viernes, 9 de septiembre de 2011

Born to be wild (Glacier NP-Yellowstone NP)

Todavía resonaba en nuestras cabezas el consejo de Mike (el manager del Traveler‘s Inn) cuando salimos hacia el Glacier National Park (“Si sólo os quedan dos semanas, haced que sean memorables).
Cogimos la carretera que nos indicó para rodear el lago Flathead por el este, pasando por un pueblo llamado Pablo. Tras una sesión fotográfica en los carteles, entramos en el parque.
En el Glacier NP hicimos una excursión hacia el Avalanche Lake, un lago con unas vistas de película, acompañadas por la presencia de unos ciervos que no tenían ningún reparo en compartir espacio.

Los paisajes aquí eran como los de la época en que los dragones acechaban a las princesas y los ladrones eran los príncipes de los bosques; árboles habitados por el musgo verde casi fosforescente rodean y alfombran los caminos, escondiendo a los osos que viven aquí guarecidos.

En la entrada del parque nos dieron un folleto, alertando sobre el peligro de acercarse a pie a uno de estos animales. Tuvimos suerte, pues cruzando la carretera que lleva hasta el final del parque (la “Drive-to-the-sun Road”, que ofrece unas vistas increíbles vadeando las montañas que lo rodean) nos topamos con una cría de oso que iba paseando por el arcén, como un peatón más.

Al día siguiente, Yellowstone nos recibió con la escena de un grupo de ciervos bañándose en el río, ajenos a las miradas y las cámaras de un montón de espectadores que nos agrupábamos en silencio a su alrededor, asistiendo con una sonrisa en la cara a tan ordinario ritual para los ciervos.

No hay palabras que puedan describir la belleza de lo extraordinario en este parque (y las imágenes se quedan cortas). Yellowstone debe su peculiaridad a estar asentado sobre un volcán, lo que permite que aquí se encuentren más de la mitad de los géiseres que existen en la Tierra.


Lo más destacado del parque se puede dividir en varias zonas, accesibles por una carretera en forma de ocho que une:

-Mammoth Hot Springs, son unas terrazas de manantiales geotermales. Sus formas de piscinas de travertino  tienen diferentes colores, igual que todos los manantiales y géiseres de aquí; esto es debido a las bacterias termófilas, que viven en el agua a temperaturas altísimas y colorean el paisaje según lo caliente que esté cada zona. Es curioso las formas de recipientes desbordados que hacen estas terrazas y el abundante amarillo hace honor al nombre del parque.

-Norris es una cuenca donde se aglomeran varios géiseres. Probablemente esta sea la zona donde llama más la atención la variedad geológica, pues se accede desde arriba, con lo que uno puede, tal cual entra, ver la cantidad de pequeños lagos térmicos esparcidos como charcos de agua (en algunos casos hirviendo), junto con géiseres en erupción, fumarolas y ‘saborear’ el característico olor a petardo de ‘bomba de humo’ que desprenden.

-Old Faithfull es la zona más famosa; llamada así por alojar al geiser del mismo nombre, que puntual como un reloj, entra en erupción cada hora y media (por aquello de hacerse rogar) ante un gran número de visitantes que se sientan a esperar para ver este maravilloso suceso geológico.


Es impresionante verlo, pero nos marcó mucho más mojarnos con el agua que salía del Beehive Geyser (que entra en erupción de forma impredecible; el rango de posibilidades abarca entre las 10 horas y los 5 días) por lo cerca que estábamos, por la potencia con que salía el chorro de agua y por lo excepcional del momento.

Era como si alguien hubiese encendido una manguera de bombero y la hubiese puesto en dirección hacia el cielo, para que el agua lograse escapar de las insufribles temperaturas del interior de la tierra y pudiese celebrarlo esparciéndose libre en el aire como gotas, calando a los asistentes.

En esta zona del parque se encuentra uno de los géiseres más chulos por su abanico de colores vivos: el Morning Glory Pool.

Sus verdes, amarillos, anaranjados y azules; junto con las originales formas de su cráter; la placidez y el ‘silencio’ del agua y el hecho de que esta esté al mismo nivel que la tierra, hacen creer a uno que se encuentra ante un enorme mineral de los que están pulidos para resaltar su belleza. Parece irreal poder asomarse al colorido abismo que lleva al interior de la Tierra. Es increíble. Una pena que esté perdiendo color por culpa de los objetos que lanzaron ilegalmente dentro de su cavidad, obstruyendo así el agujero que comunica con su principio.

-Por último, está la zona del Canyon (por donde pasa el río Yellowstone creando las cascadas Upper y Lower Falls) donde la tierra se confunde con los tonos de un cuadro. Es impresionante encontrar tantos colores acompañando el curso del río y es difícil echar alguno en falta, pues prácticamente están todos los que uno pudiese imaginar en un paisaje pintado a pastel.

Pero a pesar de haber cuatro grandes zonas, los paisajes del parque en general son para quitar el aliento; y cruzar las carreteras para encontrar vida salvaje es todo un placer. El bisonte es uno de los animales más fáciles de ver; es casi mágico ver con qué parsimonia cruzan la carretera, mientras los coches, cediéndoles el paso, escuchan, en silencio, sus pezuñas al pisar el asfalto rítmicamente, al mismo tiempo que balancean sus cabezas de un lado a otro con marcha de procesión, como posando para la foto de sus ocasionales vecinos.

Uno de los momentos más chulos (si es que se puede elegir uno) fue el ultimo día, cuando subimos al camping por el Hayden Valley; nos encontramos con una manada de bisontes pastando tan tranquilamente al lado de la carretera. Unos se tumbaban para llenarse de arena, otros mugían y se acercaban a la carretera lentamente para cortar el trafico, una cría mamaba de su madre… Toda una escena inolvidable. Vida salvaje en estado puro, ajena a los coches que paraban y que rememora los tiempos en que los indios americanos gobernaban estas tierras. Una pasada...


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