miércoles, 28 de junio de 2023

Aquí y ahora (Horseshoe Bend-Bryce Canyon NP-Moab)



"El himno de mi corazón, planea por el universo. Sin principio ni final..."

Dejamos el Grand Canyon atrás para seguir remontando el Colorado siguiendo ríos de asfalto, hasta llegar al Horseshoe Bend. Este meandro es conocido porque la curvatura del Colorado se asemeja a la herradura de un caballo. La perspectiva desde los altos acantilados, lo hacen visible y justifica que tantas veces se haya fotografiado e infiltrado en Instagram. Apartémonos de las masas y dediquemos un minuto a disfrutar del momento y venir al presente.

"...Hoy voy a dejarme llevar, sí..."

Las distancias de los mapas son engañosas en un país tan grande como los EEUU, por lo que la carretera decide que el alto en el camino sea de nuevo en la pequeña ciudad de Kanab, situada a las puertas de dos Parques Nacionales: Zion y Bryce Canyon. Aprovechamos para recargar pilas, disfrutar de la piscina y las vacaciones desde la calma del descanso.

Bryce Canyon NP nos acoge con los brazos abiertos de buena mañana, ofreciéndonos la oportunidad de quedarnos en el Sunset campground por un módico precio. Una vez asegurada la “cama” nos vamos de visita. Este Parque Nacional curiosamente no se trata de un cañón, ya que no está esculpido por la erosión. Sin embargo, está gobernado por los peculiares “hoodoos”. Estas cicatrices de la tierra sí que están creadas por la erosión del agua. Configuran bosques de chimeneas de hadas que emergen en diferentes y creativas formaciones verticales de colores anaranjados, rojizos y blancos.

Paseamos mirando hacia arriba entre los hoodoos, como si lo hiciéramos en una ciudad llena de rascacielos. También miramos hacia abajo con las vistas que ofrece el camino que bordea el “Cañón”, también conocido como el anfiteatro. Obviamente también miramos hacia el frente desde el Bryce Point. Un mirador que ofrece las mejores panorámicas de esta ciudad encantada. Las vistas lo merecen: dediquemos un minuto a venir al presente.

"…Siempre he querido estar aquí y ahora..."

Por la mañana amanecimos en el coche a -5 grados centígrados. Como intuiréis los que habéis ido siguiendo esta aventura, en unas horitas, el termómetro subiría hasta 38 grados. Después de unas horas de carretera, el Arches NP nos esperaba con una cola de coches tratando de entrar y exigía una reserva de hora. Era el primer Parque que funcionaba así, pero por suerte, no fue un problema y pudimos explorar durante todo el día las diferentes formaciones de la tierra. 

Si el Bryce está gobernado por “hoodoos”, Arches, como imaginaréis, lo está por arcos. Alrededor de 2000 puentes pétreos habitan el lugar. Uno de los más conocidos es el Delicate Arch, al que se accede tras recorrer unos 2 kilómetros bajo un sol punzante y puñetero. Aquí cominos, tomamos una inspiración y durante un minuto, venimos al momento presente antes de ir a dormir a Moab.

"…siempre he querido estar así..."

La ciudad de Moab fue nuestro campamento base, por su proximidad a los diferentes Parques. Por error reservamos dos noches en el único camping en el que sólo se permite acampar con tienda, así que nuestro coche estubo "acampado" dos días en el parking y el sitio de la tienda de campaña, vacío.

Amanecimos muy pronto, sin necesidad de desmontar ni quitar piquetas del suelo. Teníamos que visitar dos destinos. El primero, Deadhorse State Park, ha sido escenario de varias películas y su nombre viene de una leyenda en la que los Cowboys, acorralaban a los caballos salvajes al borde de este precipicio, para elegir a los que quisieran, dejando morir de hambre y sed al resto. Al menos, morían con estas vistas increíbles del paso del Colorado. Visitamos el mirador de buena mañana, con el sol apenas desperezándose. Entendimos el porqué elegir este lugar como escenario de películas. Las panorámicas eran espectaculares, pero lo mejor estaba por venir.

Canyonlands era el segundo lugar a visitar. Es peculiar porque está dividido en 4 distritos separados por los caprichos del río Colorado y el Río Green que convergen en este Parque Nacional. Visitamos el distrito “Island in the sky” y con el nombre se hace uno a la idea de lo que esperar. Da la sensación de que se esté literalmente en una isla, pero el océano son las tremendas extensiones de cañones. Uno tenía la sensación de gobernarlo todo a sus pies, de ser Rafiki a punto de levantar a Simba, con todo el reino debajo.

Las fotografías no hacen justicia al paisaje. Solo el concepto “panorámica” explica la inmensidad, que se tragaba incluso al horizonte. Con tal grandiosidad, decidimos inspirar una vez más y venir a disfrutar, aquí y ahora.

"…siempre, siempre, un segundo al fin."



lunes, 26 de junio de 2023

Las cicatrices de la tierra (Grand Canyon NP)

Las cicatrices son marcas que se nos quedan en el cuerpo de manera permanente, historias tatuadas en la piel que hablan de nuestro poder de adaptación y aprendizaje. Son recuerdos dolorosos que definen quiénes somos. También la tierra tiene sus cicatrices.

El lunes 19, llegamos al Grand Canyon National Park después de una larga jornada de carretera y dedicamos la tarde a comprar previsiones, descansar y brindar con un espumoso, dando “gracias por los días que vendrán” desde el corazón del South Rim. Para que nos entendamos, los 446 kilómetros de largo que recorre el Parque Nacional, están divididos en dos grandes mitades: El North Rim y el South Rim.

Teníamos la suerte de haber conseguido plaza en el camping Mather Campground, para la primera y tercera noche, pero nos faltaba la segunda; así que el segundo día, nos tocó madrugar para conseguir una plaza “first come, first serve”. A las 6:30 de la mañana, ya  estábamos una pareja de moteros y nosotros haciendo cola. Para cuando abrieron la oficina, el número de madrugadores esperando conseguir una de las 15 plazas, se había multiplicado exponelcialmente.

Con el triunfo en el bolsillo, nos fuimos en autobús hacia el oeste para recorrer el "Hermit Trail", adentrándonos en las entrañas del cañón. Encontrar lugar donde dormir, nos había obligado a empezar a caminar con el sol implacable sobre nuestras cabezas. La bajada fue sencilla, aunque prometía ser un reto volver sobre nuestros pasos por el gran desnivel. Siguiendo el camino serpenteante, el cañón ofrecía intermitentes vistas de primera que hacían olvidar lo que vendría más adelante. 

El destino de nuestra caminata era "Dripping Springs", un pequeño manantial sin mucha más gracia que la refrescante sombra y un goteo perenne de agua que daba vida a la vegetación alrededor, contrastando con el paisaje desértico. El poder del agua sacaba pecho dando vida gota a gota.

Tras descansar un rato, comenzamos la vuelta y la verdad es que se nos complicó bastante. Cuando quedaba una milla aproximadamente, pero todavía todo el desnivel por desandar, a Bea se le apagaron las luces. Por suerte las nubes y un árbol mostraron su benevolencia, permitiendo la existencia de sombras para que pudiéramos reposar y coger fuerzas, hasta retomar el camino cuesta arriba hasta el final.

Nos tomamos el resto del día con calma, reponiendo energías, agua y nutrientes. Aunque también hubo tiempo para recorrer el “Trail of time”; un camino de unas 3 millas que muestra, de manera didáctica el paso del tiempo. Cada metro recorrido, representa 1 millón de años de historia geológica con muestras de rocas de dicha edad. Una colección petrificada de historias silenciosas.

El tercer día, nos levantamos a las 4:30, para evitar al máximo el punitivo sol y ser capaces de bañarnos en el Colorado, que se esconde a una milla de profundidad, bravo y tentador. Esta ruta se desaconseja realizar en una sola jornada por la dureza de la misma; la combinación de desnivel acumulado junto con los kilómetros recorridos, aseguran una larga caminata. Doce años atrás, Enrique y yo realizamos la hazaña por el "Bright Angel Trail". 

Esta vez, decidimos seguir el "South Kaibab Trail" y medir nuestras fuerzas. A mitad bajada, el sol todavía estaba perezoso, y nosotros teníamos energía, agua y provisiones suficientes como para soñar con el espejismo que se hacía real río abajo. Así que continuamos bajando hasta llegar al Colorado. 

Durante la bajada, nos dimos cuenta que la mejor opción sería atacar la subida por el Bright Angel para ganar algo de sombra durante el recorrido, así que cruzamos el Colorado, conquistando los dos puentes que conectan el camino y sobrevuelan el río impasibles a la fiereza de su corriente.  

Almorzamos, nos bañamos, hidratamos nuestra ropa y sobre las 10 de la mañana comenzábamos la ascensión. La decisión que habíamos tomado demostraba ser todo un acierto, cada vez que cruzábamos por puntos de agua o penumbra intermitente donde poder refrescarnos y llenar nuestros pulmones de humedad. El sol justiciero, sin embargo, no nos abandonó en todo el camino complicando cada paso. Tras recorrer 26 kilómetros, acumular más de 1400 metros de desnivel y caminar durante 8 horas y media, nos colgamos la medalla de campeones y alimentamos nuestros cuerpos y nuestro orgullo, mirando al Gran Cañón y dando una palmadita a nuestras mundanas piernas, a las que tantas veces infravaloramos su poder.

Para completar el día, después de quitarnos todo el polvo de los huesos con una refrescante ducha, fuimos a despedirnos del Parque Nacional admirando la puesta de sol. Encontramos un hueco en primera fila, lejos del bullicio y nos regalamos una botella fresquita de rosado mientras nos bebíamos poco a poco el atardecer, mirando al río, invisible en lo más hondo del cañón.

El Gran Cañón impresiona por su monumental presencia. El agua, el viento y el tiempo han ido agrietando la tierra. Cuesta mucho explicar con palabras algo tan grandioso. El Cañón del Colorado es una verdadera obra de arte en 3D, con anchura, altura y profundidad, que además, huele a historia, huele a Jurásico. Es un testigo mudo de la historia de la humanidad y todas y cada una de sus cicatrices, al igual que las nuestras, lo definen y hacen tan bello.

jueves, 22 de junio de 2023

Una serie de catastróficas desdichas (Death Valley NP-Las Vegas-Zion NP)

A pesar de no ser esta la historia de los tres huérfanos de la familia Baudelaire, sí es cierto que relata una serie de catástroficas desdichas ocurridas en nuestro camino por el suroeste estadounidense. A diferencia de la serie de libros de Lemony Snicket, sin embargo, estas desventuras sí tienen un final feliz.

Acompañádnos en nuestro viaje a través de California mientras despertamos en un camping con unas vistas de ensueño. El coche está aparcado mirando a un lago que refleja las montañas nevadas y la temperatura es menor de 10 grados centígrados, pero no tiritéis, en una hora será multiplicada por cuatro. Mientras desempañamos el cristal, cubierto por los vahos producidos por nuestros sueños, asoma el primer infortunio: aparece un nuevo personaje, al inicio tímido, materializándose como una grieta en el parabrisas. Ahora sólo es de unos pocos centímetros pero como todos con el paso del tiempo crecerá y al final de esta entrada, será todo un adulto y será nuestro compañero en lo que queda de viaje. Con la aparición agrietando nuestro Dodge, pegamos un salto en el tiempo y cambiamos de escenario. 

Las ruedas del coche giran frenéticas y recorren el desierto, desafiando a las altas temperaturas mientras la carrocería nos protege con el aire acondicionado aislándonos en una burbuja. El calor del desierto parece impedir la señal de los móviles y no permite que escuchemos música. Es entonces, cuando ocurre; un estrépito monstruoso estalla sobre nuestras cabezas erizándonos la piel. Al momento, un caza aparece y se aleja, maniobrando muy cerca del suelo. Nuestras mentes rezan porque no se estrelle delante nuestro, cuando un segundo rugido nos para el corazón. En un abrir y cerrar de ojos, aparece y desaparece un segundo caza. El desierto se queda en silencio y nosotros con el pulso congelado, no atrevemos a romperlo. Sin embargo, fruto de la adrenalina o de la emoción, un grito se escapa sin permiso de mi boca.

Ya estamos cerca del último destino en California: Death Valley. Detrás de unas elevadas montañas, vemos el desolador y desértico "Panamint Valley", antesala de "Death Valley". Antes de llegar, una nueva cordillera reta de nuevo al coche, a través de pendientes que nos protegen del famoso Valle de la Muerte. Las temperaturas abajo, llegan a ser de las más elevadas del mundo; de ahí su mortuario nombre. 

El Dodge empieza a adentrarse en este Parque Nacional, recorriendo una carretera que parece infinita. La alianza entre la fuerte pendiente y el asfalto lleno de baches, convierten el camino en una montaña rusa permanente; un vaivén que produce vuelcos en el estómago hasta llegar a las entrañas del valle.


Durante el día dedicamos tiempo a explorar Death Valley, visitamos las dunas, que parecen traídas del lejano Oriente y depositadas en medio del valle; nos adentramos en el Gold Canyon soportando los 43 grados centígrados que marca el termómetro; recorremos la "Artist Drive", protegidos por el vehículo y admirando la paleta de colores que tiene la tierra para los que se aventuraban a pasar por ahí plantando cara a la deshidratación; caminamos por la cuenca Badwater, el punto más profundo, a 86 metros por debajo del nivel del mar; donde un camino de sal llega hasta el río Amargosa que aparece y desaparece de manera fantasmagórica. 

A lo largo de todo este recorrido, alimentada por los cambios de temperatura entre el exterior y el interior, nuestra amiga la grieta va creciendo a pasos agigantados y entre tanto, la noche se nos echa encima y viene acompañada de una tormenta que por suerte, parece quedarse de turismo en el valle mientras nos alejamos respirando tranquilos, ilusos de nosotros.

Estamos bajo la carpa en la que dormimos esta noche; un viento atronador amenaza con llevársela de paseo mientras dentro encontramos cuatro ojos abiertos de búho. Sí, somos nosotros incapaces de dormir entre el sonido ensordecedor del viento, la sesión de flashes continua e incansable de los rayos que rasgan el cielo y amenazan con destruir el planeta. Buenas noches.

Abrimos un ojo, la tormenta ha pasado y estamos a salvo en los futones de la carpa. Ahora son unos sonido guturales los que rompen con la calma. Me aventuro a apostar por jabalíes, pero unos rebuznos parecen indicar que se trata de algún tipo de équido. Sea como fuere, los Jinetes de la Muerte parecen haber dejado libres a sus animales para que pasten en la oscuridad de la noche.  


El calor del nuevo día derrite todas las pesadillas y seres del averno. Estamos vivos, y queremos celebrarlo huyendo rápidamente antes de que sea demasiado tarde. Aún así, nos queda subir a 1600 metros sobre el nivel del mar para verlo todo con perspectiva desde el mirador "Dante´s view". Las vistas como imaginaréis, son escalofriantemente impresionantes.




Nuestro siguiente destino está en Nevada y no es otro que Las Vegas. La ciudad de las luces de neón, de la fiesta, el derroche, el pecado y el lujo, sólo tiene una divisa. El pasaporte que aumentará la diversión es diversamente proporcional al agujero que se creará en tu bolsillo conforme se quemen los dólares. Como queríamos mantener vivo nuestro presupuesto, la ciudad nos regaló poco más que un escaparate tras el que ver y no tocar. No obstante, para no ser unos aburridos y decepcionaros, aludiremos a la conocida expresión "Lo que pasa en Las Vegas...", mientras el Dodge le da la espalda al famoso cartel "Welcome to Fabulous Las Vegas".  


En busca de nuevos horizontes, cruzamos al estado de Utah. Damos una vuelta más larga para recorrer los pasos del pasado y volver a conducir por la Route 66 recordando que lo importante no siempre es el destino. Con la añoranza superada y las notas de Rock and Roll acompañándonos, nos ponemos en ruta camino a Zion National Park. 


En esta reserva natural, el Cañón Zion ha esculpido en piedra roja, que parece arcilla, altos y fotogénicos acantilados. Una flota de autocares conecta frecuentemente los senderos para facilitar las excursiones. Los autobuses, de dos vagones, presentan el Parque Nacional a través de grabaciones, mientras lo atraviesan, al más puro estilo Jurassic Park.   




Como sabéis por el título de la entrada, la suerte no parece caminar junto a nosotros estos días y una de las rutas más conocidas está cerrada por inundaciones. Nos inclinamos por hacer la caminata de unos dos horas a las "Emerald pools". En este trail, se llega a unas piscinas naturales, que aunque no tienen mucho interés, gozan de unas vistas del Parque que valen la pena. Al final del camino, cómo no, la fortuna nos tenía preparado una sorpresa y nos obligó a tomar una decisión: volver por el mismo camino o atravesar el río. Descalzos y arremangados tomamos la determinación de seguir el camino del agua. 

El último día en Zion, madrugamos con la ilusión de tocar el cielo. Fuimos recorriendo el "Angels landing trail" sin parar de subir hasta llegar a unos 1700 metros. El nombre de la caminata se debe a que un pastor metodista dijo que únicamente los ángeles podían aterrizar al final de este camino. 




A tan sólo media milla para acabar, tuvimos que parar, ya que se requiere permiso, y dejar que nuestra imaginación subiera a lo más alto de la cima. Nos contentamos con las vistas desde el mirador Scout, desde las que el sol mañanero revestía las montañas rojas de un naranja esperanzador que auguraba el inicio de un nuevo día y con suerte, el final de una serie de catastróficas desdichas    

   

sábado, 17 de junio de 2023

Cápsulas del tiempo (Napa Valley-Yosemite NP)

Abandonábamos San Francisco con la esperanza de beber buen vino en la famosa “Napa Valley”. Esta región es mundialmente conocida porque en 1973 se celebró una cata a ciegas conocida como “El juicio de Paris”. En esta cata, había vinos franceses de renombre y vinos californianos. Como podréis imaginar los americanos consiguieron batir a los franceses ante el asombro de toda la prensa. Desde entonces, el vino made in USA, se hizo un hueco a nivel internacional y los precios fueron subiendo hasta llegar hasta puntos desorbitados en más de una bodega.

 

Aunque los vinos están muy buenos, la región no nos gustó tanto como Santa Rita Hills; las catas son muy caras, todo es muy turístico y es poco cercano. Visitamos primero Beringer, recorriendo la sala de barricas antigua con su consiguiente cata. Después fuimos a la boutique del downtown de Mayacamas, que es mucho más asequible que los intocables precios de una visita y degustación en la bodega. Aquí tuvimos la suerte de disfrutar de un 2012 completamente joven y es que los vinos bien hechos son cápsulas del tiempo, esperando a ser descorchadas. Acabamos la tarde catando en Beaulieu Vineyards.

Presiona pausa y paremos el tiempo. Los que ya me conocen, saben que podría dedicar muchas líneas al mundo del vino y empezar a describir los aromas, las sensaciones de cada uno de los sitios nombrados anteriormente. Sin embargo, hay otro valle que merece la pena hoy admirar con mucho más detenimiento: Yosemite Valley. Quizás todavía queda algún escéptico, por lo que haré un esfuerzo porque tengáis una imagen mental. Rebobinemos un día y démosle al Play. Estamos recorriendo una carretera montañosa llena de curvas y nos toca cruzar un túnel, así que encendemos las luces del Dodge y seguimos recorriendo su oscuridad conquistada por nuestros faros. Cuando los rayos del sol nos tocan la cara de nuevo, se nos corta la respiración: se abre ante nosotros un amplio valle, gobernado por paredes altas desnudas de vegetación. 

Recorre el valle un río bravo, furioso y completamente lleno, por toda el agua que ha recibido este año con las lluvias, que parece que han marcado récord en California. En el medio del valle, sin embargo, el río se calma posando para una foto idílica y parece que descansa plácido para volver a enfurecer más allá una vez dejan de mirarle. Cierran la imagen inicial diferentes cataratas que se ven a lo lejos; algunas tímidas, otras demostrando su valía y escupiendo chorros de agua que se alejan de la pared.

Imagino que ahora que lo has podido ver, queda justificado el poco espacio dedicado a Napa Valley.

Vamos a tener tres días para recorrer el parque. No lo he dicho aún pero este valle del noreste de California es también un Parque Nacional. Nos quedaremos a dormir algo apartados, en un camping muy bucólico, en lo alto de una colina de hierba dorada que al atardecer se incendia con las caricias del sol.

Ahora que todas las presentaciones están hechas, no perdamos el tiempo y vayámonos de ruta. Para no cansaros, el primer día haremos dos excursiones pequeñas; visitaremos las “Lower Falls” y el “Mirror Lake”. 

En la primera, un acceso muy sencillo, te planta en la parte baja de la catarata. A los ríos de personas que se acercan cámara en mano, se les refresca la vista a ráfagas de agua expulsada. En la segunda excursión hay menos gente y es algo más larga, pero las vistas desde el lago son algo decepcionantes. Descansad que mañana seguimos.

No olvidéis el agua y haceros a la idea de que vamos a acumular mucho desnivel y a caminar durante un tiempo largo ¡Vamos allá!

La primera gran caminata que recorremos es la “Four Mile Trail”. Durante casi 5 millas (8 kilómetros), subiremos paso a paso ganando 975 metros de desnivel. Por el sendero, la vegetación se abre para poder disfrutar de unas maravillosas vistas que parecen secar el sudor. 

Llegamos al mirador del Glacier Point unas dos horas después. Estas vistas sí quitan el aliento. La magnitud y belleza del valle empequeñecen a cualquiera y le ponen en la boca un mantra de gratitud por poder regalar a los ojos una imagen tan perfecta. 

Como una estrella del Rock, se alza por delante de nosotros el “Gran Dome”, la montaña que inspiró a la marca de “North Face”. Vamos a almorzar en silencio admirando el paisaje antes de seguir subiendo un poco más. El objetivo es coronar el “Sentinel” de 2145 metros de altitud. 

En la cima, vemos como las nubes se derriten en la nieve y se puede gozar de 360 grados de panorámica. Espero que hayáis disfrutado de las vistas, ahora queda bajar hasta 1219 metros. Cada uno que baje a su ritmo. Nos vemos mañana.

La caminata de hoy se llama “Mist Trail”, y en ella se visitan dos cascadas: “Vernal Fall” y “Nevada Fall” el desnivel no es tan grande como ayer pero es todo subida hasta arriba de la cascada. Comenzamos pronto para evitar las cantidades ingentes de personas, ya que este es el hike más popular del parque. Espero que llevéis el chubasquero puesto, porque llegar a la parte alta de Vernal Fall es como meterse en la ducha con ropa. El agua que sale disparada en la caída convierte el camino en un túnel de lavado humano. A pesar del frío que hace, es toda una experiencia el recibir las olas de viento y agua en la cara mientras se lucha por avanzar.

Desde lo alto de Vernal Fall, queda la parte más dura a nivel físico. El camino se introduce en un bosque que parece encantado, gracias a la magia del sol escondiéndose tras los árboles con los brazos alargados en varias direcciones y penetrando el bosque en un intento de enraizarse. Junto con este efecto, las gotas de agua expulsadas por la catarata, se concierten en polvo dorado, que hechizadas, descienden muy lentamente y parecen parar el tiempo por momentos.

Las vistas de la catarata Nevada tanto durante el camino, como en lo alto, sobrecogen. La violencia de las aguas demuestra el poder de la naturaleza en crudo.

Después de toda la subida y casi dos horas, queda una última prueba antes de coronar lo más alto de las “Nevada Falls”: tenemos que atravesar un riachuelo de agua helada y la mejor manera es descalzarse. Miles de agujas imaginarias se nos clavaban, mientras avanzamos por el agua con cara de dolor. Al llegar al otro lado, sentimos que nuestros pies han sido separados de nuestro cuerpo o anestesiados hasta ser inhabilitados. Sin embargo, todo vale la pena al ver las Nevada Falls a vista de pájaro, con el sol calentándonos la cara mientras almorzamos una vez más, en silencio. La ruta no acaba aquí, queda dar media vuelta y tomar un nuevo camino que lleva a nuevas panorámicas. Desde luego Yosemite tiene la capacidad de humillar a cualquiera que se crea muy importante. Con sus altas montañas y acantilados grises, de formaciones rocosas de lo más irregular y aleatorio, sus innumerables cascadas y la salvaje fuerza de sus aguas; pudimos embotellar paisajes para guardarlos en la bodega de nuestros recuerdos y poder descorchar en otro momento, una cápsula del tiempo.

miércoles, 14 de junio de 2023

Ella es... (San Francisco)

Una niebla avanza lenta por la bahía. Poco a poco se va apoderando de todo lo que encuentra a su paso, llevándolo al mundo de las tinieblas y humedeciéndolo todo. Como cada mañana, la niebla también invisibiliza el Golden Gate, Alcatraz y otros edificios. Como un truco de ilusionismo, las diferentes caras de la urbe desaparecen al ojo humano.

Pero no os dejéis engañar; la niebla, no es más que otra de las mil caras de esta fantástica ciudad. La gente conoce el fenómeno de la niebla como “June gloom” pero al igual que llega, suele desaparecer, cuando el sol domina el firmamento.

Conocimos a San Francisco una tarde de junio y estuvimos con ella durante 3 días. Yo ya la conocí unos cuantos años atrás. Pero el tiempo pasa por todos; también por las grandes ciudades. Durante los días que la rondamos, fuimos entendiendo poco a poco sus múltiples personalidades.

Ella tiene genio y carácter, se entrevé en la isla de Alcatraz, conocida por su prisión de máxima seguridad. La isla sólo tuvo esta función durante 29 años, pero la fama que se fraguó forma parte del imaginario, de películas sobre grandes fugas, y de grandes historias que viajan de boca en boca para hacerse eternas. 

La isla también fue clave en el movimiento de protesta de los nativos americanos y deja espacio, además, para la reflexión del sistema carcelario, preguntándose si sería más rentable intentar rehabilitar a las personas, en lugar de enfocarse únicamente en el lado punitivo.

A ella le gusta la naturaleza. En el Pier 29, vimos como permitía a los leones marinos hacerse suyo el muelle, sin pagar más alquiler, que el soportar ser el centro de atención de los turistas que merodean el lugar.

No dejemos el mar todavía, sigamos navegando, y dirijámonos al Norte. El faro de Point Reyes se esfuerza por evitar el naufragio de los que se aventuran a surcar cerca de sus aguas. 

Mirar hacia el océano infinito con este en calma a pesar del cielo gris, acaricia el alma y despierta la imaginación; pero lo mejor es que al girar la mirada a la costa, ésta parece intentar imitar la magnitud del océano que la acaricia y se extiende por kilómetros perdiéndose a la vista.

Ella también tiene su lado oscuro. Nos lo enseñó sin previo aviso mientras paseábamos junto a ella, por el barrio de Tenderloin. Este barrio céntrico y pegado al ayuntamiento, está gobernado por hileras de tiendas de campaña, aceras sin limpiar, olor a orín y algunos muertos vivientes que caminan sin rumbo fijo durante el día. A uno le hace plantearse que se está haciendo mal en California, ya que el problema viene de familia, como habréis ido leyendo en otras entradas del blog.

Ella es rebelde y subversiva y en el sur, en los barrios de Castro y Misión levanta la voz ante las injusticias. Doce años atrás nos habíamos quedado a dormir Enrique y yo por estas calles. Todavía hoy, guardan un lado oscuro, lleno de pobreza. Sin embargo, por debajo, o mejor dicho por encima, los colores visten las calles, a través de pintadas que reclaman cambios, decorando edificios, como el edificio de la mujer, en pie de guerra desde inicios de los 80 por la consecución de la igualdad. Los colores también cubren algunos callejones y dan vía libre a la libertad de expresión del pueblo llano a través de pintadas más o menos artísticas. La música y la vitalidad, se siente en español y los negocios son colonizados por el mundo latino.

Ella es progresista y lo pudimos admirar al pasar por la “Grace Cathedral”, con sus escaleras decoradas con la bandera arco iris celebrando el mes del Orgullo; anunciando mensajes de “All are welcome” o “God loves everyone”. Nos llenó de esperanza ver una iglesia centrada en el amor más allá de las fronteras moralistas que algunos se empeñan en trazar.

Ella es exótica y lo muestra orgullosa en Chinatown, donde uno se teletransporta al otro lado del mundo a través de sus olores, sus sabores, sus negocios y cómo no, del idioma. El Chinatown de New York, parece Port Aventura si la comparamos.

Ella es europea y se respira en el ambiente: en Little Italy, en los cafés estilo parisino, en el poder andar por las calles y en un estilo de vida, que recuerda al viejo mundo. A medio caballo entre el viejo y el nuevo mundo, está su transporte público más conocido: el funicular. Sí señoras y señores, no es un ferrocarril. La gran diferencia reside en cómo se mueve: no lo hace a través del movimiento generado por el vehículo, si no que es arrastrado por unos cables subterráneos que lo dirigen y lo llevan a su destino.

Ella es atractiva, se observa al recorrer por sus calles draconianas, en especial las del noroeste. Subiendo y bajando la colina como una montaña rusa. En ellas, sacan pecho las casitas típicas de madera y diferentes colores; coquetas y elegantes, desafían a las leyes de la física y se mantienen rectas ante las cuestas más empinadas. Viendo la vida pasar con la cabeza ladeada. El reflejo de sus ventanas parece lanzarte guiños mientras te susurra “Vente a vivir en mi”. Y como un tobogán, bajan las calles en un vaivén que acaba en la bahía.

Ella tiene muchas caras, y tras tres días aprendimos a amarla como es; aceptándola en su complejidad con sus luces y sombras ¿Acaso no consiste en eso el amor?