jueves, 21 de agosto de 2014

La transparencia de los colores (Varaždin-Parque Nacional de Plitvice)

La mañana del lunes empezó relajada, tomando un café con Breza, paseando por las calles de Zagreb (de nuevo, nuestra ciudad-base) y poniéndonos al día con el blog. Después, tras la comida familiar en casa de baka ("abuela" en croata), partimos todos en una escapada vespertina rumbo a Varaždin. Noa y Robin se quedaron en Pag, así que cambiamos de hermanos y viajamos esta vez con Iskra e Istok aliñando el viaje en coche con el ska bosnio de Dubioza kolektiv

Llegamos a Varaždin (antigua capital de Croacia) casi al atardecer y comenzamos a visitarla dando un paseo tranquilo hasta llegar a Trg Kralja Tomislava (la plaza del ayuntamiento) donde paramos a tomar un descanso y una cerveza fresquita. 

Cuando volvimos a movernos para callejear, el sol ya amarilleaba los edificios de colores pastel de la ciudad con ese ocre previo al naranja arcilloso de la golden hour; y así, presenciando los cambios de colores de la luz que se daban sobre todo lo que aún no era sombra, acabamos nuestra visita en Stari Grad (una antigua fortaleza del s. XV reconvertida en museo), bañados de un filtro naranja-fuego.


Cuando uno cree que el viaje está llegando a su fin y que ya no queda mucha sorpresa escondida en el camino, afortunadamente el viajero suele tropezar con el poema de Kavafis: "Pide que el camino sea largo. Que muchas sean las mañanas de verano en que llegues -¡con qué placer y alegría!- a puertos nunca vistos antes." Y esa mañana de verano, antepenúltimo día a nuestra vuelta, llegamos a uno de los "puertos" de lagos turquesas y cascadas colonizadoras más bonitos que hayamos visto antes.

Salimos de Zagreb para pasar el día en el Parque Nacional de Plitvice y sabíamos que era algo digno de ver; pero conforme va acabando un viaje tienes casi cerrado el cuadro del país en tu cabeza (agua cristalina, lavanda, casas de tejas anaranjadas...) y no esperas añadir más colores al mismo; sin embargo, el viaje siempre sorprende con nuevos puertos. 
El parque tiene unas 19 hectáreas pero la parte más conocida es la de los lagos, donde unas pasarelas de madera bordean y cruzan los mismos para poder visitarlos. El desfile de colores con los que se engalana el agua cristalina es increíble, entre la escala de azules y verdes cualquier color intermedio está aquí; pero se encuentra dependiendo desde dónde se mire el agua, o de a qué hora del día, de la profundidad... 

Buscando los colores que transmitan fielmente la imagen, uno se encuentra asociando varios a la vez (azul verdoso, azul amarillento, incluso azul-morado...); descubriendo que en una escala cromática, los colores que rodean al azul son exactamente los que servían de referencia. Pero la naturaleza se guarda un nuevo giro al asunto, porque conforme nos acercábamos a los lagos, el color se difuminaba y borraba para dejar ver de forma casi transparente, los peces que habitan en sus aguas, las ramas, las hojas caídas hace ya meses...



Decidimos hacer la caminata larga; disponíamos de tiempo y ganas para aprovechar el día. Durante unas siete horas pudimos comprobar también los movimientos de las aguas, que cuando está calmada y tranquila se apretuja en un lago, cuando necesita movimiento se hace riachuelo y cuando busca más libertad se hace cascada para que algunas de sus gotas puedan volar por unos momentos convertidas en el rocío que escapa con el viento.

Atardeció mientras buscábamos saciarnos con los ojos de los colores que nos rodeaban antes de que la luz que los pinta se escondiese. El tiempo se nos había pasado rápido; nos metimos en el coche y condujimos hasta Rastoke (de camino a Zagreb) donde cenamos en un restaurante rodeado por canales de agua.


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