jueves, 21 de agosto de 2014

Las derivas (Zagreb-Barcelona-Valencia)


Este viaje estaba llegando ya a su último puerto, y como desorientado, iba a la deriva dirigiéndose al final. En el viaje de la vida, sufrimos diversas derivas. Derivas económicas, derivas personales, derivas de pareja...Las derivas son crisis, pequeñas muertes o el punto final de algo. Pero para seguir navegando decidimos coger el timón evitando así "que el destino nos tome las medidas". Superamos las derivas porque de eso trata la vida, de superar los baches del camino, saber decir adiós o saber adaptarse a los nuevos vientos.

Nuestro último destino, nos confrontaba con las derivas; el último día en Zagreb, visitamos el "Museo de las relaciones rotas". Este, es un Museo que acoge donaciones de la gente. Estas donaciones, tienen la peculiaridad de ser objetos sentimentales de una historia acabada: Un regalo de ella a él antes de que el amor decidiera apagarse; un corcho de champán que nunca llegó a festejar lo que le tocaba porque se descubrió el pastel; una nota de suicidio de una madre a sus hijos; el juguete que le regaló papá antes de abandonarle...Objetos que guardan una carga emocional tan grande, que pueden contar historias, por sí solos. Y de aquí surge la idea del museo, es un cementerio de historias, un funeral de corazones rotos. Todos podríamos donar algún objeto embrujado al Museo, por ello quizás se nos erizaron los pelos con algunas historias.

Fuera llovía pero el museo era inmune a la lluvia, puede que no solo por su techo, sino porque aquél enterramiento, se había hecho inmune a las lágrimas aceptando su final. Y es que las derivas son parte de la vida y hay que saber aceptarlas, celebrar su funeral y seguir adelante.
Acabó de llover y después de perdernos un rato nos dirigimos al siguiente puerto a la deriva: El cementerio de Zagreb. Ese lugar en el que todos estamos destinados a acabar nuestros días y los vivos vamos para echar una vista al pasado; para no olvidar quiénes somos y de dónde venimos.

Mirogoj, así se llama esta residencia cinco estrellas, es un manantial de paz y descanso. Una auténtica maravilla donde los muertos descansan y sus cuerpos dan vida al musgo y las enredaderas, que agradecidas, decoran los aposentos mortuorios.
Esa noche tuvimos la última cena con nuestra famila croata y como muestra de agradecimiento intentamos acercarles a la boca, nuestro país y cultura. A pesar de su fascinación por lo que habíamos cocinado, nuestro paladar no engañaba: "No habéis conseguido un gran resultado" decía. Afortunadamente si no sabes lo que podrías tener, algo mediocre puede saber a gloria solo por ser diferente e innovador.

El último día fue como una muerte anunciada, no quedaba mucho que hacer, así que nos dimos una última vuelta y comimos juntos antes de decirnos adiós, o hasta luego. Ya en el aeropuerto, asistimos a la última deriva, la de nuestro viaje. Pero cómo decía, la deriva solo es el final de algo, y mientras el avión despegaba dejando atrás Hrvatski, nuestro barco abría las velas, y se dirigía hacia un puerto incierto, nuestro próximo camino se empezaba a dibujar: Nada más volver de Croacia, celebrábamos la tercera edición del viaje incierto. En este viaje, ponemos un presupuesto acordado entre todos y la suerte decide quién monta el viaje.El señalado por el azar, se encarga de organizarlo todo y así, los que forman parte del viaje,vuelan con la incertidumbre del destino que les acogerá. Pues bien, esta vez,salíamos desde Valencia a las 5:30. Por ello requerimos los servicios de conductor de Jaime Penadés para poder llegar a tiempo a Valencia. Así pues, se convertía en nuestro vigía de navegación y nos esperaba en Barcelona puntual, desde luego mucho más que nuestro vuelo. Ahora viajamos hacia Valencia sin tierra conocida en el horizonte, esperando, si es necesario, enfrentarnos a monstruos marinos y sirenas; porque sí hay esperanza en la deriva.

Nos asomamos al ataúd del viaje, echamos el último puñado de tierra y abandonamos el cementerio. Lo enterramos para poder volverlo a visitar más adelante; para pasar página y seguir caminando sin olvidar los pasos recorridos, los giros tomados y las piedras en las que tropezamos.
Nos alejamos lentamete y alguien grita a nuestras espaldas: "¡Tierra a la vista!"


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