jueves, 30 de julio de 2015

Fiestas de Bienvenida (Valencia-La Habana)



Después de más de diez horas de viaje, pisamos suelo ¨cubano¨. Cuando viajas, pisar el suelo del aeropuerto, dista mucho de salir de él. En ocasiones los aeropuertos son muy parecidos aunque se cambie de país. No es el caso de Cuba, donde la aduana y la espera de recogida de equipaje, nos sirvieron dos tazas de paciencia. Senegal ralentizaba el tiempo; Cuba lo para.
Al salir del aeropuerto, tras tres horas en el país, teníamos nuestro pequeño comité de bienvenida formado por Kangue, una monja dominica de Canarias que nos ha tratado como si fuéramos sus hijos y Amelia, una cubana de la parroquia que conoció a Enrique hace seis años. Ya los taxis, comenzaban a reforzar la teoría del poder parar el tiempo: como transportados de la época de los gánsteres, ahí estaban los coches vivitos y coleando y (por fuera) como nuevos. Los baches de la carretera y el largo viaje, nos arroparon en un dulce sueño.

El primer día en La Habana lo aprovechamos para conocer el barrio del Fanguito con Kangue como guía. Nos adentramos en sus laberínticas calles, custodiadas por casas que atendiendo al diccionario, deberían llamarse chabolas. Visitamos las casas y en todas ellas, escuchar que éramos sobrinos de Mª Eugenia, nos regalaba una sonrisa y una cantidad de alabanzas y piropos hacia nuestra tía.

De vuelta a la parroquia pudimos ver cómo se celebran los cumpleaños: por todo lo alto. En una casa, como si de un pub se tratara, los altavoces escupían canciones a todo volumen mientras vecinos que ni conocían al primerizo cumpleañero, entraban en la casa.

Amelia vino a recogernos para dar un paseo por El Malecón y aunque no vimos mucho y nos quedamos al inicio, nos dio un paseo virtual no menos interesante, por el estilo de vida isleño. De vuelta de noche, la fiesta del niño de un año continuaba.

Al día siguiente, fuimos de excursión a Jaimanitas, un pueblo costero dedicado a Antonio Gaudí y que Fuste (un arquitecto cubano) ha decorado como si de la residencia de Gaudí se tratara. Éramos un grupo de unas 20 personas, jóvenes y mayores, disfrutando de la playa toda la mañana, en la residencia de un cura balear que estaba de vacaciones. El ambiente en el grupo era muy bueno y el ser sobrinos de Mª Eugenia, unido a que somos “jimaguas” (hermanos idénticos en cubano)  y españoles, ha hecho que todos nos acogieran como si lleváramos tiempo aquí.

Ya con la caída del sol, hemos vuelto a dar un paseo por El Malecón, esta vez con Kangue y llegando mucho más lejos. Antes, hemos visto cómo en la casa de al lado de la parroquia celebraban un ritual de santería y para ello habían degollado una cabra pequeña y tres gallinas que yacían en la acera. La santería en Cuba es una religión que surgió cuando a los esclavos africanos se les prohibió seguir practicando su fe, imponiendo la fe cristiana. Ante esta situación, como solución, mezclaron sus creencias con el cristianismo. De hecho los babaolás (el sacerdote para los santeros) tienen que estar bautizados y haber hecho la primera comunión.

El paseo estaba lleno de gente, tanto extranjeros como isleños, y Kangue lo ha decorado con un montón de anécdotas. Hemos vuelto con la noche gobernando la isla. Ya en El Fanguito, la fiesta del babaolá seguía adelante con tambores, cánticos y unas velas que daban a la escena un toque inquietante. Unas cuadras antes había otra fiesta para celebrar que un santero cumplía un año de profesión. Las fiestas aquí duran hasta bien entrada la noche y ni el vecino de al lado puede impedir que las notas inunden el cielo.
Otro ejemplo de cómo Cuba consigue parar el tiempo, es el Internet que funciona a 48 kb/s. Sólo para abrir el correo hay que cerrar los ojos, inspirar, espirar, inspirar, espirar… Así que no subiremos fotos hasta la vuelta.
La noche es densa y en la casa contigua los santeros siguen con sus rezos, dándonos sin saberlo, su particular fiesta de bienvenida.


2 comentarios:

  1. Desde La Palma lo hemos leído en casa de los abuelos, estaban abuelita Rosario, Celia la tía, María, Ana, mama y yo.
    Nos ha gustado mucho. Besos.

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  2. Acabó de llegar de la cena que Mercedes ofreció conotivo de la estancia de su hijo Christian y Salomé, su novia. Lo pasamos bien.
    Me encanta esa cronoca tan interesante desde La Habana
    Un abrazo. Aurelio, cura

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