viernes, 10 de abril de 2015

On est ensemble (Djembering-Ziguinchor-Dakar)

El día amanecía en Djembering como un domingo con resaca, eran las 9 de la mañana y la plaza del pueblo, presidida por su enorme "Fromager" tenía a un par de personas y  música reggae a modo de after party. 

Nos despedimos de Gaston que se iba a trabajar, y tras darle las gracias nos respondió con una expresión típica wolof "Nio Far", "On est ensemble", "Estamos juntos", que significa "de nada". 
El "sept place" nos llevaba a Ziguinchor y se sucedían paisajes que ya habíamos recorrido: la cabra que gobernaba desde lo alto del termitero y que parecía no haberse querido mover de ahí en unos días, bicicletas, motos, baobabs...

Fue fácil llegar a Ziguinchor, pero el impertinente (o bendito, según se mire) destino quiso que no quedasen billetes de vuelta a Dakar en barco, por lo que nos tocaba volver en "sept place". Aprovechamos el día para descansar y darnos una vuelta por Ziguinchor. La tranquilidad del día parecía prevenir un agitado viaje, y no decepcionó. 

Nos levantamos a las 5:30 de la mañana, ya que según el trabajador del hotel (un fanático del Barça y de Mendieta), los africanos madrugan para viajar por dos razones: Una es aprovechar el fresco de la mañana y la segunda evitar dar explicaciones a la gente que te ve partir, así evitas que te echen un mal de ojo, si hay alguien que te tiene envidia. Sea por lo que fuere, nos adaptamos a las reglas y allí estábamos a las 6 de la mañana en medio de la "gare routière" esperando que nos consiguieran un asiento, dirección Dakar.

Las cosas funcionan así: puedes tener mucha paciencia e incordiar para que te den un asiento, o puedes pagar a un intermediario que se encarga de hacerlo, obviamente, con sus contactos, tarda 10 minutos cuando tú podrías pasarte 1 hora. Mientras esperábamos, se nos acercaron unos niños y nos pidieron que les hiciéramos fotos. Al rato, se acercó un hombre, preguntó si les habíamos pedido permiso, y sacó un carnet donde se leía "Police". Intentamos explicarle que eran los niños los que se habían acercado, pero resultó ser uno de estos policías cabezones que piensan arreglar el mundo a base de golpes en la mesa; nos  obligó a suprimir las fotos. Con una maniobra de despiste conseguimos salvar algunas, él se fue contento, y los niños se quedaron sin el divertimento de verse en la pantalla de la cámara.

A las 7 salíamos de Ziguinchor por fin,  despidiéndonos de nuestro ayudante fan de Mendieta, y agradeciéndoselo a base de CFAs, claro. De nuevo, la frase "On est ensemble" nos despedía de la ciudad.
Y volvían los termiteros, las aldeas que se quedaban rezagadas, edificios colonizados por completo, como si fuesen enredederas, por el color naranja de la todopoderosa Orange, vacas invadiendo la carretera,  árboles impasibles al paso del tiempo...el día comenzaba y la gente despertaba poco a poco. Algunas mujeres barrían los caminos de tierra que daban la bienvenida a sus casas y el coche ni se giraba a saludar. El Peugeot 505 del año de la picor, se concentraba en evitar los troncos en medio del camino, que anunciaban control policial o simplemente tenían la misión de ralentizar el paso de los coches por los pueblos. En el 505, la mayoría intentábamos conciliar el sueño manteniendo el cuello en equilibrio al ritmo de los baches, imitando a los singulares juguetes que adornan los salpicaderos de algunos vehículos.

La primera parada fue en la frontera con Gambia. Nada más pasar la frontera notamos el cambio: un motorista con casco, letreros en inglés, policías uniformados de azul y una carretera claramente mejorada; pero dicen que no es oro todo lo que reluce y en breves sabríamos por qué. Bajamos para el control de pasaportes (en principio la visa de tránsito cuesta 1000 CFAs por persona), y los policías sonrientes nos pedían 5000 CFAs a cada uno, ya que según ellos la primera vez que te ponen el sello es más caro. Nosotros no teníamos tanto dinero, y argumentábamos que no era normal. Después de un rato insistiendo y pensando que no pasaríamos la frontera, aceptaron los 5000, con cara de "ya podéis darnos las gracias" y la sonrisa del estafador.

El coche dió su opinión cuando subimos "No es normal, se han pasado, es injusto". Todos estaban indignados, hermanándose con nosotros. Seguimos adelante hasta que la policía nos paró; de nuevo querían cobrarnos de más, no sabemos muy bien por qué. Nuestros compañeros saltaron indignados y al final nos libramos de pagar. De camino, maldecían a la policía de Gambia y su corrupción.


Segunda parada, el paso del río: El coche se para y vemos una cola interminable de vehículos de toda clase. El chófer apaga el coche, cosa que no se hace aquí ni para poner gasolina, por lo que podréis imaginar el alcance de la espera. Para hacer tiempo nos vamos con uno de nuestros compañeros de viaje "Famaga", un hombre de unos 35 años que nos adopta e invita a comer (sabía que ibamos pelados por culpa de la frontera) para hacer tiempo. Comemos "canne à boeuf" en un bar rodeado de paredes de chapa. El "canne à boeuf" es, básicamente, la carne de las salchichas con un salteado de cebollas, acompañado de mayonesa y pimienta. De vuelta compra agua para todos.


El coche no se había movido ni un puesto. Al ver la situación, a la paciencia le empezaron a fallar las piernas. Pasamos a otro bar, este más rústico si cabe y allí nos volvió a invitar a "canne à boeuf", a bolsas de agua (así es como se comercializa aquí además de embotellada, le haces un agujerito a la bolsa y bebes), tortilla y un café con leche. A nuestra espera se unió una de nuestras compañera de viaje y la hija de otros del grupo. La niña tendría 2 añitos y estaba para comérsela. El calor apretaba fuerte, tanto que derretía los minutos del reloj, que al gotear lentos e incesantes, despertaban la impaciencia. Así que nos tumbamos donde pudimos y nos echamos una siesta. Famaga decía que en dos horas habríamos pasado el río "Inch'Allah".

Llevábamos 5 horas y la cosa avanzaba poco, ya que muchos coches se colaban pagando a la policía, por lo que se estaba haciendo interminable. Un hombre aprovechaba para pintar las llantas y dejarlas relucientes, algunos se echaban la siesta bajo los camiones. Famaga ponía música en el coche y la teranga (hospitalidad en wolof) de nuestros compañeros de viaje nos permitía ser optimistas y ganarle el combate a la desesperación.

Un chico con el que habiamos hablado, criticaba la corrupción en su país y se lamentaba de que las cosas no fueran como en Europa, cuando su coche se coló por delante de todos saludando a la policía. Hay gente que pone precio a sus principios demasiado rápido...
Eran las 18:30 cuando finalmente subimos al ferry para cruzar el río. 9 horas después de llegar, conseguíamos dejarlo atrás.

El siguiente problema era pasar la frontera de nuevo. No sólo por si nos volvían a chantajear sino por si no llegábamos. La frontera cerraba a las 19h y quedaban 5km y 5 minutos para la hora. Todos los coches se pusieron a correr un rally donde no importaba ir por carretera o por arcén. Lo importante era llegar a meta ¡Y lo conseguimos! No sólo en tiempo, sino a nivel económico. Con la excusa de que anteriormente nos habían cobrado 5000 y no teníamos más que 1000 (excusa, que era real por cierto), pudimos pasar sin problemas esta vez. Y al dejar atrás Gambia tuvimos la sensación que volvíamos a la seguridad del hogar.

El día cansado de tanta aventura, empezaba a bostezar, pero antes de ponerse el sol, contempló cómo nuestro chófer cambiaba la rueda.
Con la noche encima, tuvimos que guiarnos por los faros del 505 que se enfrentaba a una carretera tan mala que prefería transitar por secundarias de arena plagadas de baches (o incluso, por el mismo arcén), antes que recorrer esa carretera llena de socavones, que más bien parecían volcanes. A las 22h, dos de nuestros compañeros bajaron y se despidieron. La familia con la pequeña, se iban somnolientos dándonos las gracias y deseándonos suerte. A lo que nosotros respondimos "on est ensemble". En los sept-place cuando una plaza se libra, se repone en seguida y a los 5 minutos recogíamos a dos nuevos viajeros. En el coche parece que todos teníamos la misma sensación: El ambiente ya no era el mismo, los forasteros no podían remplazar a la familia que habíamos dejado atrás. Después de tantas horas juntos, nos habíamos hecho los unos a los otros.

Llegamos a Dakar a las 2:30h, nos despedimos, nos dimos las gracias, on est ensemble.

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