Bienvenidos a uno de los países con menor densidad de población del mundo, con tan solo 2 millones y medio de habitantes y una media de tres namibios por kilómetro cuadrado. Os invitamos a desempolvar vuestras imágenes de África y a dejar que sean envueltas por el polvo de las carreteras de grava y arena, infinitas y desiertas, que va dejando la estela de nuestra Toyota Bushcamper. Un viaje en el que los trayectos son parte del destino y la música una pasajera más en los caminos por el namib (“llanura grande y seca” en nama).
Sin más preámbulos, reclinad vuestros asientos, abrochaos los cinturones, permeabilizad vuestros prejuicios y disfrutad con nosotros de un roadtrip en 4x4 por Namibia y Botswana, con parada en Zimbabwe para visitar las Cataratas Victoria.
Llegamos a Windhoek tras casi 30 horas de trayecto. Ese primer día estaba reservado a planificar lo poco que quedaba, cambiar euros a NAD (dólares namibios) y descansar. Traíamos abrigo porque aquí es invierno, pero mentalmente estábamos tan poco preparados, que el gerente del hostal se quedó sorprendido ante nuestra pregunta de cómo apagar el aire acondicionado de la habitación. “No tenemos aire acondicionado...”.
En el destino es donde se encuentran las fotogénicas dunas ocres, imagen estandarte del país, algunas de las cuales superan los 300 metros de altura. Empezamos subiendo la Duna 45 acompañados únicamente de una pareja de Israel (escenario muy diferente al que viviríamos la mañana siguiente al amanecer). El tiempo apremiaba, pues las puertas del parque cierran a las 19:15h y a las 18:30h anochece, así que una vez coronada la duna y con las vistas de los alrededores en nuestras retinas, nos acercamos hasta el parking de Sossusvlei, envueltos por un paisaje azafranado.
Un shuttle nos acercó hasta la entrada del Deadvlei, pues nos acobardaron las advertencias de un encallamiento casi seguro para conductores inexpertos de 4x4. Este lugar es un tributo natural a la belleza del paso del tiempo y sus estragos. Aquí se han quedado inmortalizados en danza los troncos de los árboles que un día se abastecían de un lago hoy desecado y reducido a suelo blanquecino que contrasta con el azul claro y limpio del cielo y el anaranjado cálido de las dunas que lo rodean, especialmente la Big Daddy, de 325 metros.
esplendido relato que nos lleva con vosotros hasta lejanas tierras. disfrutad y tened cuidado.
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ResponderEliminarUf...menos mal que es invierno!!!
ResponderEliminarComo siempre fantástico leeros porque es viajar también.cuidaros y besos a los dos.
Gracias por compartir. Besos
ResponderEliminarQué pasada de paisajes. Menuda envidia! Me ha matado lo del aire acondicionado. Preguntad la clave WiFi la próxima vez, jajajaja.
ResponderEliminarPrecioso pero, parco en fotografías. mi imaginación tiene un límite, la pluma no es suficiente. Un beso grande, aunque tardío.
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