miércoles, 8 de abril de 2015

Turismo béhong (Élinkine-Karabane-Cap Skirring-Djembering)

El bautizo senegalés ha sido paulatino. Comenzó en Élinkine paseando por las calles del pueblo hasta el partido de fútbol femenino; al día siguiente, esperando el "correo" (una barca que une Élinkine con la isla de Karabane), se nos acercaron Fatuh (una de las futbolistas de ayer) y Siri por pura curiosidad; nos invitaron a unirnos a su plan y nos despidieron con la promesa de tratar de coincidir a la vuelta de la isla.

Llegamos a Karabane casi a la hora de comer, así que dejamos las cosas en el hotel y nos pusimos a buscar restaurante; todo estaba ya cerrado excepto una cabaña donde nos encontramos con unos españoles que habían venido de cooperación al país y nos invitaron a compartir mesa. Uno de ellos era Amaia, que tras once años viniendo a Senegal a aprendido a defenderse en wolof. Lo que hace el idioma... acabamos cantando una canción española versión senegalesa, "¿e tú cómo te llama?", con la dueña del restaurante y sus hijos.

Los españoles tenían que irse pronto para volver a Djembering, donde estaban asentados, y nos invitaron a ir allí al día siguiente en lugar de dormir en Cap Skirring como teníamos planeado. La experiencia nos enseña que viajando no hay mejor plan que el que va surgiendo sobre la marcha, así que aceptamos la oferta.

Hasta ese momento no habíamos entendido cómo hacer turismo en Senegal; aquí no hay monumentos ni rascacielos, pero hay gente que espera compartir y conocer las diferencias y hay árboles que suplen la arquitectura urbana; humanidad y naturaleza, eso es Senegal. Los pasos para hacer turismo son simples: Empieza a pasear por las calles (o caminos de arena) con una sonrisa, observa, ¡no hagas fotos aún!, saluda a la gente que se acerca (los primeros serán niños) "-Bonjour, -Bonjour, os estrecháis la mano, -Kassoumaye?, -Kassoumaye kep! (en diola, ¿qué tal?), intercambio de nombres, y lo demás todo fluye si te sigues haciendo ver; fíate y déjate llevar; alguno seguro que querrá enseñarte su ciudad y compartir su forma de vivir. La clave es dejarse encontrar.

El porqué de evitar las fotos al principio es curioso; algunos creen que luego harás postales con sus rostros; ¡dicen que han visto cómo conocidos suyos eran comercializados sin saberlo!

Así que el bautizo comenzó esa tarde, cuando los niños del restaurante nos hicieron partícipes de un día en sus vidas. Bouba, Souleymane y Abdoulaye ayudan por las tardes en el campo a su madre, sacando agua del pozo y regando el huerto. Se partían viéndonos hacerlo; luego, depende del día, se acercan a un poblado a comprar bolsas de cocos; allí los lugareños nos invitaron a probar el vino de palma y nos explicaron la forma de conseguirlo; cargamos con las bolsas y retomamos camino de vuelta, donde coincidimos con varios de sus amigos que también volvían de ayudar en alguna tarea (cargar con agua potable o con leña); a todos les encantaba verse en la cámara de fotos.

Al día siguiente nos despedimos, tomamos elcorreo de vuelta, un sept-place hasta Oussouye y un minibús hasta Cap Skirring con música africana incorporada gracias a unos altavoces amarrados a los laterales. Lamine nos enganchó a la llegada para que comiésemos en su restaurante, así que dejamos allí las mochilas y paseamos por el Benidorm senegalés (o el que fue hasta este año, pues el miedo al ébola ha espantado a una parte muy importante del turismo, como ellos lamentan).

En seguida se nos unió un hombre que andaba por allí y se dispuso a enseñarnos el mercado de pescado; cómo los salan para que duren hasta la época de lluvias cuando la pesca escasea, cómo abren las caracolas para quedarse con la carne, las rayas y los tiburones salados que envían a Gambia...

Al acabar de comer y tomar con Lamine los tres té a la menta (té reutilizado tres veces en la tetera) y tras su promesa de crear un grupo de música juntos (que bautizó con el nombre Béhong, que significa encuentro), salimos hacia Djembering. Llegamos al campamento donde nos íbamos a quedar pero no nos pareció suficientemente barato para lo que ofrecía, así que le preguntamos al encargado si tenía algo más barato; en seguida nos puso en contacto con su amigo Gastón y allí ocurrió el chapuzón bautismal. 

Gastón, un senegalés de corazón abierto como la mayoría de los que hemos conocido, nos llevó a su casa y decidimos quedarnos allí, como uno más, por fin (salvando las diferencias). Nos enseñó la ciudad; nos presentó a su familia y a sus vecinos; entramos en sus casas y fuimos bien recibidos; nos llevó a la playa, donde unos chavales se entrenaban haciendo combates de lucha senegalesa (el deporte nacional) y llegó el atardecer caminando por las calles de Djembering, mientras Gastón saludaba y sonreía a todo el mundo.


Cenamos con él, su novia y su hermana, todos del mismo plato, al estilo de aquí, y el día acabó en una discoteca donde éramos los únicos blancos bailando al son de la frenética música africana con la que se emborrachaban los jóvenes de la ciudad junto con la ayuda del vino de palma. El bautizo estaba completo; por fin éramos "turistas senegaleses" y habíamos comprendido que aquí el ser mochilero es un turismo de encuentro.


2 comentarios:

  1. Pero, hijos, tened cuidado que os podéis meter en un lío (higiene, enfermedades infecciosas, y...la maldad de algunos). Hay gente buena y mala en todos los lados (en todos los sitios cuecen habas). Dejarse encontrar esta bien, pero ser cautos y tener precaución también.
    Pensad antes dónde os metéis y esa cosas.

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  2. Josep, espero que algún día escribáis un libro.
    Me encantará leerlo.
    hacer caso de vuestro padre, que "más sabe el diablo por v................
    Bueno disfrutad del viaje y recoger toda la sabiduría de la Buenas personas que os encontréis.
    Sed felices.

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