Amanecimos con calma, degustando una taza de café desde la calidez de la cama, con vistas al ventanal que nos protegía de la lluvia y la niebla, pero nos ofrecía intimidad para observar las diferentes aves que se acercaban a pasar la mañana. Tras un rato de contemplación, nos pusimos en marcha, parando primero en una soda cercana para rellenar el vacío de nuestros estómagos antes de encaminarnos hacia Puerto Viejo.
Tres horas más tarde, parábamos en Frogs Heaven, un centro de recuperación animal iniciado por un agricultor que, ahogado por las grandes empresas, decidió repoblar de vegetación una finca para que los animales tuvieran un espacio en el que habitar. El precio algo elevado, nos tenía expectantes por ver si valía la pena. Lo cierto es que, el guía, con sus explicaciones y su savoir faire, nos dejó satisfechos, descubriéndonos una cantidad de animales importantes y dándonos información sobre estos.
El highlight fue ver a la rana de ojos rojos que dormía camuflada hasta que el guía la despertó. Abrió los ojos rojos chillones, separó las patas y como si se tratara de un abanico al abrirse, nos ofreció una gama de hasta 7 colores diferentes.
Vimos también, un basilisco y dos especies de ranas venenosas: la rana flecha o rana blue jeans, que es diminuta y se acercó dando saltitos al escuchar el vídeo de la llamada de otra blue jeans reproducido por el guía. Otra rana venenosa que avistamos, fue la rana verdinegra.
Además, descubrimos tres especies de murciélagos, los murciélagos blancos, apelotonados bajo la hoja de una Strelitzia, que usaban de tienda de campaña. Parecían ratitas que se apretaban buscando el calor murciélago y apetecía agarrar de los mofletes y estrujarlos. Por lo que nos contó el guía, el 50% de los mamíferos del país, son murciélagos.
Al acabar el tour, todavía teníamos que hacer algo de tiempo antes del check in, por lo que aprovechamos para ir a la soda Magallanes para comer. Mientras esperábamos la comida, disfrutamos viendo unos tucanes llamados Aracari, darse un festín con las bananas que colgaban cerca nuestro.
Tanto nos entregamos al descanso que por poco nos perdemos el desayuno. Por suerte, vinieron a confirmar si estábamos interesados en comer y nos acercamos justo a tiempo.
Con energías renovadas, convencí a Bea para explorar la jungla, en busca de la rana de ojos rojos que me tenía obsesionado. Poco a poco nos adentramos más y más.
Avistamos una cantidad importante de blue jeans, que impregnaban el suelo de puntitos rojo intenso. El verde estaba presente pero el color arcilloso y las coloridas ranas se negaban a darse por vencidos en la batalla cromática. Cuando llevábamos una hora de caminata, nos dimos cuenta de que el camino no iba a regresar hacia el hotel y se nos estaba haciendo tarde.
Deseando que las dotes de scout funcionasen, fui guiándonos caminando sobre nuestros pasos sin la ayuda de miguitas de pan. Utilizando en su lugar, las imágenes vívidas de lo que acabábamos de explorar. La lluvia era intensa y los nervios subieron la temperatura de nuestro cuerpo hasta hacernos sudar a mares. La posibilidad de habernos perdido no era muy confortable.
Por suerte, la adrenalina, la suerte y la experiencia en caminatas, nos llevó de vuelta al hotel sanos y salvos.
Para acabar con buen sabor de boca, justo cuando íbamos a dejar las botas e irnos, una rana venenosa verdinegra apareció para alegrarnos el final de nuestra estancia. Mientras, un par de blue jeans hinchaban sus sacos vocales, marcando territorio y despidiéndose de nosotros, aportando su granito de arena a la banda sonora de la jungla.
Subimos al coche para dirigirnos al este con dirección a Cahuita en la costa del Caribe. Google quiso ponernos a prueba y nos mandó por carreteras terciarias, casi sin asfaltar y llenas de baches y socavones rellenados por agua.
A la hora en que llegamos, nos quedaban pocas opciones para aprovechar el día, así que optamos por dar un paseo en Playa negra. Caminamos sobre la arena negra que nos transportaba a La Palma, rodeados de vegetación y acariciados por un mar más embravecido de lo que esperábamos del Caribe. Amparados por unas nubes que se fueron tintando de colores rojizos, anaranjados y rosáceos, el cielo se fue mimetizando con la arena de la playa, acabando en un fundido en negro. En nuestra retina, como si se tratara de fosfenos, todavía seguían presentes los colores chillones que se esconden más allá del eterno verde.
(25 a 26 de noviembre)
No hay comentarios:
Publicar un comentario