sábado, 23 de abril de 2022

Bienvenido al temporal (Melbourne)

Melbourne combina a la perfección la decadencia con lo moderno. Están orgullosos de su café, que para no mentir está bueno, pero a decir verdad es lo más parecido a un estilo Espresso europeo, que hemos probado durante el viaje. No tiene mucho más de especial.



Desde el momento del desayuno, sentimos como se combinaba tan bien, lo cutre con lo contemporáneo. Al más puro estilo hípster. Algunas calles tienen un punto decrépito y descuidado, pero colindan con edificios espectaculares. Es una urbe ecléctica que recuerda a barrios como Ruzafa o el Carmen en Valencia.




Recorrimos sus calles con la amenaza de lluvia sobre nuestros cogotes. Sí señores, el temporal parecía estar Back in Black, y nosotros recorríamos callejones llenos de grafitis, algunos de ellos dedicados a la banda escocesa-australiana que daba nombre a la calle “AC/DC Lane”.


Visitamos el Queen Victoria Market aprovechando que había una tregua entre las nubes y nosotros. Era lunes de Pascua y la hora avanzada no acompañaba, por lo que, no estaba engalonado y con todos los puestos abiertos. Aún así, su tamaño y diversidad, era sorprendente. Paseamos un rato por sus calles antes de dirigir nuestros pasos hacia el sur. Hicimos parada en la State Library, como un oasis en medio del desierto, esta biblioteca luminosa es un remanso de tranquilidad, en el que la cultura se alimente de los aventureros dispuestos a darle cabida.

Repusimos energías en Chinatown, ya que era el único barrio en el que encontramos la cocina del restaurante abierta en horario de comida europeo. Corrijo, en horario de comida español: 14h30.

Después de comer, nos hicimos un digestivo en un rooftop bastante chic en el que no servían otra cosa que no fueran cocktails acompañados de música tecno pinchada en directo. El Dj parecía ser sacado de la ruta del bacalao, o al menos, parecía ser íntimo amigo de Chimo Bayo. Acabamos el día haciendo cola, como buenos nativos, en uno de los restaurantes más conocidos de Ramen, con la idea de cenar algo especial en nuestra caravana.

Al día siguiente, los punteos frenéticos de Angus Young y los “Ah ah ah aha!!” en coro, nos atraparon y el temporal del que habíamos huido en Sydney, rompió sobre nosotros derramando medio océano, quizás regalándonos retazos de la Ocean Road.

Amenazados por una ducha permanente, nos dirigimos al NGV: Museum: National Gallery of Victoria. Un museo enorme, que tiene una variedad de estilos, épocas y exposiciones envidiables. Uno de esos museos que no se acaban en un día. Disfrutamos de sus diferentes exposiciones y también de su pasarela de personajes; iban desde lo hípster, hasta lo Queer, pasando por ropas combinadas de unicornios y arco iris. Toda una exhibición ambulante.

Dos de estos personajes nos persiguieron durante un buen tiempo, mientras se paraban delante de los cuadros grabando con una GoPro y grabándose a ellos mismos mientras comentaban cual expertos:

- Crees que lo que pretende transmitir el cuadro es…

A lo que el compañero contestaba:

- Lo que interpretas que quiere transmitir, es lo que transmite. Todas las interpretaciones son válidas.

La excentricidad y la decadencia se mezclan en la ciudad en un Pantone interminable.

Siguiendo esta complicada combinación, comimos casualmente en uno de los restaurantes de moda, que sinceramente, ni tiene mucho, ni vale lo que cobra: el Chin Chin.

De aquí nos fuimos de vuelta a la State Library para gozar del free WiFi y poder hacer el examen de acceso al programa de profesores visitantes en EEUU. Al acabarlo, adquirimos una buena botella de vino y nos dirigimos al sur de la ciudad, para reencontrarnos con una de esas grandes pérdidas que tuvo Valencia en la época de crisis. Un personaje al que se echa de menos y que es más valenciano que la horchata. Vicent nos acogió con los brazos abiertos en su casa en Windsor, a 20 minutos en transporte público del centro de la ciudad. Nos preparó picoteo, cocinó una carne de canguro espectacular y nos regaló una cena repleta de anécdotas sobre la cultura australiana y de sus vivencias durante estos 5 años residiendo en las antípodas. La velada entre valencianos no podía acabar sin una “Misteleta” y Vicent abrió una botella de Muscat australiano riquísimo, que alargó un poco más la sobremesa. Cuando estábamos a punto de salir, insistió en que probáramos el Vegemite “aunque fuera a cucharadas”. Esta pasta es un concentrado de levaduras que al parecer aquí se unta hasta en las tostadas para desayunar.

Con la boca negra y llena de sabor australiano, volvimos en tren hacía la Sylvan Caravan Park para descansar por última noche antes de retomar la carretera. Al día siguiente, abandonaríamos por una lado, a nuestros vecinos de la Caravan Park, que en algún momento decidieron vivir en un autobús británico con parabólica y por otro, a Vicent Espert que seguirá en Melbourne, con la pólvora corriéndole las venas.

Mientras tanto, la lluvia continuaba su curso incansable derramando el mar sobre nuestro parabrisas que luchaba por permanecer seco en un ciclo sin fin. Bienvenido al temporal.

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