miércoles, 3 de agosto de 2011

Música a la carta y carreteras infinitas (Austin-Amarillo)

Dejamos atrás San Antonio y a nuestros queridos abueletes (La media de edad de los marianistas en USA es de unos 65 años) y nos dirijimos hacia Austin donde esperábamos encontrar todo tipo de estilos musicales. Llegamos y nos recibió con un azote de calor bastante asfixiante. Comimos y fuimos andando al cine, ilusos de nosotros al creer que podríamos recorrer la distancia en una media hora; nos pasamos una hora andando rápido y llegamos ahogados por el calor tejano. Dimos gracias al que inventó el aire acondicionado y chopados, nos metimos a ver “Captain America”, una buena americanada, aunque ya lo imaginábamos. El cine era algo peculiar; enfrente tuyo, había una mesa y además camareros que se paseaban por si querías comer algo durante la función; era antiguo, con muchas sesiones de películas de reestreno. Nos gustó mucho.

Con el calor apaciguado por la caída del sol, dirigimos nuestros pasos hacia un puente que une la parte Sur de la ciudad con la Norte. Nuestro objetivo era asistir a la hora de la cena de los murciélagos de Austin. Y es que aquí se encuentra la mayor concentración urbana mundial de estos animales. Más de un millón y medio de murciélagos mexicanos sin cola viven por dentro del puente. No preguntéis dónde, porque todavía no nos lo explicamos. El caso es que es típico aquí, y una atracción turística más, acudir al puente cuando cae el sol, a ver como las hembras y crías, dejan sus casas para ir en busca de comida. Como no era a una hora determinada, estuvimos allí unos 10 ó 15 minutos antes. Llegado un tiempo, alguien lanzó un gritito y cuando dirigimos la mirada al puente, vimos como poco a poco iban saliendo los murciélagos sin parar. Hubo un momento que literalmente parecía una marea negra escupida por el puente. Y así siguió durante unos 10 minutos. Fue bastante espectacular ver tantos animales salir a la vez y de un sitio tan “pequeño”. Su hora de la cena, coincide con el despertar de la ciudad. Esta ciudad al igual que sus diminutos habitantes negros, vive más durante la noche que durante el día.

Cansados por el calor, que todavía persistía aunque en menor medida por ser de noche, fuimos al Capitolio del Estado de Texas, que es casi 5 metros más alto que el de Washington D.C. (Don‘t mess with Texas).
De allí fuimos a la Red River Street, donde empieza la zona de bares con música en directo de todos los estilos.

El primero en el que nos dejamos caer fue el que más nos chocó; decorado por: retratos de barbudos disfrazados y con trenzas, un gran oso disecado con gorro de vikingo; una cabeza de ciervo y  una decena de estos personajes con barba hasta el pecho y pelo largo, bailando al son del rock and roll.

Nos sentimos atraídos por su peculiaridad, pero pasado un tiempo y acabada nuestra Miller bien fría, decididos a encontrar más extravagancia y escuchar más estilos musicales,  seguimos recorriendo la calle hacia el sur. Nos paramos en un concierto de black metal, que ofrecían unos amateurs, liderados por un cantante con capa de vampiro que seguro tendrá problemas de voz, porque se dejaba la vida gritando. Pasamos de largo de un bar emo, ya que no había mucho ambiente y continuamos nuestro tour de bar en bar, con parada en un ‘bareto’ azul; azul por la luz que emanaba de la publicidad de neón de la cerveza “Blue moon”. En este bar escuchamos las últimas canciones de un grupo de blues.

Siguiendo la 6th street, mucho más animada, acabamos en un bar en el que una negra lideraba un grupo cuyo estilo presentaban como “Bluez with a lil bit of Soul”. Este concierto es el que más disfrutamos, y era difícil no hacerlo, con la cantante dándolo todo en el escenario. Era ese tipo de negra con un chorro de voz estremecedor, maneras chulescas y movimientos ondulantes. El guitarrista no se quedaba atrás en cuanto a calidad, aunque la negra era mucha negra.
Sobre las 12 decidimos volver al hostal ya que al día siguiente nos tocaba una larga jornada de carretera.
A las 7 nos levantamos para hacer la colada y nada más acabar, como la secadora no había hecho muy bien su trabajo y no podíamos perder una hora más, extendimos el tenderete en los asientos de atrás y salimos camino al Norte de Texas.

Donde hace unos días el paisaje era verde, húmedo y lleno de bosques, la tierra le ganó la partida al césped, la única humedad en el ambiente era la de las lejanas nubes, y los bosques de árboles, los cambiamos por interminables hileras de postes de luz. Atravesamos llanuras, que no eran desérticas por unos cuantos matorrales que cubrían la arena. Como toque final al paisaje, las nubes se extendían por todo el horizonte, con formas muy distintas sobre un cielo azul que parecía salido de un cuadro. Era precioso y  podíamos disfrutar de unos 360 grados gracias a la horizontalidad del paisaje.

El termómetro marcaba los 107 Fahrenheit (un poco más de 40 grados Celsius) y le intentamos ganar la partida al sol, pero de nuevo nos ganó. Preguntamos en un motel a unas 80 millas de Amarillo y la mujer nos dijo que estaba lleno pero que podíamos acampar al lado. Durante la noche, los ruidos extraños y el recuerdo de la famosa matanza de Texas, nos quitó un poco el sueño, pero al final, pudimos conciliarlo.
Hoy, despertando con el amanecer, volvemos a la mítica Route 66.

1 comentario:

  1. Yo por si acaso miraría si tenéis una cicatriz a la altura de los riñones. Que eso de dormir al lado de un cactus de neón... xD

    Un saludo y suerte con la carretera!

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