Llegamos a la puerta y empezamos,
como buenos cubanos, a practicar la espera. Aquí varía el nombre que les damos en
la península a las comidas: el almuerzo se llama merienda; la comida, almuerzo;
y la cena, comida. Así pues, almorzamos, leímos, saludamos a los vecinos y
esperamos pacientemente a la sombra durante cinco horas. Dos periódicos del Granma (el diario nacional) en el buzón
evidenciaban que aún no había llegado Kangue, lo que minaba nuestras esperanzas
de que llegase ese mismo día. Y cuando ya habíamos perdido la fe, como suele
pasar cuando uno se encuentra en estas situaciones, alguien nos extendió una
mano: Nilka y su esposo Lázaro nos abrieron su casa, nos hicieron limonada y
nos dieron de comer. Lázaro nos contó
de sus viajes cuando trabajaba en la marina y amenizó con sus postales los
últimos momentos hasta que llegó Kangue, sonriendo y con los brazos abiertos.
Hospitalidad cubana que no falte.
Los dos días siguientes nos
dedicamos a pasear La Habana, recorrer las calles que volveremos a patear con
las chicas y a celebrar la fiesta de Santo Domingo de Guzmán junto con la
comunidad de la parroquia y la de San Juan de Letrán. Las alabanzas, las
bienvenidas y los apadrinamientos no han parado desde que llegamos. Todos te
hacen partícipe para que te sientas uno más; ya tenemos propuestas de clases de
baile, visitas apalabradas para cuando volvamos a La Habana, almuerzos
reservados… made in Cuba.
La Habana (y Cuba en general)
vive en un remake continuo. ¿Quién
dijo que las segundas partes nunca fueron buenas, muchacho? Aquí no se llevan
ni la cuenta de las veces que arreglaron el carro o la moto: motor Toyota,
cigüeñal nuevo, cambio de marchas apañado con un trozo de manguera… todo por la izquierda, oiga (casi un eufemismo
de resolver, aquí en Cuba). Tanto remake que esto es la cuna del
mestizaje.
Pues a eso se ha dedicado Eusebio
Leal, conocido aquí como El historiador: a restaurar la ciudad; a maquearla con
una nueva capa de pintura para tapar las cuatro o cinco que se vislumbran
debajo ya desconchadas. Quizás por eso La Habana vive más de noche, cual
Cenicienta, para disimular las penas (sinónimo aquí de vergüenzas); malherida
princesa, cargada de cables de ropa tendida, como un barco naufragado que
subsiste flotando gracias al esfuerzo de marineros que achican el agua que se
cuela por tantos agujeros.
Nuestro paseo terminó por el
Malecón, donde se nos presentó Rogelio Marcelo, campeón de boxeo de su
categoría en las Olimpiadas Barcelona ´92, para charlar un rato con nosotros.
¿Fue ciertamente él? por el momento vivimos en la isla de las ideas y la
palabra, donde lo que es verdad o mentira nunca se llega a saber del todo
cierto. Radio Bemba manda. Si él lo dice, así será…
Met the same guy with the same story, after googling the his name wikapedia had him at 4'11" and he was taller than me and I am 5'9". He also told me that his birthday was 9/8/1976, the real guys birthday is 6/11/. lol
ResponderEliminarEso es bueno, lo mismo nos ha pasado a nosotros, y de hecho nos ha dicho que la semana que viene se iba a vivir a bcn, ya que lo han fichado para entrenar al equipo de bcn :). En fin, o no bien decís, historias de Cuba... :) :)
ResponderEliminarJajajajaja a nosotros también nos dijo q era Rogelio Martinez boxeador olímpico. Y no era el mismo de las fotos en google.
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