Aconsejados por Vicent, el primer día de nuestra vuelta nos
dirigimos a la Isla Raymond. La lluvia nos acompañó todo el camino desgastando
el limpia parabrisas. Nos desviamos para ir al Wilsons Promontory National Park,
el Parque Nacional que alberga el punto más sur de la isla. Como el temporal
venía con nosotros de polizón, no pudimos aprovechar mucho nuestra visita al
parque nacional y nos limitamos a comer en nuestra caravana con una comida made
in Australia a base de un pan buenísimo que compramos en el Queen Victoria
Market, en Melbourne, un salchichón de carne de canguro, papas y Vegemite. Todo
por supuesto, condimentado con buenas vistas dentro del Parque.
Llegamos de noche a Eagle Point, un pueblito a medio camino
entre Melbourne y Sydney. Pasamos por Paynesville a por unas pizzas y gozamos
de una cena en la campervan para recobrar fuerzas de un día lleno de asfalto y
lluvia.
Al día siguiente fuimos pronto a Paynesville para acceder a
la Raymond Island, una pequeña isla a la que se accede en ferry y que se ha
hecho conocida porque al parecer, cuando se temía por la extinción de los
koalas, se permitió que se comportaran como bonóbos en este lugar. Esto permitió
que procrearan de tal forma que la gente pueda venir a ver a los koalas en su
hábitat e irse con fotos aseguradas.
Tardamos un rato en ver al primer koala y
pensábamos que nuestra suerte estaba maldita. Nos tranquilizó ver que en los
letreros del Koala Trail, efectivamente, le han puesto nombre a un recorrido
para ver a los koalas, se podía leer que estos marsupiales duermen unas 16
horas. Nos armamos de paciencia y entendimos que no fuera tan fácil avistarlos.
Al ver al primer koala, sintiéndose observado, se desperezó y empezó a
rascarse, pero al ver la expectación que había, volvió a echarse a dormir. Sin
embargo, una vez vimos al primero, empezamos a ver uno tras otro. Eso sí, todos
dormidos o aletargados.
Además de koalas vimos una barbaridad de loros arcoíris,
cacatúas y cucaburras. La visita a la isla había valido la pena. Volvimos a la
carretera hasta las 16:00 que dimos por cerrado el día de roadtrip. Habíamos
reservado un motel de Bega, ya que esa noche, nos jugábamos de madrugada,
nuestro futuro el curso que viene.
Al día siguiente con el año en Texas asegurado, después de mirar
el mapa, decidimos avanzar unos kilómetros hacia Sydney y fuimos hacia la bahía
Jervis. Improvisando un poco, paramos a comer de picnic con vistas a la playa
en la Reserva Natural de Cullendulla, acariciados por la brisa marina y por los
vientos del Oeste que anunciaban nuevas aventuras, pero también alguna
incertidumbre y algún miedo.
Mientras hacíamos la digestión continuamos remontando hacia
el norte y prácticamente de casualidad, nos topamos con un el Parque Natural de
Booderee que decidimos visitar y acertando una vez más.
Recorrimos las carreteras del parque por bosques de eucaliptos que parecían sacados de
Jurassik Park y que parecía que querían bañarse llegando casi a besar la
orilla. Un ualabí cruzó peligrosamente por delante nuestro quizás, para
saludarnos. Un canguro menos temerario, también quiso despedirnos de
Australia y estaba tan tranquilo a un lado del Parking.
Nos dejó acercarnos bastante y luego se fue dando botes para despedirse
apropiadamente.
Las playas que daban a la bahía eran de arena blanca y agua
cristalina. Incluso llegaban a transportarnos al Caribe. El agua era tan nítida
que hasta se veía la sombra de una manta enorme que estaba creando expectación entre
los que estábamos mientras bordeaba la costa.
Con todas estas postales llenas de naturaleza en nuestra
cabeza, acabamos el día buscando como locos el camping de la ciudad de Norwa. Ya
era de noche y ni el Google maps, ni el GPS nos ayudaban a encontrarnos. Al final lo entendimos y todo encajó:
el camping estaba en medio de un polideportivo. Así que aparcamos al lado de un
campo en el que entrenaban a fútbol australiano o footie como ellos lo llaman e
intentamos dormir lo que pudimos. De buena mañana ya estaban los loros y cacátuas
chillando como locas, para cerrar el círculo de naturaleza del que habíamos
disfrutado estos días.
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