lunes, 3 de julio de 2023

Hopeless Wanderer (Monument Valley-Antelope Canyon-Santa Fe-San Angelo-Austin)

En esta entrada vamos a visitar 4 estados y recorrer las últimas millas del viaje, así que no perdamos el tiempo; abrocharos los cinturones y bebed un sorbo de café que nos lanzamos a la carretera. Estamos en Utah y no nos podemos ir sin visitar Monument Valley. Esta reserva de los indios Navajos, es una imagen imperecedera de la cultura pop de los 50 y 60; una postal de las películas western. El rojo de los promontorios que todos conocemos, impera en el paisaje y parece atraer los atardeceres antes de dar paso a los créditos de la película mientras John Wayne cabalga hacia el infinito.

Cambiamos de estado y nos adentramos en Arizona. Allí nos espera el Antelope Canyon. Antiguamente pasaban por esta reserva, que también es de los Navajos, los antílopes en su migración. La creación de una presa en los alrededores, desvió el recorrido anual de estos animales, aunque el nombre permaneció impregnado en el desolado cañón. El agua y las tormentas de arena, siguen visitando el lugar y han moldeado con el tiempo unas formas sedosas y atractivas que se asemejan a olas petrificadas. El color de las paredes, sus formas ondulantes y la luz solar, se combinan aquí para ofrecer un paisaje de lo más Instagramer. 

Nuestro guía, que parecía estar obsesionado por la fotografía y poco interesado en contar historias, nos obligaba a hacer cola para tomarnos fotos en los puntos que conocía a la perfección. Nos sentíamos como si estuviéramos en un Fotomatón o en la cola del Empire State esperando que te hagan la foto antes de subir.

Se acaba el día y el sol se pone a nuestras espaldas mientras huimos hacia el Este. El color de las piedras que hemos visitado, parece haber conquistado el cielo y ya va siendo hora de hacer un alto en el camino. Mañana seguiremos sumando kilómetros.

Nuevo México nos acoge con sus paisajes áridos y despoblados. Pretendemos visitar Acoma Pueblo, la población habitada de manera permanentemente, más antigua de EEUU. Por desgracia, parece que desde el COVID todo se ha complicado y las visitas requieren de reserva previa. Nos tenemos que contentar con comer con vistas al pueblo, que se asienta encima de una prominencia rocosa como si se tratase de un castillo natural.

Llegamos a la capital del estado, Santa Fe, al atardecer. Aún así, nos da tiempo a pasear por sus calles que parecen conquistadas por el espíritu mexicano: las casas están edificadas con adobe y una arquitectura muy nativa y particular; el papel picado viste de colores los callejones; la vida relajada cierra los negocios pronto y el calor manda a la gente a beber margaritas. Acabábamos de llegar y no queríamos ser maleducados, así que fuimos al conocido restaurante La Choza, para hidratarnos y degustar comida mexicana acompañada de chile verde y rojo.

Cruzamos al último estado en el viaje y la Texas profunda nos acoge con sus planicies infinitas que demuestran que la tierra es plana. Las vacas parecen las únicas habitantes además de las máquinas de petróleo y gas que rotan monstruosamente en circunferencias monótonas y lo invaden todo mientras en algunos puntos unas chimeneas escupen fuego iluminando la tormenta de arena que atravesamos.

Bea tiene que examinarse para sacarse el carnet de conducir americano, pero el destino no está de nuestro lado esta vez; en un pueblo perdido, aun habiendo pedido cita, nos dicen que no da tiempo a hacer el examen y en San Angelo, nos ponen problemas porque el seguro del coche alquilado no está a su nombre, así que decidimos aparcar el carnet de Bea hasta agosto y seguimos adelante con lo poco que queda de viaje.

San Angelo es la última ciudad que pisamos, antes de volver a Austin. Paseamos por sus calles desérticas pero elegantes, de edificios bajos, amplios y que guardan las distancias entre ellos haciendo pesado caminar por la acera. La calle principal podría ser el escenario de Smallville o cualquier película ambientada en la américa profunda. Con negocios y bares de una estética muy USA. Recorremos también el cauce del río que cruza la ciudad y parece mitigar el calor que nos acompaña en todo momento.

Antes de volver a Austin, vamos a llenar nuestros estómagos de barbacoa de la buena en Salt Lick. Este restaurante rodeado por retorcidos robles, recubierto de madera, y decorado con bombillas como si fuera un anuncio de Estrella Damm, sirve carne a la brasa al estilo tejano, en platos de cartón y es acompañada por salsa barbacoa casera, habichuelas, col y ensalada de patata.

Más gorditos, fuimos a las Hamilton Pools, con la ilusión de refrigerar la piel y el alma, cocidas a fuego lento cada segundo que pasábamos en el exterior. Estas piscinas naturales, forman parte de un Parque Estatal y están embellecidas por una cascada que cae gota a gota, pausadamente. Por culpa de una colonia de E.Colli, nos quedamos con las ganas de entrar al agua y sólo pudimos hacer fotos y seguir adelante. Todavía con el gusanillo dentro, nos dirigimos a otra reserva: Pace Bend Park, creada por el río Colorado; el mismo que pasa por Austin, pero diferente al que crea el Gran Cañón. La redundancia en este país, es un arte.

El viaje daba sus últimos coletazos y no encontramos mejor forma de acabarlo que yendo al estreno de Indiana Jones 5, para llenarnos los pulmones de aventuras y nostalgia. El día siguiente lo dedicábamos por completo a hacer la mudanza de nuestra nueva casa, en nuestra actual ciudad, Austin y tras casi 13.500 kilómetros, devolveríamos nuestra casa con ruedas.

Como todos los viajeros, una pequeña parte de nosotros se quedaba en el coche, en los moteles de mala muerte, los caminos llenos de polvo y sudor de los parques nacionales, en el Océano Pacífico y en cada milla recorrida. Pero también se quedaba en nosotros una pequeña parte de cada lugar y experiencia vivida. El viaje llegaba a su fin y en nuestro corazón de nómadas, resonaban las palabras que el personaje Sallah decía a Indiana:

“Echo de menos el desierto, echo de menos el mar y echo de menos despertarme cada mañana preguntándome qué maravillosa aventura nos deparará el nuevo día”.

¡Hasta la próxima!



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