Con la marea aún meciéndonos, despertamos del letargo deseosos de ver nuestro primer amanecer en África. Salimos a la borda atentos a que asomase el sol por el horizonte, pero el sol descarado, pegó un salto y apareció unos metros por encima de la línea del horizonte, sin previo aviso.
Llegamos a tierra firme a las 10 de la mañana, pero como el tiempo aquí se echa la siesta, tuvimos que esperar una hora y media a desembarcar y recoger las maletas.
Poco nos costó encontrar alojamiento y ese tiempo ganado lo dedicamos a pasear por Ziguinchor. Nada más empezar nuestro paseo conocimos a "Doudou" que se autoproclamó nuestro guía en menos que canta un gallo.
Nos llevó paseando por el mercado de la ciudad, que la verdad, no habríamos visitado sin él. Con su ayuda pudimos ir poniendo nombres y propiedades a los diferentes frutos y productos expuestos, que pedían a gritos cambiar de dueño. De nuevo volvíamos a ser llamados "my friend" (nombre que recibe todo extranjero que visita un mercado) y éramos invitados a "sólo mirar".
Doudou nos coló en la catedral y la Alianza Franco-Senegalesa haciendo uso de sus amistades con los seguridades (pues al ser Día de la Independencia estaban cerrados al público general), pero el sol empezaba a atizar y nuestro estómago blasfemaba pidiendo algo de clemencia, así que volvimos al hotel para disfrutar de un buen plato de pollo yala antes de ir a la Isla de los Pájaros.
La Isla de los Pájaros es pequeña, y está cerca de la ciudad, pero sólo se puede visitar en piragua, que para los turistas, como podréis imaginar, se oferta a un precio "de amigo". Está gobernada por aves de todo tipo: martines pescadores, flamencos, pelícanos, pájaros-serpiente, garzas...
Por la noche habíamos quedado con Doudou para agradecerle a sorbos de cerveza, el tour guiado desinteresado. Llegó justo en el momento en que el dueño del hotel nos ofrecía un tour de dos días a un precio desorbitado que disfrazaba de ganga. Cuando el dueño se fue, llegó la contra-oferta, mucho más jugosa. Ya estábamos a punto de aceptar, cuando llegó el dueño oliéndose el percal y se puso a decirnos que no nos fiásemos de Doudou, que lo acabábamos de conocer. Sin comerlo ni beberlo nos vimos envueltos en una pelea verbal entre ambos, que nos dejó una conclusión: Al día siguiente, nosotros seríamos nuestros guías.
De vuelta a Élinkine y con la tarde muriendo, hemos paseado por las calles y asistido como los únicos blancos del pueblo a un partido femenino en el campo de fútbol, playa local. Había tanta tierra que no se podía considerar sino fútbol playa. Para cerrar la noche, el muecín de la zona, nos ha deleitado con su falta de oído durante la llamada al rezo y hemos asistido atónitos a sus versos desafinados que más que llamar a la oración, parecían aconsejar a la gente que se encerrase en sus casas.
El conocimiento lo dan los libros. Pero
ResponderEliminarLa sabiduría la dan las vivencias .
Anda que no sois "sabios" ni nada.
Chicos,soy la tia mari. Estoy muy enganchada a vuestro blog, viajo virtualmente con vosotros, me veo en la piragua,en el mercado ,en medio de la disputa entre los q pretendian ser vuestros guias...y ....a veces contengo la respiración por el "miedo"que me entra. Sois geniales. Pero.....porfa....sed prudentes. Un abrazo.
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