jueves, 25 de julio de 2019

Las luces del ocaso (Cañón del río Fish-Solitaire-Walvis Bay-Spitzkoppe)

Finalmente y debido a la larga distancia que nos separaba de Spitzkoppe, decidimos hacer dos escalas tras un alto para comer en medio del camino, a la sombra de un árbol y de nuestra Bushcamper. 

Cuando ya la próxima población grande nos quedaba a dos horas y pronto empezaría a anochecer, paramos a descansar en Keetmanshoop para retomar el camino al día siguiente.

La escala para el segundo día iba a ser Solitaire. Excepto el tramo final, más atractivo, casi toda la carretera era asfaltada, por lo que llegamos antes de lo previsto.  Solitaire es un asentamiento con una gasolinera, relativamente cerca de Sesriem. Se ha hecho famoso por conservar un aire al Lejano Oeste, con coches y camionetas destartalados dejados, o más bien plantados, como decoración.

Aún teníamos dos horas de luz por delante, así que decidimos seguir camino a Swakopmund y descansar en algún camping que encontrásemos a nuestro paso. Los órices volvieron a aparecer junto a un grupo de zebras que se cobijaba a la sombra de un árbol. 

Cuando empezaba a ser un buen momento para buscar alojamiento, nos encontramos con el Rostock Ritz, publicitado como la última oportunidad para detenerse antes de Walvis Bay (muy cerca de Swakopmund). Sin embargo, el campamento ya estaba lleno y solo podían instalarnos en una habitación a un precio que no se ajustaba a nuestro presupuesto, ofreciéndose, eso sí, a llamar al próximo alojamiento, a más de 30km siguiendo la C14. Confirmaron que había sitio y pusimos rumbo sin dilación para llegar antes de que el sol se escondiese.

La carretera hasta el Namib’s Valley of Thousand Hills, donde finalmente dormimos, fue un regalo; porque nos encontramos con las primeras avestruces; por supuesto, por los paisajes que empezaban a anaranjarse con la puesta de sol mientras conducíamos rodeados de colinas revestidas por la luz del ocaso; porque cruzamos de nuevo el Trópico de Capricornio, dirección norte y porque disfrutamos como niños de una montaña rusa de caminos que subían hasta ocultar la bajada, mostrándola de golpe para gozo de nuestra adrenalina que se disparaba en cada descenso y en cada curva al mismo tiempo que el paisaje se mostraba en su máximo esplendor y el camino se estrechaba.

Al llegar al alojamiento, ya anochecido, nos informaron que el camping estaba completo, pero como se habían comprometido por teléfono, nos dejarían un bungalow al mismo precio. Así que esa noche pudimos dormir en cama.

Las vistas al amanecer nos pillaron por sorpresa, y ante nosotros se encendía un paisaje que hacía honor al nombre del alojamiento: un montón de colinas ondulaban el terreno y jugaban con las luces y las sombras mientras se prendían de colores. 

Desayunamos ante las mismas, y recogimos para emprender ruta hacia Walvis Bay.

Conforme nos acercábamos, el desierto volvió a hacerse presente y las dunas nos envolvieron en un marrón árido hasta que a nuestra izquierda, como un espejismo, apareció una charca entre las dunas moteando de verdes, azules y rosas el monocromático terreno. ¡Era una colonia de flamencos! Última parada antes de llegar a nuestro destino. 

Tres horas después, llegábamos al Spitzkoppe Rest Camp, una zona de acampada bajo las faldas y las rocas ocres del Spitzkoppe (1728m). El mayor atractivo es lo apartados que están los lugares de acampada, ofreciendo una sensación de exclusividad. Las rocas, dejadas caer una sobre otra como en equilibrio, con sus surcos, grietas y originales formas curvilíneas que más parecen amasadas, y el atardecer encima de los peñascos observando cómo las tonalidades se hacen incandescentes y se saturan, eran el punto final para esta etapa.


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