miércoles, 27 de julio de 2022

La belleza de los contrarios (Reykjavík-Þingvellir-Kerið-Golden Circle)

Las luces de cabina se atenúan. Son dos horas menos, las cuatro de la madrugada para el lector que nos acompañe. Un cielo suspendido en atardecer de incendio anaranjado da nueva luz a la escena. Mientras se produce el aterrizaje, los ojos van cediendo intermitentes batallas al cansancio y graban retales del descenso en la memoria. Lara duerme. Las luces de cabina vuelven a encenderse, y al rato suena el sonido que anuncia que podemos desabrochar nuestros cinturones. Bienvenidos a Islandia, la tierra de hielo y fuego, donde los contrarios se encuentran para construir la belleza peculiar de sus paisajes. Una fría madrugada pausada en los últimos momentos de la puesta de sol nos recibe desnuda de estrellas. 

Al día siguiente, amanecimos (si se le puede llamar así con este sol que casi no se esconde...) dispuestos a encontrarnos con nuestra campervan y visitar Reykjavík. La ciudad no captó mucho nuestra atención más allá de un ayuntamiento curioso asentado en el lago Tjörnin, cuyo edificio se abriga de musgo; una comida deliciosa en Messinn; y la ascendente Hallgrímskirkja, construida como si de un edificio de columnas basálticas surgido de la tierra se tratase, que se hace más fotográfica o más "Instagrammable", al principio de la calle Skólavörðustígur, donde un arcoiris peatonal la alfombra.

El segundo día, tras dormir al sur de Reykjavík, nos dirigimos a Þingvellir National Park, desde donde se observa el enfrentamiento entre las placas tectónicas euroasiática y noramericana que irremediablemente se alejan. En contadas ocasiones, donde la naturaleza separa, el hombre une, y paradójicamente, en este mismo lugar de desencuentros, hace un milenio se decidió reconducir el conflicto de las diferencias en acuerdos celebrando las primeras asambleas nacionales. 

Por el camino, nos estrenamos con Öxarárfoss, nuestra primera cascada islandesa, de entre las 10000 que riegan el país, acompañados por unas moscas tirando a mosquitos que persistían en posarse sobre ojos y oídos mientras tratábamos de abstraernos. Su insistencia es conocida; tanto, que en las tiendas venden una redecilla para cubrir la cabeza a modo apicultor. Mientras intentábamos disfrutar del paisaje obviando la pelea constante, algún turista se paseaba extravagante, tranquilo y orgulloso con su velo particular.

Cerramos el día visitando Kerið, un lago ocupando un cráter volcánico. Y tanto aquí como en los paisajes del camino, descubrimos cómo el contraste parece saturar los colores en Islandia: azul turquesa luminoso sobre negro, verdes clorofílicos sobre granates oxidados, tonos violáceo volcánicos sobre amarillos que rozan la fosforescencia... Uno asiste a una sensación de artificiosidad comparable a la que ofrece el visionado de celuloide que ha sido coloreado sobre su original en blanco y negro.

El tercer día nos acercamos hasta la zona geotérmica Haukadalur donde se encuentra el géiser Strokkur. Este es el pariente pequeño del ahora inactivo Geysir, que dio nombre al resto de su especie. Strokkur erupciona cada cinco minutos más o menos, lo que facilita fotografiar su escupitajo a la superficie. El chorro de agua, que va de los 15 a los 30 metros, expulsa el agua cual ballena terrestre que saliese a tomar aire. La escena se ambienta con vapores que emanan del interior de la Tierra; tonos blancos y ocres que rodean sus opérculos; olores a azufre, y aguas en ebullición que recuerdan la temperatura que esconde el suelo que pisamos. 

La siguiente parada es en la inmensa catarata Gullfoss, que por su accesibilidad y magnificencia recuerda a las del Niágara. Cuenta la leyenda que su nombre (cascada de oro) se debe a que un avaro granjero que había acumulado muchas riquezas, decidió antes de morir que nadie más disfrutaría de ellas, por lo que escondió todo su oro en un cofre y lo lanzó a las profundidades de la catarata. Desde entonces, Gullfoss ruge celosa de su tesoro.




Para acabar el día y poder planificar los siguientes pasos, paramos a comer en Friðheimar, una granja con invernadero de tomates que se ha reinventado en restaurante con temática "tomatil". La especialidad de la casa es la sopa de tomate que te puedes servir a gusto junto con el pan casero. La acompañamos con una ensalada (de tomate) y una cerveza (también de tomate).

Acabado el día y tras las primeras tres jornadas, en la parte trasera de nuestra campervan, donde tenemos montada la cama, las luces de cabina no se atenúan, pues, como ya hemos dicho, en Islandia se encuentran los contrarios, y la noche se ha fusionado con el día. 

(21-22-23 julio)

2 comentarios:

  1. Bien....por fin hay historia sobre el viaje..y foto de lara no? Ohhh..
    Súper chulo todo.. y la cerveza de tomate? A q sabe? A cerveza o a tomate?

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  2. Buena pregunta. Sabe a cerveza con un toque casi imperceptible de tomate ;)

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