domingo, 13 de agosto de 2023

Stamp tour (Suwon-Jeonju)

Tras un desayuno fuerte en Seoul, donde hicimos noche de escala desde Jeju, cogimos el metro que nos acercaría a Suwon. Durante el trayecto, observando a la gente que nos acompañaba, fuimos reconociendo un collage, una estampa de movimientos, marcas y vestimentas de esta escena coreana: los ventiladores de mano y el movimiento pendular con el que acarician su rostro; la marca de National Geographic, omnipresente; los gorros de ala grande que llevan algunas mujeres cuya forma convexa recuerda ligeramente a la cofia de The Handmaid's Tale, o las viseras-diadema-frontal de mejillón son solo algunos de los destellos que captamos.

Encontramos cerrada la oficina de información y turismo, como ya nos había ocurrido anteriormente, donde los lunch break se respetan con pulcritud. Sorprendentemente pese a su puesto de trabajo, no esperéis ni un gran inglés, ni muchas sugerencias; eso sí, te facilitarán un mapa. Cuando hemos pedido recomendaciones, nos derivan con su palma abierta a la imagen del mapa con una sonrisa y despliegan la mano sobre el mismo. All possibilities. Choose yourself.

Tras pelearnos por entender la red de buses, que resultaba más lógica una vez conocida, llegamos al alojamiento para dejar nuestro equipaje. El hostal era el típico lugar de mochileros, con habitaciones de literas, toallas Korean style (el trapo justo para no cubrir una cintura) y cuyo desayuno eran dos Yatekomo coreanos que nos entregaron al hacer el check-inDo it yourself.

Comenzamos nuestra visita en Paldalmun, una de las cuatro puertas principales que comunicaban la fortaleza de la ciudad con el exterior. En la oficina de turismo cercana, una mujer nos explicó que había unos "pasaportes" que podíamos ir sellando al pasar por los puntos más relevantes de la ciudad; sólo había  que  localizar las casetas que guardaban el sello y la almohadilla de tinta. Challenge accepted.

Lo que empezó siendo un juego para Lara (no tanto el objetivo, sino el momento de sellar) acabó siendo nuestra motivación para recorrer la muralla. 

Empezamos, con un breve respiro al sol, en la calle que llegaba hasta Hwaseong Haenggung: tiendecillas de artesanía, algún que otro mural pintado y unos bancos públicos convertidos en alforjas con flores en los aleros.

Hwaseong Haenggung fue un palacio temporal del rey Jeongjo; refugio para tiempo de guerra, y lugar de descanso cuando venía a visitar la tumba de su padre, el (ex) príncipe heredero Sado (que había sido condenado por su padre, el rey Yeongjo, a morir encerrado —sellado— en un cofre de arroz). Sellar su destino à morir sellado à lleno de sellos à impreso de estampas... Supongo que es nuestro sueño al morir: Seguir, de alguna manera (que por cierto comparte etimología con sello), aunque sea como un recuerdo, habiendo dejado impresión, firma... Filatelia vital...

Desde el palacio, gracias al gigante Buda dorado, localizamos el templo Daeseungwon, y subimos hasta allí antes de llegar al punto más alto de esa parte de la muralla: el Seojangdae, en la cima del monte Paldalsan.

Desde allí paseamos, ya mayoritariamente en descenso, por la cresta de la muralla hasta la puerta oeste Hwaseomun, donde seguimos el trayecto a pie de muralla hasta Janganmun (la puerta norte). Lara duerme porteada mientras cruzamos por la puerta secreta (Bukammun) hasta el lago Yongyeon. —Las puertas son sellos, que también sirven para preservar un mensaje del mensajero, para reservárselo al destinatario. Sigilo y sello también comparten raíz.

Los sauces llorones empiezan a filtrar entre sus ramas el atardecer, concediendo a la escena un matiz aún más romántico. Los amantes y las familias buscaban su lugar en la escena. Alucinamos con la preparación para el picnic de algunas parejas, que traían carritos de arrastre con todo tipo de detalles: ramos de flores de plástico, peluches, o incluso espejos con forma de corazón.

Cenamos pasada la puerta este (Changnyeongmun), y acabamos de poner el último sello del tour en Namsumun, al sur, con las luces anaranjadas iluminando los monumentos y sellando la victoria juntando las manos en celebración de equipo. El sello como unión.

Al día siguiente, un tren nos lleva hasta Jeonju. En la taquilla de la estación de destino intentamos comunicarnos para saber si nos compensa comprar el billete suelto a Busan o pagar el KR Pass. Como el mensaje no consigue traspasar la barrera de las lenguas, la mujer de taquilla saca la mano en gesto de paciencia, esto lo soluciono yo; coge su móvil, abre la aplicación Papagayo, y la comunicación empieza a fluir, en diferido y con interrupciones, mientras nos pasamos el móvil-testigo para hablar o leer la traducción, como si se tratase de un partido comunicativo de tenis tecnológico. La lengua como sello, signo del pensamiento, al que imprime distinción.

Para salir mañana a Busan la mejor opción parece el bus, porque durando prácticamente lo mismo, es más económico, y en el tren tendríamos que hacer el trayecto de pie. 

Pues allá que vamos a la estación de buses con nuestras mochilas. Tras la gestión, dejamos nuestro equipaje en el hanok (una casa tradicional) donde nos hospedaremos y salimos a comer para probar dos de los platos típicos: el bibimbap (original de Jeonju) y el tteokgalbi (una hamburguesa de costilla, muy tierna).

Cuando comenzamos a visitar la ciudad, el chispeo empieza a amenazar con aguar la visita; pero por suerte, la lluvia no llegará hasta más tarde. Por el momento, tenemos vistas desde el templo Omokdae al Hanok Village, la zona de la ciudad que callejearemos. 

De bajada, paseamos hasta encontrar el Jeonju Hyanggyo, una academia confuciana con una entrada donde se respiraba la calma que huía del agitado centro y con unos árboles ginkgo que custodian el camino.

Cruzando el puente Namcheongyo, nuestros pasos nos llevaron hasta la Jeondong Catholic Church, frente a la entrada del Gyeonggijeon. Este último lugar de culto guarda el retrato del fundador de la dinastía de Joseon.

Paseamos tranquilamente por el santuario mientras una pareja de enamorados vestidos con hanboks se tomaban fotos; y hacia el final de la visita, empezó a diluviar, por lo que buscamos refugio en una cafetería donde cerrar el día —el sello como conclusión—. La cafetería nos brindó vistas de los tejados estilo Joseon (curvos y de teja negra, sello de la casa).

Mañana madrugamos para salir a Busan, así que hay que poner el (último) sello al relato por hoy, que se nos hace tarde.

(5 a 6 de julio)

2 comentarios:

  1. ¡Relato sellado! Me suena eso de los sellos de haberlo visto en algún sitio ( Pekín Express, callejeros viajeros...🤔)

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  2. Bueno...ya queda menos de viaje y q volváis a casita.. yo me agotó de leeros..calor, humedad, subir subir...jeje.

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