viernes, 10 de mayo de 2019

Bombas cromáticas (Kyoto-Himeji-Hiroshima)

La segunda parte de nuestra estancia en Kyoto la habíamos reservado para utilizar la ciudad de base y hacer mini excursiones a los alrededores. Concretamente dos: el bosque de bambú de Arashiyama y el castillo de Himeji. Dos lugares emblemáticos.

La primera era una de las excursiones en que más expectativas habíamos puesto. Las fotografías que habíamos encontrado emanaban una espiritualidad, una magia y sobre todo una soledad que no se correspondieron con la realidad. Y no es que el sitio no merezca una visita, pero uno ha de saber que a lo que llaman bosque de bambú es a un único pasillo alargado que cruza por el medio del bambusal, por lo que a pesar de que se madrugue, aquí parece difícil ser el único visitante. Los esbeltos troncos de bambú que despliegan sus hojas a una altura considerable, ofrecen una humedad verde que invita al retiro. Lástima que todos queramos disfrutar al mismo tiempo de la misma y el lugar se convierta en un flujo de turistas magnético.

A media mañana dimos dos saltos en la escala de colores: Uno, pasando del verde bambú al rosa chicle en el shinkansen de Hello Kitty, decorado completamente con dibujos de la gatita japonesa que tanto furor causa; y un segundo salto, del rosa al blanco del castillo Himeji-jō, conocido también como "el castillo de la garza blanca", que sobresalía sacando pecho de su pasado samurai, imponente, estético.


Por dentro no hay mucho que ver más que las vistas desde lo alto de su torreón. Merece más la pena pasear por sus alrededores y jardines para encontrar pequeños miradores desde los que descubrir a la garza posando estática. 

Por la noche aprovechamos nuestro último día paseando por las calles de Ninen-zaka y Sannen-zaka, a estas horas inundadas por un silencio poético.


En estas dos callejuelas o cuestas del barrio de Higashiyama, todavía se respira el perfume del Kyoto tradicional, especialmente por la noche, cuando las tiendas están cerradas, las luces ténues de las farolas son la única iluminación, el tiempo ralentizado desprende el aroma del pasado, y las calles están desérticas.


La mañana siguiente, un shinkansen nos dejaba en Hiroshima. Dejamos las mochilas y empezamos nuestra visita en la "Cúpula de la Bomba Atómica".


Este edificio ha sido restaurado para que permanezca tal cual quedó tras la bomba, como testimonio de aquel incidente tan lamentable y prehistórico.

Pero como ya comprobamos en Camboya, a veces el ser humano es capaz, no solo de superar las tragedias, sino de convertirlas en origen de algo constructivo y positivo. Este es un ejemplo de una de esas veces: la cúpula se encuentra en el Parque Conmemorativo de la Paz, transformando así el lugar donde se halla un vestigio bélico, en símbolo pacífico.

En ese mismo parque, un grupo de estudiantes de Primaria nos paró para entrevistarnos porque estaban haciendo un proyecto con el colegio para practicar su inglés; iban acompañados de los catalizadores del arma más poderosa: sus padres y profesores. Acabamos inmortalizando el momento, y cómo no, la mayoría posó con el símbolo de la paz, también conocido como el "patata" a lo asiático.

Por último visitamos el revelador Museo Conmemorativo de la Paz de Hiroshima donde se ofrecen, entre otras explicaciones, el origen de la historia de las guirnaldas de grullas multicolores de origami que invaden la ciudad: Sadako tenía dos años cuando cayó la bomba atómica sobre Hiroshima en 1945 y años después enfermó de leucemia por los efectos de la radiación. Empezó a crear grullas de papel con la esperanza de recuperarse si conseguía llegar a mil, como aseguraba una leyenda japonesa. A los doce, Sadako falleció y sus compañeras decidieron hacer mil grullas de papel para que fuesen enterradas con ella. Desde entonces, se convirtieron en símbolo de esperanza y de paz, resignificando este suceso dramático.

En momentos conflictivos, violentos o de desgracia, nadie piensa que haya posibilidad de reconstrucción. Sin embargo, la experiencia demuestra que el perdón, la búsqueda de reconciliación y asentar los cimientos en una nueva convivencia sanadora, son la clave para la reinvención de una nueva sociedad en la que paradójicamente, y contra todo pronóstico, solo se usarán las armas retóricas y las bombas cromáticas.


1 comentario:

  1. Impresionante!!!!
    Se os ve super felices!!! Seguir contando q asi yo viajo...jeje

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