jueves, 14 de agosto de 2014

Los pájaros Dálmatas (Split-Brač-Trogir-Šibenik)

Los pájaros dálmatas (o de Dalmacia) lo ven todo como el turista: desde arriba; desde lo alto del campanario de Trogir o desde el  de Split; cuando se cansan y buscan hacer un viaje sólo tienen que preparar las alas y volar hacia cualquiera de las islas que se esparcen por la costa croata. Y es que Croacia se mira desde arriba, con la perspectiva de la historia y reconociendo los colores de la bandera en su paisaje: el rojo de los tejados cuando se pone el sol, el blanco de sus casas de piedra traida de Brač y el azul de su costa. Y los pájaros croatas, al menos los de esta zona, son del Hayduk (el equipo de Split), como la familia Paic.


El paso por Zagreb después de Istria fue breve, y aprovechando que Bero tenía un viaje de trabajo a Split, se ofreció a llevarnos. Allí contactó con Mariana, una amiga de la facultad de Breza, nuestra madre croata, que se ofreció a dejarnos su casa durante cuatro días para poder viajar por la zona sin tener que depender de encontrar albergue. Y allí estábamos, en Dalmacia, la parte sur de Croacia, con casa y un abanico de destinos a elegir; el vuelo comenzaba de nuevo y la tarde la dedicamos a callejear por Split.

Nos adentramos en el Palacio de Diocleciano y nos dejamos llevar a la época romana donde empezó la ciudad. Desde la plaza central, con el campanario enfrente, el tiempo se para y deja saborearse, como el viento cuando hace calor y aparece. 



Al día siguiente, un ferry nos dejaba en la isla de Brač. En Bol, una de las ciudades, está quizás la playa más famosa de Croacia, por su bosque de pinos seguido de una lengua de piedras pequeñas que se adentran en el Adriático: Zlatni Rat.

El mar Adriático tiene algo idílico que es en parte lo que atrae a tanto turista: su agua es tan cristalina y transparente, que las diferentes profundidades la colorean de un azul verdoso de paraíso. Tras el descanso de emperadores, el ferry nos devolvió a Split.



La mañana siguiente fue un bus el que nos transportó hasta el primer destino, Trogir; una pequeña y bonita ciudad de influencia veneciana (como tantas otras por este país), protegida por la Unesco; pero como he dicho, la ciudad es muy pequeña y en menos de una hora la habíamos visto entera; así que siguiendo el "Don´t waste your time or time will waste you" de Muse, decidimos montarnos en un nuevo bus que nos llevase a Šibenik (un poco más al norte), con tan buena suerte que encima ¡no nos cobró el viaje! Así que la catedral de Santiago se nos descubrió tras la comida con sus 71 caras esculpidas que la decoran; unas inmejorables vistas desde el fuerte de Santa Ana, a vista de pájaro, nos han dado la despedida esta tarde.

Y ya que hemos acabado desde lo alto, espero que se me permita una última reflexión sobre los pájaros y sobre su vuelo; algo que descubrí en el viaje hacia Split, (pues los viajes largos permiten hablar, preguntar y escuchar a la gente del país) y es que los pájaros dálmatas, como los croatas, aún tienen en la piel,
o en las plumas, según se mire, las manchas de la guerra, aunque sigan blancos y tratando de volar alto, pues esas manchas no se van tan fácilmente.

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