Melbourne combina a la perfección la decadencia con lo
moderno. Están orgullosos de su café, que para no mentir está bueno, pero a
decir verdad es lo más parecido a un estilo Espresso europeo, que hemos probado
durante el viaje. No tiene mucho más de especial.
Desde el momento del desayuno, sentimos como se combinaba
tan bien, lo cutre con lo contemporáneo. Al más puro estilo hípster. Algunas
calles tienen un punto decrépito y descuidado, pero colindan con edificios espectaculares.
Es una urbe ecléctica que recuerda a barrios como Ruzafa o el Carmen en
Valencia.
Recorrimos sus calles con la amenaza de lluvia sobre
nuestros cogotes. Sí señores, el temporal parecía estar Back in Black, y
nosotros recorríamos callejones llenos de grafitis, algunos de ellos dedicados
a la banda escocesa-australiana que daba nombre a la calle “AC/DC Lane”.
Visitamos el Queen Victoria Market aprovechando que había
una tregua entre las nubes y nosotros. Era lunes de Pascua y la hora avanzada
no acompañaba, por lo que, no estaba engalonado y con todos los puestos
abiertos. Aún así, su tamaño y diversidad, era sorprendente. Paseamos un rato
por sus calles antes de dirigir nuestros pasos hacia el sur. Hicimos parada en
la State Library, como un oasis en medio del desierto, esta biblioteca luminosa
es un remanso de tranquilidad, en el que la cultura se alimente de los aventureros
dispuestos a darle cabida.
Repusimos energías en Chinatown, ya que era el único barrio
en el que encontramos la cocina del restaurante abierta en horario de comida
europeo. Corrijo, en horario de comida español: 14h30.
Después de comer, nos hicimos un digestivo en un rooftop
bastante chic en el que no servían otra cosa que no fueran cocktails
acompañados de música tecno pinchada en directo. El Dj parecía ser sacado de la
ruta del bacalao, o al menos, parecía ser íntimo amigo de Chimo Bayo. Acabamos
el día haciendo cola, como buenos nativos, en uno de los restaurantes más conocidos
de Ramen, con la idea de cenar algo especial en nuestra caravana.
Al día siguiente, los punteos frenéticos de Angus Young y
los “Ah ah ah aha!!” en coro, nos atraparon y el temporal del que habíamos
huido en Sydney, rompió sobre nosotros derramando medio océano, quizás regalándonos
retazos de la Ocean Road.
Amenazados por una ducha permanente, nos dirigimos al NGV:
Museum: National Gallery of Victoria. Un museo enorme, que tiene una variedad
de estilos, épocas y exposiciones envidiables. Uno de esos museos que no se
acaban en un día. Disfrutamos de sus diferentes exposiciones y también de su
pasarela de personajes; iban desde lo hípster, hasta lo Queer, pasando por ropas
combinadas de unicornios y arco iris. Toda una exhibición ambulante.
Dos de estos personajes nos persiguieron durante un buen
tiempo, mientras se paraban delante de los cuadros grabando con una GoPro y grabándose
a ellos mismos mientras comentaban cual expertos:
- Crees que lo que pretende transmitir el cuadro es…
A lo que el compañero contestaba:
- Lo que interpretas que quiere transmitir, es lo que
transmite. Todas las interpretaciones son válidas.
La excentricidad y la decadencia se mezclan en la ciudad en
un Pantone interminable.
Siguiendo esta complicada combinación, comimos casualmente
en uno de los restaurantes de moda, que sinceramente, ni tiene mucho, ni vale
lo que cobra: el Chin Chin.
De aquí nos fuimos de vuelta a la State Library para gozar
del free WiFi y poder hacer el examen de acceso al programa de profesores
visitantes en EEUU. Al acabarlo, adquirimos una buena botella de vino y nos
dirigimos al sur de la ciudad, para reencontrarnos con una de esas grandes
pérdidas que tuvo Valencia en la época de crisis. Un personaje al que se echa
de menos y que es más valenciano que la horchata. Vicent nos acogió con los
brazos abiertos en su casa en Windsor, a 20 minutos en transporte público del
centro de la ciudad. Nos preparó picoteo, cocinó una carne de canguro espectacular
y nos regaló una cena repleta de anécdotas sobre la cultura australiana y de
sus vivencias durante estos 5 años residiendo en las antípodas. La velada entre
valencianos no podía acabar sin una “Misteleta” y Vicent abrió una botella de
Muscat australiano riquísimo, que alargó un poco más la sobremesa. Cuando
estábamos a punto de salir, insistió en que probáramos el Vegemite “aunque
fuera a cucharadas”. Esta pasta es un concentrado de levaduras que al parecer
aquí se unta hasta en las tostadas para desayunar.
Con la boca negra y llena de sabor australiano, volvimos en
tren hacía la Sylvan Caravan Park para descansar por última noche antes de retomar
la carretera. Al día siguiente, abandonaríamos por una lado, a nuestros vecinos
de la Caravan Park, que en algún momento decidieron vivir en un autobús
británico con parabólica y por otro, a Vicent Espert que seguirá en Melbourne, con
la pólvora corriéndole las venas.
Mientras tanto, la lluvia continuaba su curso incansable derramando
el mar sobre nuestro parabrisas que luchaba por permanecer seco en un ciclo sin
fin. Bienvenido al temporal.
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