domingo, 18 de agosto de 2024

El tiempo, fantasma (Taitung-Taipéi-Keelung)

El plan inicial era el siguiente: tomar un tren de Kaohsiung a Taitung, donde un barco nos llevaría a la Orchid Island. Ese era el plan... pero en Keelung acababa de dar comienzo el Mid-Summer Ghost Festival, fechas en que las puertas del infierno se abren para que los espíritus vaguen libremente por las calles. Durante estos días, la gente muestra deferencia por todos los muertos, también los que puedan encontrarse perdidos o sin nadie que vele por ellos; las ofrendas comprenden desde preparar banquetes que sacien su hambre, hasta espectáculos de cabaré y pole-dancing con los asientos de primeras filas reservados para los fallecidos. 

Preferimos aprovechar la coincidencia, dejar la isla para otro viaje y viajar a Keelung desde Taitung.

Llegamos a Taitung por la noche y, ¡sorpresa!, no había recepción. Intuímos que nos habían enviado algún mensaje con el código de entrada, asumiendo que teníamos acceso a internet. Por suerte, el wifi de la casa estaba abierto y encontramos el correo con la combinación para abrir la puerta. 

La mañana siguiente tenemos solo hasta las 12h para visitar la ciudad, así que bajamos a pasear por el Railway Art Village y nos tomamos relajadamente un café.

Aprendida la lección del self check-in, revisamos los mensajes antes de salir a Taipéi (donde haremos escala antes de Keelung). Esta vez hay que descargarse el Line para confirmar que hemos reservado el hotel. Nos informan que todo el registro de entrada se hará a través de una máquina... Miedo...

Y con razón. Ya allí, cuando creemos que el proceso está acabado, subimos al quinto piso para encontrar la habitación 5E; pero, al salir del ascensor, descubrimos que todas las habitaciones son letras con el 6... ¡Que comience la yincana! Gracias al viaje a Corea, pronto damos con la solución: el "cuatro" () en chino es homófono de la palabra "muerte" (), por lo que, al igual que la triscaidecafobia en Occidente tiende a evitar el 13 en la numeración de ciertos lugares, la tetrafobia hace lo propio por estos lares. Generalmente ayuda a no olvidarlo la ausencia del botón en los ascensores, pero no era este el caso: 1 para el bajo, 2 para las habitaciones del 2, el 3 para las del 3, y el 4 para las del 5. 

Frente a la puerta de la habitación descubrimos que el código que tenemos no abre la puerta. ¿Y la llave? Escuchamos que la persona del servicio de limpieza está en el mismo piso. Cero inglés... Pero hace una llamada, y con gestos me indica que baje. Entiendo que llegará alguien, pero nadie aparece. Vuelvo para intentar comunicarme con ella, explicándole que no tenemos llave. De nuevo saca el móvil, y me urge a bajar. Esta vez, en la máquina se mueve un cursor sobre la pantalla que asumo que dirigen en remoto. Aparece mi nombre, y en unos segundos, la máquina expulsa una tarjeta que, esta sí, parece la llave. Escape room superada.

La tarde noche nos sirve para hacer la colada y organizar los siguientes pasos; la idea es alquilar un coche en Keelung para poder hilar todas las paradas. Sin embargo...

En la recepción del hotel de Keelung se ponen a hacer llamadas para informarnos, finalmente, que en el país de las scooters, al menos allí, NADIE alquila coches. Así que decidimos cuadrar horarios para poder acercarnos con buses públicos, a la mañana siguiente, a tres de los sitios que habíamos escogido. 

Por la tarde fuimos al Zhongzheng Park, donde la enorme estatua de 25 metros de Guanyin es custodiada por dos leones de Fu de cabeza hipertrofiada; aderezamos el paseo con la visita al Zhupu altar (que estaban engalanando para iluminar en uno de los platos fuertes del festival), unas vistas de la ciudad desde la Keelung Tower y un refugio antiaéreo que encontramos al bajar del ascensor.

Después, cogimos un bus para acercarnos hasta la postal del Cinque Terre taiwanés, en el puerto de Zhengbin. La comparación es exagerada, pues se trata de una sola hilera de 16 casitas de colores, pero la combinación titila reflejada en una acuarela hipnótica, en constante diálogo y disolución creativa entre el agua del mar de la China Oriental y la brisa marina. 

La parada de bus de vuelta se enciende al barniz del atardecer, transmutada en diner americano con sus bombillas en fila de tocador de camerino, y sus luces de neón anunciando que permanece abierto, preparando el apetito para el tour gastronómico en el mercado nocturno MiaoKou.

Al día siguiente, la primera parada era en Wanli, donde se encuentran las Futuro y las Venturo Houses. Son un conjunto de casas deshabitadas diseñadas en los 60 por el finlandés Matti Suuronen siguiendo la estética de la era espacial. Estos apartamentos astronáuticos abandonados fueron en su día la imagen del progreso. 

Pero ahora que el moho reverdece de lágrimas los cascotes de esta ciudad fantasma; ahora que hasta la palabra OVNI está desfasada (reconvertida en FANI para huir de teorías de la conspiración); ahora que no queda sino un esbozo vintage del abandono, un aire retro en los escombros; estos platillos volantes, estos vestigios decadentes, son la nostalgia viva de un x-filo irredento, la imagen fosilizada de un vals entre lo que fue futuro y lo que ya es ayer.

Como transportados por las naves ancladas, hacemos nuestra segunda parada en suelo terrestre con tintes exoplanetarios. El Yehliu Geopark alberga quiméricas formaciones rocosas esculpidas por las fuerzas terráqueas de la naturaleza. Creadas por la actividad volcánica, la erosión y la inspiración perseverante del tiempo, la imaginación humana ha dado a estas misteriosas figuras nombres tan rutinarios y gráficos como Cacahuete, Helado o Pezuña de Cerdo, y sugerentes como Cabeza de la Reina, Zapato del Hada o Geisha Japonesa. 

45 minutos al norte, nos encontramos en el Arrecife Verde de Laomei. El color de su nombre hace referencia a la época inicial de la estación húmeda, cuando las algas crecen sobre el arrecife que baña la orilla de alargados dedos rocosos creando una capa esmeralda que emerge exhuberante cuando la marea baja.

En esta época, sin embargo, el verde se concentra alejado de la zona más cercana al pueblo; por lo que tuvimos que dar un buen paseo mientras Lara se lo pasaba en grande persiguiendo a los cangrejos que huían a su paso, como se escapa el paso de las horas, sin que ella sea consciente, esculpiendo su espíritu de experiencias y cubriéndolo de plantas acuáticas que reverdecerán a su debido tiempo.

(5 a 8 agosto)

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