miércoles, 31 de julio de 2024

Redescubrir la sorpresa (Barcelona-Taipéi-Taichung)

"Vull al parco..." La voz de Lara me arrastra a la concentración mientras consigo mantenerme en pie, sin fuerzas. Estamos en el aeropuerto de Shenzhen (China) y tenemos por delante una escala de 6 horas. Violeta duerme tendida en unos asientos, acurrucada entre otros pasajeros que también intentan adaptar su reloj biológico desubicado. La gravedad vence en los párpados de Lara, pero ella parece generar una adrenalina, que la mantiene con la energía que a nosotros se nos agota. Llevamos unas 12 horas de vuelo desde Barcelona y apenas hemos dormido.

"Anemos?" El catalán conjugado en castellano de Lara rompe la burbuja mental en la que se encuentra disociada mi consciencia. "Anem". Vamos a una zona de juegos que hay frente a la puerta de embarque. El tiempo, etílico, se mueve entorpecido, ingrávido, como sumergido bajo un líquido... por suerte avanza.

En el segundo avión, los tres nos dejamos atraer por la plácida desconexión, y el tiempo se desvanece (fade out).

Ya en Taipéi, en el metro hacia el hotel, le explicamos a Lara que tendremos que ir pronto a la cama para coger energías (eufemismo con el que acepta hablar de dormir) para la aventura de mañana. Sin embargo, haciendo el check-in, el recepcionista nos informa con una sonrisa culpable (la que el manga dibuja con una gota de sudor en la sien) que el tifón Gaemi azotará Taipéi durante dos días. Nos vamos a la cama con la esperanza de que la peor parte pase por la noche, pero a la mañana siguiente insisten desde recepción que todo permanecerá cerrado, y nos animan a abastecernos, al menos para ese día, en una cercana convenience store. Si no cambia radicalmente el panorama, se nos plantean dos días de encierro hasta que Gaemi retroceda al sureste; así que aprovechamos para reorganizar el viaje, pues con el pronóstico del tiempo, parece mala opción empezar visitando el este. 

Lara se queja: "Això no són aventures..." La previa sobreestimulación de expectativas le ha caído como un jarro de agua fría. Me planteo que la sociedad de la euforia ha contaminado la idea del viaje, confundiéndolo con un espejismo tóxico del carpe diem, reducido a la urgencia por acumular experiencias. Sin embargo, viajar es nomadismo y desplazamiento interior, lo cual requiere tiempo. Solo podemos vivir el "momentismo absoluto" que cantaba Fangoria transitando el presente y dejando atrás el futuro.

El confinamiento nos obligó a abrazar la suerte de la calidez del refugio, del calmado ritmo, que contrastaba y convivía con los estragos que Gaemi causaba fuera. Igual que nosotros, Lara tuvo que cambiar la actitud del "a vore?", frenando el ritmo y calmando la sed, diluyéndolos felizmente en un "no passa res" para acallar el ruido por vivirlo todo.

Poco a poco la aventura fue encontrándose con ella. Acercándose a una niña de rasgos asiáticos, intentó entablar conversación, aumentando progresivamente sus esfuerzos: "Nena" (silencio). "Nena" (silencio). "Nena, no m'escoltes?" (silencio). "Nena, no m'escoltes, carinyo?" (silencio). Le explicamos que aquí "hola" se dice "nĭ hăo", y cuando recibe contestación de la niña, nos dice entusiasmada y afirmando con la cabeza: "Sí que entén nĭ hăo!"

Despedimos Taipéi ya con una leve lluvia el viernes, camino de la estación de trenes, para llegar a Taichung. La lluvia reaparece obstinada mientras estamos orientándonos en el visitor center y ya no nos abandona hasta el anochecer, que nos pilla admirando la exquisitez y lujos que iluminan Miyahara, una antigua clínica oftalmológica que ha sabido reinventarse en reclamo turístico.  

El sábado por la mañana, cuando llegamos a la parada de bus que nos lleve a la Rainbow Village, nos dejamos guiar por los gestos de una local, que alegre y vehementemente (go, go, go!), nos sube con ella a otro bus que confiamos que nos deje en el lugar deseado. Nos hace sentarnos, y nos muestra orgullosa al resto de pasajeros. Nos encontramos en el ojo de la conversación, que va agregando tertulianos que asienten, sonríen y comentan mientras nos miran. Cuando llega la parada, la mujer nos baja y nos guía satisfecha hasta el destino, tras ofrecer la mano a Lara, que la acepta sin dudar.

Nos encontramos ante la Rainbow Village, un conjunto de casas que, en 2008, un antiguo soldado del Kuomintang (Huang Yung-Fu) transformó en arte contestatario para combatir los planes de demolición del barrio. Una paleta festiva de colores y figuras desenfadadas nos reciben revelando una mirada inocentemente psicodélica, y celebran hoy el éxito de la lucha, con la que las paredes despertaron y comenzaron a revalorizarse, gracias al alzamiento de los pinceles en una suerte de mural de guardería sobrecargado.

Siguiendo la estela dejada por el "Rainbow Grandpa" (que murió este enero a los 101 años), aunque tirando más hacia el calco artístico y otaku, nos acercamos por la tarde al Painted Animation Lane, donde personajes clásicos del manga y los dibujos animados posan inmortalizados ofreciendo un paseo nostálgico para amantes de la animación (principalmente japonesa). 

De camino a nuestra última parada suena una melodía por las calles; un campanilleo de carrito de los helados, que resulta ser el reclamo del camión de la basura para avisar al ciudadano que es hora de tirar los desechos. 

La visita a Taichung acaba en el Cultural Heritage Park, donde Lara se extraña con el comportamiento inerte de las estatuas de su tamaño: "Mami, esta nena és diferent". Y es que, como Gaemi ha puesto en evidencia, la aventura no aparece de la mano de lo frenético; la aventura se desprende de la capacidad de explorar. La aventura es redescubrir como adultos la sorpresa; despertar a nuestro niño latente y dejarle jugar, mostrar la sonrisa espontánea y liberar la carcajada desinhibida; resignificar lo infantil como un adjetivo positivo, deseable y lleno de sabiduría. 

(22 a 27 de julio)

sábado, 6 de julio de 2024

American Dream (Olympic NP - Colchuk Lake - Seattle)

El 4 de julio es una fecha importante en USA, en 1776, ese mismo día, se aprobó la Declaración de la Independencia y Estados Unidos empezó a escribir su propia historia sin los británicos. Cada año, se celebra la independencia con fuegos artificiales y otros eventos. Quien quiere vivirlo desde un lugar privilegiado de la ciudad y sin gastar un dólar, tiene que pagar el precio de la espera.

Tumbados con los ojos cerrados y el sol calentando nuestra piel, esperábamos al inicio del espectáculo, dejando pasar el tiempo y recapitulando lo vivido.

Dos días antes, estábamos en posición horizontal también cuando sonó la alarma. Teníamos unas 7 horas de carretera, pero queríamos ver las vistas desde el Hurricane Hill.

La ruta no era muy complicada y nos regaló panorámicas del Olympic NP mientras algunos ciervos posaban con las montañas todavía nevadas de fondo.

Mientras el sol nos calienta, la música que pinchan para animar la espera me saca del ensimismamiento. Suena “Sweet dreams” de Eurythmics y todos tarareamos Sweet dreams are made of this. A nuestra derecha, un grupo de chicas se están dando el lote las unas con las otras sin orden aparente. Los abonados a la espera, lanzamos miradas furtivas alucinando con lo poco que parece importar al grupo de chicas, quién besa a quién en esta entropía amorosa. Ahora canta Luis Fonsi junto a Daddy Yankee: Despacito, quiero respirar tu cuello despacito.

Un niño, de unos quince años, está dibujando un sambori en el suelo mientras la gente pasa por el medio. Mira a ambos lados y cuando no viene nadie, saca una tiza del bosillo y colorea un cuadrado de manera convulsiva.

Pasito a pasito, suave suavecito


Mi mente viaja al miércoles, cuando ascendíamos paso a paso al lago Colchuk Lake que forma parte de The Enchantments, un grupo de lagos abrigados por cadenas montañosas al este de Seattle. Recorrimos 17 kilómetros en total para subir al lago y volver.

En el camino de ida, tres cabras montesas nos alegraron la mañana. Mientras mirábamos en absoluto silencio, se alimentaban ajenas a nuestra presencia, permitiéndonos inmortalizarlas en nuestra memoria y en fotos. 


Dejamos las cabras atrás y llegamos al lago después de dos horas caminando. Admiramos sus aguas de color esmeralda que parecían de otro mundo, acentuada esta sensación por su calma y su transparencia absolutas.


Lo bordeamos y almorzamos, saboreando bien las vistas antes de volver al coche. Mientras el coche se alejaba al mediodía tras 6 horas de excursión, el spray pimienta que tanto había caminado junto a nosotros, se quedaba atrás. Lo despedíamos con la esperanza de que continuara igual de profesional que lo había sido con nosotros, dando seguridad al caminante intrépido que eligiera su compañía.

Para compañía la que se están dando estas chicas que ahora transforman su amor desarraigado en pasión animal. El adolescente del sambori ya lo ha acabado y lo recorre una y otra vez, intentando esquivar a la gente entre salto y salto. Cuando consigue completarlo, alza las manos en actitud vencedora, cuando no lo consigue, se señala lágrimas cayendo con los dedos índices y vuelve a la carga. Las miradas se dividen entre el grupo de chicas y el adolescente saltimbanqui. Lo ha vuelto a conseguir y esta vez, un joven que no le conoce de nada, lo refuerza positivamente asintiendo con una sonrisa ladeada cuando alza sus puños al aire emocionado.   

I drove for miles and miles… Esta vez es Maroon 5 el que canta y soy secuestrado del presente. Esa misma mañana habíamos sumado 60 millas más a nuestro viaje, para llegar a Seattle.



La ciudad desde el principio se mostró amable, con sus calles limpias y con mucha gente caminandolas. Parecía que Seattle estaba empeñada en negar aquella frase de “Cities are cities”.

Visitamos primero Pike Place Market disfrutando del mercado, con su explosión de colores conquistando ramos de flores, frutas, peces o decoraciones varias. El piso de abajo era más original y old school, con tiendas de cromos y de magia entre otros negocios curiosos.

Continuamos el tour acudiendo al Olympic Sculpture Park, desde el cual se ve la famosa Space Needle, símbolo de la ciudad desde la Exposición Universal de 1962.


Seattle también tiene fama por la calidad de sus espressos. Picados por la curiosidad, hicimos una parada en los estudios de la radio KEXP para comprobar empíricamente que estaban a la altura de su popularidad.

Con ganas de aprender más, fuimos al Museo de Cultura Pop, que a pesar de ser algo caro, está muy bien decorado. Expone objetos que van desde la música hasta el cine con exposiciones de Nirvana, Jimmy Hendrix, el mundo de los videojuegos, la fantasía, la Ciencia Ficción y el terror. Desgraciadamente esta última sala estaba en reformas.

Ya queda menos para el espectáculo pirotécnico y observo como la gente busca sitio. Pasa de largo una familia afroamericana, seguida por unos blancos y a continuación, unos con rasgos asiáticos. A estos se les cruzan dos hispanos. Todos vienen a celebrar el día de la independencia. Y es que, si bien es cierto que la sociedad americana aún tiene que lidiar con el racismo entre otros problemas, su riqueza étnica y multicultural es incuestionable.

La noche ha instalado en el cielo un telón de proyección perfecto para el espectáculo. Una cuenta atrás anuncia el inicio y comienzan unos fuegos artificiales que no tienen nada que envidiar a los de Valencia. Sin embargo, aquí tienen el toque americano y la pirotecnia es acompañada por música. También intercala discursos patrióticos de pasados presidentes haciendo propaganda del sueño americano.  Con el terratrèmol final, se suceden imágenes fugaces de lo que hemos vivido.

El viernes, habiendo dormido dos horas escasas, estamos camino del aeropuerto. Suena Chris Stapleton mientras recorremos las últimas millas. Al apagar el motor, el kilometraje indica que hemos conducido 6665 millas. Si las sumamos a las de Alaska son casi 9000 ¿Cómo se traduce esto? Se traduce en 14.222 kilómetros respirando libertad, durmiendo en el coche doloridos pero agradecidos de ser arropados por las estrellas. Alimentándonos de aventuras y de latas de comida Campbell’s acompañadas de buen vino. 41 días de aprendizaje, de caminar junto a los animales y de ser conscientes de lo afortunados que somos de poder recorrer, vivir y conocer, una “pequeña parte” del Norte del país ¿Acaso no es este es el verdadero sueño americano?

And the hard roads are the ones worth choosing.

Someday we’ll look back and smile,

And know it was worth every mile.

And it don’t matter to me,

Wherever we are is where I wanna be.

(Chris Stapleton)

 

A los que habéis estado a nuestro lado viajando por cada palabra, gracias por estar ahí.

 

(2 de julio a 5 de julio)

martes, 2 de julio de 2024

Sesión de cine (Samaria - Leslie Gulch – Multnomah Falls - Cannon beach – Olympic NP)

(Fundido a negro inicial)

28 de junio

Babe, el cerdito valiente

Nuestros protagonistas llegan a Samaria, un pueblecito de Idaho de tan solo 150 personas. Llevan todo el día en la carretera y nada más llegar son recibidos por Shayna, una mujer carismática, algo estridente y de personalidad extravagante. Esta noche, el camino les ha conducido hasta la granja “Crazy Cow Farm Adventures”.

Llega la noche y es la hora de dar de comer a los animales antes de que sea demasiado tarde y se alcen en rebelión.

Guiados por Shayna, observan junto a otra familia, la cantidad y variedad de animales que habitan en Crazy Cow: terneros, ovejas galesas, cabras y cabritas, caballos, ponies, tres crías de bisontes, conejos, gallinas, y cómo no, un cerdo negro y muy gordo. 

Shayna habla con todos los animales y comenta que los cerdos son muy inteligentes. “Son incluso más listos que los perros, mis hijas han enseñado a algunos a tumbarse boca arriba cuando se les indica”. La carismática dueña ha dejado a los dos valencianos leña y todo lo necesario para que vivan la experiencia americana de fundir malvaviscos y comerlos con chocolate ante la fogata.

A ojos de la pareja que se esfuerza por derretir sin quemar los malvaviscos, la tarde ha sido espectacular. Están en medio de la nada, durmiendo en una granja, con una anfitriona que bien podría presentar un espectáculo de feria. Las estrellas brillan sobre sus cabezas y se sienten un día más dichosos por los designios favorables del destino. El fuego crepita, agonizando, pero iluminando sus caras. El cerdo inteligente, ya debe de estar roque.

(Cambio de escena)   

29 de junio

Centauros del desierto

Nuestros protagonistas están ahora en la frontera con Oregon. Llevan la mañana conquistando millas por carreteras pavimentadas. Sin embargo, ahora se encuentran llenando el Chrysler Pacifica de polvo.

Avanzan por una carretera sin asfaltar, rodeados por formaciones rojizas. Están recorriendo Leslie Gulch bajo un sol abrasador. De manera intermitente, los buitres al acecho proyectan su amenazadora sombra.

(La cámara se eleva ofreciendo un plano zenital)

El Chrysler recorre el camino lentamente como un barquito de papel navegando por una acequia muy profunda que va serpenteando sin escapatoria alguna.

Los enemigos podrían estar acechando detrás de cualquiera de las altas formaciones, pero no parecen dar señales de vida. Podría ocurrir que se pinchara una rueda y dejase varado el carruaje anacrónico, pero la suerte está hoy de parte de estos tejanos. Not today!   Nuestros protagonistas han vuelto a las carreteras asfaltadas y cabalgan a lomos de su carromato, que se sacude el polvo mientras viaja directos al oeste. Al atardecer, un sol que ya se recuesta por el horizonte, parece engullirse el vehículo.

(Cambio de escena)  

30 de junio

Tras el corazón verde

El paisaje cambia ahora drásticamente y la vegetación es la reina de la montaña. El desierto parece un recuerdo lejano y la humedad del río Columbia, cubre de helechos la vista. Muy cerca del lugar, encontrábamos a nuestros protagonistas allá cuando visitaron Portland unas semanas atrás. El porqué nos encontramos de nuevo en este escenario, se debe a los consejos de su amiga Cris, compañera de Becker. Entre las sugerencias, les nombraba unas cataratas: Las Multnomah Falls.

La idea inicial de bajar del coche para inmortalizar con una foto el momento, se convirtió en una expedición de casi 4 millas debido a un mapa engañoso. Lo que iba a ser una sesión fotográfica de 5 minutos, se ha convertido en una expedición de dos horas que los ha llevado a descubrir varias cascadas y atravesar frondosos bosques.

(Cambio de escena) 

Mismo día 

Los Goonies

En un travelling vemos como el Chrysler remonta la costa de Oregon. Se desvía de la carretera para visitar uno de los escenarios de una película de los 80.

Ahora, Bea y Pablo están en una playa llamada Cannon Beach. Rodeados de locales, turistas, adultos...y niños. No tienen el medallón que marca el lugar exacto del tesoro. Los Fratellis se lo habrían robado a estas alturas. 

Miran directamente a los montículos que guardan el preciado secreto. Los reflejos del agua parecen susurrar el camino en un idioma incomprensible. Los pelícanos pasan de largo en bandadas, sin querer marcar la X. Un grito contagia el cielo. ¿Habrá sido un pelícano graznando o Sloth pidiendo chocolate?

(Cambio de escena)  

1 de julio

Crepúsculo

Una bruma se asienta en un Camping del estado de Washington. Parece que a los de efectos especiales se les ha ido de las manos el humo. La niebla rodea un coche que nos es familiar. Esta ambientación misteriosa y algo terrorífica los acompaña hasta una playa. 

Un poco antes de llegar, reparan en un cartel que prohíbe el paso a los vampiros. Quizás la niebla no fuera parte de unos efectos especiales; quizás los chupasangres aprovechan la penumbra para esconderse de la luz del sol. Lo cierto es que la playa Rialto, ofrece un aspecto misterioso cubierta por troncos de árboles muertos. 
Está dominada por unas rocas a lo lejos que bien podrían acoger vampiros u hombres lobos. Nuestros protagonistas sienten un escalofrío repentino y deciden alejarse por si las moscas antes de que el crepúsculo les pueda confirmar las respuestas que no quieren escuchar.  

(Última escena)  

Mismo día 

El Hobbit: Un viaje inesperado

Dos pequeños seres, que no han iniciado su viaje en Hobitton, se hayan en plena ascensión a una montaña. no se trata de la montaña solitaria, pero tiene un nombre igual de épico: Storm King. Se encuentran en el corazón del Olympic National Park.

Hace tan solo una hora, se encontraban entre las sombras producidas por árboles centenarios que se alzaban tiesos al infinito como pretendiendo rascar la barriga a las nubes. Las sombras eran coloreadas por vestidos de musgo que abrigaban los árboles disfrazándolos de fantasía. Por momentos uno podría pensarse que caminara por medio de Rivendel.

Con tanta descripción, hemos abandonado al azar a nuestros dos protagonistas. Ya se encuentran por encima de las copas de los inmensos árboles y miran al miedo a la cara. El camino es estrecho y muy empinado. Para acceder a la cima van a tener que hacerse valer de unas cuerdas si quieren llegar con vida a lo más alto del “Rey de las tormentas”.

Armándose de valor, su esfuerzo es recompensado por unas panorámicas que les dejan sin aliento. El lago Crescent se extiende como un inmenso mar en medio de las montañas. Y allí en lo alto de la cima, se hacen conscientes de que después de más de 30 días, la película va llegando a su fin.

“Los caminos siguen avanzando bajo las nubes, y las estrellas, pero los pies que han echado a andar regresan por fin al hogar lejano…” (J.R.R. Tolkien).   

(Fundido a blanco final)

(28 de junio a 1 de julio)