Las luces de cabina se atenúan. Son dos horas menos, las cuatro de la madrugada para el lector que nos acompañe. Un cielo suspendido en atardecer de incendio anaranjado da nueva luz a la escena. Mientras se produce el aterrizaje, los ojos van cediendo intermitentes batallas al cansancio y graban retales del descenso en la memoria. Lara duerme. Las luces de cabina vuelven a encenderse, y al rato suena el sonido que anuncia que podemos desabrochar nuestros cinturones. Bienvenidos a Islandia, la tierra de hielo y fuego, donde los contrarios se encuentran para construir la belleza peculiar de sus paisajes. Una fría madrugada pausada en los últimos momentos de la puesta de sol nos recibe desnuda de estrellas.
Cerramos el día visitando Kerið, un lago ocupando un cráter volcánico. Y tanto aquí como en los paisajes del camino, descubrimos cómo el contraste parece saturar los colores en Islandia: azul turquesa luminoso sobre negro, verdes clorofílicos sobre granates oxidados, tonos violáceo volcánicos sobre amarillos que rozan la fosforescencia... Uno asiste a una sensación de artificiosidad comparable a la que ofrece el visionado de celuloide que ha sido coloreado sobre su original en blanco y negro.
El tercer día nos acercamos hasta la zona geotérmica Haukadalur donde se encuentra el géiser Strokkur. Este es el pariente pequeño del ahora inactivo Geysir, que dio nombre al resto de su especie. Strokkur erupciona cada cinco minutos más o menos, lo que facilita fotografiar su escupitajo a la superficie. El chorro de agua, que va de los 15 a los 30 metros, expulsa el agua cual ballena terrestre que saliese a tomar aire. La escena se ambienta con vapores que emanan del interior de la Tierra; tonos blancos y ocres que rodean sus opérculos; olores a azufre, y aguas en ebullición que recuerdan la temperatura que esconde el suelo que pisamos.
La siguiente parada es en la inmensa catarata Gullfoss, que por su accesibilidad y magnificencia recuerda a las del Niágara. Cuenta la leyenda que su nombre (cascada de oro) se debe a que un avaro granjero que había acumulado muchas riquezas, decidió antes de morir que nadie más disfrutaría de ellas, por lo que escondió todo su oro en un cofre y lo lanzó a las profundidades de la catarata. Desde entonces, Gullfoss ruge celosa de su tesoro.
Para acabar el día y poder planificar los siguientes pasos, paramos a comer en Friðheimar, una granja con invernadero de tomates que se ha reinventado en restaurante con temática "tomatil". La especialidad de la casa es la sopa de tomate que te puedes servir a gusto junto con el pan casero. La acompañamos con una ensalada (de tomate) y una cerveza (también de tomate).
Acabado el día y tras las primeras tres jornadas, en la parte trasera de nuestra campervan, donde tenemos montada la cama, las luces de cabina no se atenúan, pues, como ya hemos dicho, en Islandia se encuentran los contrarios, y la noche se ha fusionado con el día.
(21-22-23 julio)
Bien....por fin hay historia sobre el viaje..y foto de lara no? Ohhh..
ResponderEliminarSúper chulo todo.. y la cerveza de tomate? A q sabe? A cerveza o a tomate?
Buena pregunta. Sabe a cerveza con un toque casi imperceptible de tomate ;)
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