domingo, 30 de agosto de 2015

Habaneando (La Habana-Valencia)




El viaje llegaba a su fin y sólo nos quedaba redescubrir la capital. La Habana es única y ejemplifica bien esta isla; una isla de contrastes y contradicciones; edificios coloniales que tras de sí, esconden casas en ruinas, avergonzadas de su estado y su vejez; adultos que discuten por la pasada edición de la pelota mientras unos niños juegan su propia liga, con sus propias reglas; ancianos y ancianas que prostituyen su imagen vistiéndose del tópico cubano, puro en boca, para acceder al convertible (esos billetes de Monopoly tan cotizados y sin valor alguno en el extranjero, inventados por Fidel); coches cincuentones que lucen espectaculares y brillantes, disfrazando de lujo lo que en verdad es necesidad y siendo privados de jubilación por falta de coches jóvenes. Así es la princesa de harapos, y la mejor forma de conocerla es pateando sus calles y observando. 

Visitamos el Museo de la Revolución para sumergirnos de nuevo en la gloriosa historia. Fuimos a la enorme necrópolis para preguntar a los muertos su punto de vista, pero ni ellos se atreven a opinar. Mireia y Violeta se iban dos días antes que nosotros, así que antes de despedirlas, no podíamos faltar al Museo del Ron, donde nos hidratamos con la bebida hija de la caña de azúcar. El azúcar es el producto estrella de la isla; su oro dulce, que la ha ayudado a sobrevivir y ha endulzado su realidad. Por último, perseguidos por el calor, serpenteamos el interminable malecón, deseosos de recibir una caricia del mar en forma de ola que nunca llegó.




Desde el malecón muchos cubanos toman, discuten, se refrescan, pero sobre todo, miran al horizonte. Buscan más allá del sol que cae, unos rayos de esperanza. En el ciclo de la vida hay altibajos, pero siempre tiende a la evolución. Cuando la involución sucede a la evolución, cuando la historia va para atrás e involuciona, se necesita de una nueva evolución, de una revolución. Durante este viaje, una de mis grandes preguntas era: ¿cómo es que no ha habido evolución en estos 50 años? Gabriel García Márquez me proponía una respuesta “…el prolongado cautiverio, la incertidumbre del mundo, el hábito de obedecer, habían resecado en su corazón las semillas de la rebeldía”. Sea o no la respuesta, lo cierto es que este pueblo no ha perdido la esperanza en el horizonte y espera que un día, muy a pesar del viajero alérgico a la globalización, acabe el hechizo que ancla esta isla en el tiempo, como a la isla de Lost. Tarde o temprano el ciclo de la vida tiene que seguir su camino: evolución, involución, r-evolución.

Durante nuestro viaje hemos intentado mirar al horizonte con los ojos de este pueblo, y nuestra mirada se ha ido configurando con la ayuda de nativos anónimos que se han cruzado en el camino, compartiendo todo menos el nombre: taxistas, gente de la calle, un falso medallista olímpico… y de personas de la Iglesia de aquí y de allá, que nos han mostrado su cara más cristiana y caritativa, muy alejada de la imagen de ostentación y distanciamiento que suele identificarse con “Iglesia”. Kangue, que desde principio a fin se ha preocupado y nos ha cuidado como si fuéramos sus sobrinos; Mª Eugenia, que aunque ha estado ausente, se hacía muy presente en sus correos y en la boca de la gente que la nombra como a una eminencia y la echa de menos; Emilito, Pablo Emilio, y los cubanos habaneros (Amelia, Teresa, Ana, Alejandro, Nilka, Dariel, Ana Rosa…), que siempre han estado dispuestos a tender la mano, a darnos su opinión privilegiada y a tratarnos como a uno más de su familia. 

“Familia” es todo aquel grupo de gente con quien uno se siente en casa; de ahí que la expresión, “estamos en familia” no se reduzca tanto a una cuestión de ADN sino al sentimiento de unión que existe entre las personas. No es arriesgado pues, decir que en el viaje nos hemos reencontrado con nuestra familia, con la que uno se siente como en casa, con la que todo se hace fácil de repente. Y es entonces, cuando sólo nace dar las gracias y mirar al horizonte con esta mirada ya cambiada y cubana, esperando un nuevo amanecer.





viernes, 28 de agosto de 2015

Con tacto (Holguín-Banes)

El cubano es cercano y familiar, no rehúye el contacto; y pudimos comprobarlo en el camión desvencijado que nos transportó de Baracoa a Moa por 30CUP/persona. Cuando uno sentado hace el recuento aproximado de 80 personas no espera comprobar que allí cabe aún mucha más gente. Pero así es caballeros, los camiones cubanos son como el bolso de Mary Poppins, siempre cabe uno más. Para lograr tal hazaña, personas que no se conocen de nada antes de compartir un viaje, no tienen pena de apoyarse unos en otros durante el mismo. El cubano aprendió a unirse hace ya unas cuantas décadas y esa capacidad evolutiva de solidaridad es la que le ha hecho sobrevivir en circunstancias adversas. No e´ fáááásil
 
Tras 3 horas de camión borreguero por una carretera accidentada, el transporte que le sucedió fue un jeep toyotero que nos llevó de Moa a Holguín. Una carretera en este estado implica dos incomodidades inevitables e intercambiables: o el carro se emborracha de socavones o anda como ebrio haciendo eses a lo ancho de la misma para evitarlos, pues aquí lo de las líneas continuas nadie se lo toma en serio.

La acogida en Holguín empezó desde el primer momento, cuando llamamos al obispo Emilito para avisarle que habíamos llegado a la estación de guaguas; sin dejarnos decir ni una palabra más, se apresuró a contestar: “voy por ustedes” y aún sin haber colgado su teléfono se escuchaba tras la línea: “en seguida vengo, guarden almuerzo para ellos”.


Emilito y la Nena se apresuraron a buscarnos alojamiento y a darnos de comer. Descansamos y visitamos Holguín, conocida también como la Ciudad de los Parques. Tres grandes parques preceden los 460 escalones que suben a la loma de la Cruz; las vistas panorámicas y el viento que corre arriba son todo un bálsamo reparador que hacen que la subida merezca la pena.


Al día siguiente amanecimos pronto para llegar con tiempo a Banes y poder subir a Antillas, un pequeño pueblo en la bahía de Nipe (bahía en la que se encontró la figura de la Virgen de la Caridad que luego fue llevada a El Cobre). El recibimiento de nuevo fue como en casa; dejamos nuestras cosas y salimos para Antillas con Pablo Emilio. 

Allí, celebró una misa (con recuerdo a nuestra iaia incluido) en la que hubo reencuentro con los jóvenes que hace seis años me recibieron con los brazos abiertos; la fiesta siguió en Banes, con el cumpleaños de una monja misionera, que se alargó, con descanso debido de por medio, en la terraza de la iglesia desde donde llegaba la música de la plaza Martí, a pesar de ser domingo.


En esta misma iglesia de Banes es donde se casó Fidel Castro con Mirta Díaz en 1948 y esta misma ciudad es la que dio a luz al anterior dictador, Fulgencio Batista; ironías de la vida…

Desde la llegada hasta que nuestra última guagua salía hacia La Habana el siguiente día por la noche, Pablo Emilio nos cuidó, nos mimó y estuvo atento de que descansásemos como sólo hace alguien de la propia familia. Lavamos ropa, comimos como reyes y reinas y aprendimos de las múltiples historias cubanas.

En el viaje de vuelta y en la oscuridad de la carretera, como siempre, se sucedían carteles haciendo propaganda de la Revolución y sus conquistas: algunos, letreros de golpe en la mesa: Sí se puede coño; otros llamando al combate diario hasta la victoria y otros tantos más radicales que resumen la política castrista de “hasta las últimas consecuencias”: Patria o muerte; carteles quijotescos de una lucha de 56 años contra molinos de viento imperialistas. Podrán faltar cosas, pero la pintura y las ideas aquí no se acaban. Aquí no se rinde nadie, coño, como sentencia una de las frases históricas de esta Revolusión. Y lo que es innegable es uno de los mayores triunfos incuestionables del Estado: conseguir que todo el pueblo vire hacia su lado para sobrevivir, pues aquí el que no resuelve por la izquierda no vive para contarlo.

sábado, 22 de agosto de 2015

Visita guiada (Santiago de Cuba-Baracoa)

Buenos días pasajeros, en pocos minutos llegaremos a la terminal de Santiago de Cuba. Esperemos que el viaje no haya sido muy duro y el sueño se haya tragado la larga noche. Esta visita guiada incluye Santiago y Baracoa, dos ciudades muy importantes en la historia cubana.


La visita a Santiago incluye un recorrido por la ciudad y sus lugares más emblemáticos. Podrán disfrutar de las interminables e inexplicables colas cubanas, ya sea para conectarse a internet o para cambiar dinero. También podrán purificar sus pulmones conviviendo con las inmensas nubes negras que fabrica el tráfico sin cesar. Si tienen ganas de socializarse no se preocupen, entre los jineteros y la cantidad de gente que hay en la ciudad, no será difícil entablar conversación con los lugareños.

Hay dos excursiones incluidas en Santiago: la basílica de la Virgen del Cobre, matrona de la isla, y la Gran Piedra, en plena Sierra Maestra, a 1200 metros sobre el nivel del mar. Desde esta roca de origen volcánico, se divisa toda la región. A sólo 2 kilómetros se puede pasear por las ruinas aún encantadas de un antiguo cafetal. Se concluye el día con la visita al otrora cuartel Moncada, hoy en día, Instituto 26 de Julio.

Este cuartel es uno de los símbolos más importantes de la Revolución; viajemos a los años 50: Cuba es "la isla del pecado" pervertida por los americanos con el apoyo del régimen de Batista. Un grupo de rebeldes liderados por el abogado Fidel Castro, planea un nuevo cambio de rumbo y el 26 de julio de 1953, asaltan el cuartel Moncada en Santiago de Cuba. El asalto es un fracaso pero es el comienzo de la Revolución; la mayoría de los asaltantes son abatidos o arrestados y exiliados. Tres años más tarde, el Granma desembarca en la isla y una veintena (12 según fuentes oficiales) de rebeldes, se refugia en la Sierra Maestra para dar su vida por librar a Cuba de las garras del imperialismo. "La historia me absolverá" dijo Fidel en el juicio tras el asalto al cuartel Moncada. La historia, sin embargo, ha demostrado que muchas de las ideas y la sangre que se derramó, sirvió como abono o se las llevó el viento. Para algunos, Moncada simboliza la lucha por la libertad; para otros, el triste recuerdo de la fragilidad de los principios y el funeral de los ideales, oficiado por la vanidad y el poder.

Continuemos viajando en el tiempo con nuestra visita a Baracoa: primera ciudad fundada por los españoles en 1511 llegando a ser capital de Cuba. Algunos dicen que García Márquez se inspiró en ella para crear Macondo. Lo cierto es que durante más de cuatro siglos sólo se podía acceder a ella en barco y aparte de su belleza, ya señalada por Colón, es cuanto menos una ciudad curiosa.

En la ciudad del fin del mundo no deben olvidar ir al Museo Arqueológico, que se halla dentro de una cueva y donde podrán hacerse una idea de cómo vivían los primeros cubanos: los taínos; también merece la pena dejarse caer por la plaza principal, donde podrán jugar al dominó, beber un poco de ron o resolver acertijos dialogando con su gente. 

Las excursiones más populares e incluidas obviamente en este tour son: el parque Humboldt, donde sólo los más afortunados podrán ver manatíes (no se sientan afortunados, no caerá esa breva), los demás disfrutarán de un insulso paseo en barca; y la ascensión al Yunque, la montaña de 575 metros de altitud que gobierna la bahía de Baracoa y sus alrededores. Una escultura de Antonio Maceo (que fue uno de los padres de la independencia de la isla cuando estaba en manos de los españoles) admirará con ustedes las vistas.


No olviden dar un paseo nocturno por las calles de Baracoa, repletas de vendedores de cajas mágicas, maní, puros e incluso algún que otro animador incansable, que dan a la ciudad su peculiar personalidad.

Esperemos que el tour haya sido de su agrado. Muchas gracias y hasta la próxima.


martes, 18 de agosto de 2015

Rumba cubana, absurda y alegre (Trinidad-Topes de Collantes-Santa Clara-Cayo las Brujas)

Llegamos pronto a Trinidad y la búsqueda de casa fue breve; al primer intento conseguimos habitaciones para el Hostal La Reina, que no toma el nombre por la realeza de sus interiores sino por "la reinona" que regenta el lugar.


Trinidad es una ciudad que conserva el empedrado irregular que la alfombró en sus inicios, que junto con los colores pastel de sus hogares la hacen la ciudad más bonita de las que hemos visto hasta ahora. Ayudan por supuesto el campanario amarillo y blanco de San Francisco de Asís, la Plaza Mayor y la banda sonora trovadoresca que nunca deja de sonar en directo en sus paladares (restaurantes). "Guantanamera", "Chan Chan" o "Hasta siempre comandante" se mezclan con versiones del "Bailando" de Enrique Iglesias que hacen eco por las calles coloniales de esta ciudad.

La tranquilidad y la calma que se perciben en Trinidad nos animó a salir a cenar las dos noches; eso y la falta de pulcritud de nuestra reina... y a descubrir una ciudad que por conservar, conserva hasta la poca luz que alumbró sus calles en tiempos pasados.

El paisaje se volvía selvático conforme nos acercábamos a Topes de Collantes, un pueblo en el macizo de Escambray que está rodeado de cascadas naturales y que sirvió de refugio primero a los guerrilleros del Che y más tarde a los contrarrevolucionarios que pronto desaparecieron. 

Cada uno de estos saltos está vigilado por un guarda que exige alrededor de 9 CUC por persona por el acceso a cada cascada, así que lo primero era decidir cuál nos merecía más la pena. Las guías marcaban el salto del Caburní como la mejor, y por tanto más popular; sin embargo nuestro taxista nos enseñó fotos de Vegas Grandes y nos dijo que él la consideraba la mejor de todas. Nada como escuchar la opinión de los lugareños; tras un recorrido de unos 30 minutos, aparecían dos saltos de agua ante nuestros ojos con su piscina natural. Parecía que el día haría bueno y la asistencia era mínima; pero de golpe y porrazo, el chorro de agua que corría por las piedras con salto al vacío incluido, recibía la compañía de una ducha de gotas que huían de su inesperada y mal recibida nube. Esperamos un rato por si amainaba pero no tenía pinta y no queríamos calarnos en el camino de vuelta, así que dejamos las aguas detrás y nos sumergimos en una lección de historia reciente dada por nuestro taxista. En Cuba, para conocerla, hay que escuchar y preguntar dejando de lado prejuicios culturales; preguntar mucho, pues aquí mucha de la Historia se construye en el murmullo, sobre el correveidile, en el "yo lo sé de buena tinta" y en el "dicen...". Contrastando diferentes versiones no oficiales quizás pueda atisbarse algo de verdad.

El Viazul a Santa Clara conectó los últimos versos musicales que aludían al Che con una de las ciudades en que más presente está su imagen por estar enterrados sus huesos en ella. Aquí además libró Guevara una de las batallas decisivas para el triunfo de la Revolución: la batalla de Santa Clara, en la que el Che y sus hombres consiguieron hacerse con un tren blindado repleto de munición para el ejército del dictador Batista. Unos días más tarde, él y Camilo Cienfuegos entraban en La Habana triunfantes. Hoy, su estatua preside la plaza más desierta de la ciudad.

El calor asfixiante aletarga a los cubanos y fuimos testigos de ello cuando por la noche pudimos ver cómo despierta y resurge Santa Clara cuando el sol deja de gritar. Los parques y plazas vuelven a llenarse de gente. De repente la plaza Vidal se había llenado de cubanos hablando con sus familiares migrantes vía Skype (haciendo uso de los nuevos puntos de acceso wifi a 2 CUC la hora que unen puentes entre la Cuba que fue destilándose y la Cuba que se quedó); un grupo de música ponía ritmo a una escena absurda y divertida que sólo podía tener marca cubana: una mujer mayor daba clases de rumba y lo que le pusiesen por medio con su ejemplo, un indigente bailaba con su perro, una cabra tirando de una minicaravana portaba a los más pequeños dando vueltas a la plaza cortando intermitentemente el baile de salón que se había formado; incluso un borracho encontró su momento bailando con una guiri, mientras el marido de esta aguardaba pacientemente con la bolsa del otro en sus manos y cara de resignación. Un cuadro nocturno lleno de alegría cubana.

Nuestro último día en el centro de la isla fue de descanso turista en uno de tantos cayos que la bordean. Una vez más, escuchar la opinión de los cubanos, dejando de lado la de la guía, nos ahorró un buen puñado de pesos convertibles para redirigir nuestros cuerpos hacia el Cayo las Brujas.

Allí, la arena blanca y las aguas cristalinas y turquesas amansaron el calor con sus olas. Oriente nos esperaba al día siguiente.

jueves, 13 de agosto de 2015

Bosques de coral (Playa Larga-Cienfuegos)


Nos despedimos de La Habana por ahora, con la llegada de las chicas y tras una noche de tres horas, amanecimos con la luna para probar suerte con los billetes de bus. El bus estaba completo, pero a menudo, gracias a las cancelaciones, se liberan asientos. Cumpliendo el dicho, teníamos las de ganar por haber madrugado y a las 11:00 llegábamos a Playa Larga. Es sencillo predecir, por su nombre, en qué consistió el día.

 Desde la mañana la playa nos acogió un poco más sucia y poblada que Cayo Jutías, pero con un fondo igual de claro del que se podía disfrutar sin gafas, gracias a la trasparencia de sus aguas. Comimos una pizza "cubana" (masa de un palmo de diámetro con tomate, escaso queso y con suerte un par de lonchas de jamón).

Con un sol de juzgado de guardia, fuimos en búsqueda y captura de un lugar más tranquilo que justificara la fama de esta playa, y al rato de caminar hayamos el paraiso que ha dado nombre a este lugar: entre los árboles se escondían pequeñas líneas de playa aisladas. Una vez conquistada, fuimos a inspeccionar el camino en busca de un segundo escondite. Los árboles sólo dejaban pasar los rayos del sol a cuenta gotas y el suelo estaba cubierto de hojas secas, húmedas por el agua del mar y habitadas por cangrejos que en lugar de alegrarse de nuestra visita huían a esconderse como niños avergonzados. Algunos de camino al escondite levantaban las pinzas amenazadores. 

El segundo día hicimos una excursión a la Cueva de los Peces. Esta cueva vertical se encuentra a 20 km de Playa Larga. Es una piscina natural de 70 metros de hondo donde al bucear se puede observar cómo la oscuridad de la profundidad impide al sol hacer lo que le venga en gana y lo apaga en la distancia. A pesar de la espectacular escena, jugar al escondite con los peces en un lugar tan grande deja de ser divertido pronto, y decidimos ir a la playa de enfrente a probar suerte. Fue una buena decisión.

Un horizonte de agua clara se abría al otro lado de la carretera, con un fondo blanco decorado por bosques de diversos corales y que sólo habíamos visto en fotos o tras decorados artificiales; habitados por multitud de peces que no hacían el esfuerzo de esconderse sino que se pavoneaban con sus trajes multicolor como si de una pasarela se tratara. 

Tostados por el sol, aprovechamos el día para visitar cocodrilos. En la ciénaga de Zapata, y sólo en ella, vive el cocodrilo cubano. Así que aprovechamos la cercanía para ir al criadero de cocodrilos. made in USA era también a lo grande y dejaba en ridículo al no por ello más pacífico nativo.

Hacinados bajo la sombra, se amontonaban los cocodrilos, divididos por edad y tamaño para asegurar su supervivencia. Desde los cocodrilos que tenían días y aún no sabían caminar, hasta aquellos de dos metros que tenían diez años, la vida del cododrilo en cauitividad no parecía muy apasionante. Para que el turista pudiese hacer la comparación, había un especimen de cocodrilo americano; como todo lo americano, el cocodrilo

Sazonados en exceso, cambiamos el rumbo al día siguiente y nos dirigimos a la ciudad de Cienfuegos, antigua ciudad colonial cuyas casas no quieren renunciar a su pasado y se acicalan con colores pastel para no dejar escapar su belleza. 

Disfrutamos aquí de unas vistas panorámicas de la ciudad y alrededores por un módico precio y por la tarde paseamos por el malecón (paseo marítimo); amenazados por un cielo grisáceo, visitamos la bahía a la que se asoma Cienfuegos. Según las guías una de la más bellas bahías del mundo. Quizás fue culpa del cielo, quizás una simple exageración de la Lonely pero al rato de visitarla, dimos media vuelta y la despedimos dándole la espalda.

domingo, 9 de agosto de 2015

Aunque a La Habana la vistan de seda (La Habana)

El autobús hacia La Habana nos dejó bastante alejados de la Capilla, pero con el ahorro que había supuesto el trayecto nos sabía mal gastar el mismo precio en un taxi; tampoco sabíamos seguro si Kangue habría vuelto ya de Trinidad pues nuestro plan de salida era llegar dos días más tarde, así que nos salía más rentable caminar (en tiempo y en pesos).

Llegamos a la puerta y empezamos, como buenos cubanos, a practicar la espera. Aquí varía el nombre que les damos en la península a las comidas: el almuerzo se llama merienda; la comida, almuerzo; y la cena, comida. Así pues, almorzamos, leímos, saludamos a los vecinos y esperamos pacientemente a la sombra durante cinco horas. Dos periódicos del Granma (el diario nacional) en el buzón evidenciaban que aún no había llegado Kangue, lo que minaba nuestras esperanzas de que llegase ese mismo día. Y cuando ya habíamos perdido la fe, como suele pasar cuando uno se encuentra en estas situaciones, alguien nos extendió una mano: Nilka y su esposo Lázaro nos abrieron su casa, nos hicieron limonada y nos dieron de comer. Lázaro nos contó de sus viajes cuando trabajaba en la marina y amenizó con sus postales los últimos momentos hasta que llegó Kangue, sonriendo y con los brazos abiertos. Hospitalidad cubana que no falte.

Los dos días siguientes nos dedicamos a pasear La Habana, recorrer las calles que volveremos a patear con las chicas y a celebrar la fiesta de Santo Domingo de Guzmán junto con la comunidad de la parroquia y la de San Juan de Letrán. Las alabanzas, las bienvenidas y los apadrinamientos no han parado desde que llegamos. Todos te hacen partícipe para que te sientas uno más; ya tenemos propuestas de clases de baile, visitas apalabradas para cuando volvamos a La Habana, almuerzos reservados… made in Cuba.

La Habana (y Cuba en general) vive en un remake continuo. ¿Quién dijo que las segundas partes nunca fueron buenas, muchacho? Aquí no se llevan ni la cuenta de las veces que arreglaron el carro o la moto: motor Toyota, cigüeñal nuevo, cambio de marchas apañado con un trozo de manguera… todo por la izquierda, oiga (casi un eufemismo de resolver, aquí en Cuba). Tanto remake que esto es la cuna del mestizaje.

Pues a eso se ha dedicado Eusebio Leal, conocido aquí como El historiador: a restaurar la ciudad; a maquearla con una nueva capa de pintura para tapar las cuatro o cinco que se vislumbran debajo ya desconchadas. Quizás por eso La Habana vive más de noche, cual Cenicienta, para disimular las penas (sinónimo aquí de vergüenzas); malherida princesa, cargada de cables de ropa tendida, como un barco naufragado que subsiste flotando gracias al esfuerzo de marineros que achican el agua que se cuela por tantos agujeros.

Nuestro paseo terminó por el Malecón, donde se nos presentó Rogelio Marcelo, campeón de boxeo de su categoría en las Olimpiadas Barcelona ´92, para charlar un rato con nosotros. ¿Fue ciertamente él? por el momento vivimos en la isla de las ideas y la palabra, donde lo que es verdad o mentira nunca se llega a saber del todo cierto. Radio Bemba manda. Si él lo dice, así será…

viernes, 7 de agosto de 2015

El misterio de las vacas sagradas (Las Terrazas-Soroa-La Habana)




Cuba es una isla llena de misterios. En Viñales, por lo que desciframos de los consejos de los lugareños, llueve por la tarde, no por la mañana. Efectivamente durante nuestra estancia, así pudimos comprobarlo cada día; especialmente esperando al bus para ir a Las Terrazas. De repente el cielo, casi sin tiempo para vestirse de luto, descargó una lluvia torrencial que convirtió la plaza en un enorme charco y las escaleras en cascadas que se encargaban de evitar que el charco se transformase en lago. La lluvia retrasó al bus y se burló de aquellos temerosos de los rayos. Cuando menos se esperaba, un flash incendiaba el cielo y el aire se llenaba de algunos gritos de terror, acallados por estruendosos truenos. Todo un espectáculo que hacía más corta la espera; cuando parecía que la lluvia se había cansado de calar y marchaba a otro lugar, nuestro bus dejaba atrás los mogotes y se dirigía a Las Terrazas. 

Las Terrazas forma parte de la Reserva Sierra del Rosario y fue la primera Reserva de la Biosfera en Cuba. El primer día fuimos caminando para aprovechar la mañana de la forma más económica posible. Visitamos los baños del río San Juan y pasamos allí la mayor parte del tiempo hasta que nos visitó la lluvia del día anterior y ya no se quiso marchar. Sin darnos por vencidos, antes de abandonar la reserva, hicimos una última excursión al antiguo cafetal Buenavista. Haciendo honor a su nombre nos brindó unas vistas de la región que realmente merecían la pena bajo la insistencia de la lluvia. Seguimos un poco más allá, en busca de un mirador que nunca encontramos pero alargó el disfrute de ver a los rayos exhibiendo su efímero poder sobre el horizonte.

El día siguiente amaneció azul como el mar que rodea la isla; un mar lleno de peces. Cualquiera aventuraría que el plato principal aquí en la isla es a base de productos marinos. Se equivocan señores, aquí el pescado se consume menos que en la capital de España. Podría parecer un nuevo misterio, pero un misterio deja de serlo cuando encuentra su respuesta; que les guste o no la respuesta ya es otra cosa. La pesca está prohibida para evitar que la gente salga a altamar y confundidos, acaben amarrando el barco lejos de la isla.

Volvamos a tierra firme, donde nos esperaba un Chevrolette blanco y morado del ’55 perfectamente conservado. Nos deja en Soroa, una zona en la Sierra del Rosario a 20km de Las Terrazas, que nos acogió el día entero. Visitamos su orquidiario, que por culpa de la época, destacaba más como botánico. Sus frondosos jardines verdes propiciaron la visita del zunzún: el pájaro más pequeño del mundo, ni se inmutaba ante nuestra mirada atónita e iba de flor en flor atiborrándose de néctar. Solo esta visión, ya valió la visita.

Desencantados con la infructuosa búsqueda del mirador el día anterior, nos pusimos a buscar uno nuevo. Subimos hasta el punto más alto de la montaña, atacados constantemente por los jineteros de la naturaleza: los odiosos mosquitos. Sin embargo una vez en la cima, los chupasangres nos dieron un respiro  y el ambiente se lleno de paz, no sólo por su abandono, sino por las vistas panorámicas de la Sierra, toda vestida de verde y coronada por el árbol cubano: la palma real, que llega a medir unos 40 metros. Las palmas asomaban la cabeza por todos lados en busca de la luz que la frondosa vegetación se disputaba.

Insuflados de la tranquilidad del mirador, nos dirigimos para acabar nuestro recorrido al Salto del Arco Iris: una cascada de 22 metros que nos refrigeró en las horas más calurosas del día. Visitado Soroa, nos quedó la sensación de que habíamos visto todo lo que había que ver y al día siguiente fuimos de nuevo a La Habana. Volvimos a lo cubano, haciendo autoestop y abaratando así el viaje hasta diez veces. Mientras caminábamos hacia la autopista con las mochilas pasábamos laderas llenas de vacas, vacas flacas todas ellas. Matar una vaca en Cuba comporta una pena mayor que matar una persona; sin embargo, la leche que bebe el pueblo no es de vaca, sino en polvo, y la carne que come, no es de vaca, sino de cerdo y pollo. ¿Qué oscura misión tienen pues las vacas en esta isla? ¿Serán estas, vacas sagradas exportadas de La India? ¿Harían las vacas un pacto secreto con el partido antes de la Revolución, para preservar su existencia y la de sus descendientes? Sea como fuere, este es uno más de los misterios que guarda la isla caribeña.