendo a Batman por el cielo, los paragúas del revés y el telón de lluvia tapando la vista.
ResponderEliminarPor favor, SED FELICES.
Con fans tan acérrimos, da gusto dedicar un rato de los viajes a escribiros las experiencias que vivimos ¡Un besazo!
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