viernes, 7 de agosto de 2015

El misterio de las vacas sagradas (Las Terrazas-Soroa-La Habana)




Cuba es una isla llena de misterios. En Viñales, por lo que desciframos de los consejos de los lugareños, llueve por la tarde, no por la mañana. Efectivamente durante nuestra estancia, así pudimos comprobarlo cada día; especialmente esperando al bus para ir a Las Terrazas. De repente el cielo, casi sin tiempo para vestirse de luto, descargó una lluvia torrencial que convirtió la plaza en un enorme charco y las escaleras en cascadas que se encargaban de evitar que el charco se transformase en lago. La lluvia retrasó al bus y se burló de aquellos temerosos de los rayos. Cuando menos se esperaba, un flash incendiaba el cielo y el aire se llenaba de algunos gritos de terror, acallados por estruendosos truenos. Todo un espectáculo que hacía más corta la espera; cuando parecía que la lluvia se había cansado de calar y marchaba a otro lugar, nuestro bus dejaba atrás los mogotes y se dirigía a Las Terrazas. 

Las Terrazas forma parte de la Reserva Sierra del Rosario y fue la primera Reserva de la Biosfera en Cuba. El primer día fuimos caminando para aprovechar la mañana de la forma más económica posible. Visitamos los baños del río San Juan y pasamos allí la mayor parte del tiempo hasta que nos visitó la lluvia del día anterior y ya no se quiso marchar. Sin darnos por vencidos, antes de abandonar la reserva, hicimos una última excursión al antiguo cafetal Buenavista. Haciendo honor a su nombre nos brindó unas vistas de la región que realmente merecían la pena bajo la insistencia de la lluvia. Seguimos un poco más allá, en busca de un mirador que nunca encontramos pero alargó el disfrute de ver a los rayos exhibiendo su efímero poder sobre el horizonte.

El día siguiente amaneció azul como el mar que rodea la isla; un mar lleno de peces. Cualquiera aventuraría que el plato principal aquí en la isla es a base de productos marinos. Se equivocan señores, aquí el pescado se consume menos que en la capital de España. Podría parecer un nuevo misterio, pero un misterio deja de serlo cuando encuentra su respuesta; que les guste o no la respuesta ya es otra cosa. La pesca está prohibida para evitar que la gente salga a altamar y confundidos, acaben amarrando el barco lejos de la isla.

Volvamos a tierra firme, donde nos esperaba un Chevrolette blanco y morado del ’55 perfectamente conservado. Nos deja en Soroa, una zona en la Sierra del Rosario a 20km de Las Terrazas, que nos acogió el día entero. Visitamos su orquidiario, que por culpa de la época, destacaba más como botánico. Sus frondosos jardines verdes propiciaron la visita del zunzún: el pájaro más pequeño del mundo, ni se inmutaba ante nuestra mirada atónita e iba de flor en flor atiborrándose de néctar. Solo esta visión, ya valió la visita.

Desencantados con la infructuosa búsqueda del mirador el día anterior, nos pusimos a buscar uno nuevo. Subimos hasta el punto más alto de la montaña, atacados constantemente por los jineteros de la naturaleza: los odiosos mosquitos. Sin embargo una vez en la cima, los chupasangres nos dieron un respiro  y el ambiente se lleno de paz, no sólo por su abandono, sino por las vistas panorámicas de la Sierra, toda vestida de verde y coronada por el árbol cubano: la palma real, que llega a medir unos 40 metros. Las palmas asomaban la cabeza por todos lados en busca de la luz que la frondosa vegetación se disputaba.

Insuflados de la tranquilidad del mirador, nos dirigimos para acabar nuestro recorrido al Salto del Arco Iris: una cascada de 22 metros que nos refrigeró en las horas más calurosas del día. Visitado Soroa, nos quedó la sensación de que habíamos visto todo lo que había que ver y al día siguiente fuimos de nuevo a La Habana. Volvimos a lo cubano, haciendo autoestop y abaratando así el viaje hasta diez veces. Mientras caminábamos hacia la autopista con las mochilas pasábamos laderas llenas de vacas, vacas flacas todas ellas. Matar una vaca en Cuba comporta una pena mayor que matar una persona; sin embargo, la leche que bebe el pueblo no es de vaca, sino en polvo, y la carne que come, no es de vaca, sino de cerdo y pollo. ¿Qué oscura misión tienen pues las vacas en esta isla? ¿Serán estas, vacas sagradas exportadas de La India? ¿Harían las vacas un pacto secreto con el partido antes de la Revolución, para preservar su existencia y la de sus descendientes? Sea como fuere, este es uno más de los misterios que guarda la isla caribeña.  

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